Andrea Carrillo Samayoa y Melissa Cardoza /laCuerda

Llegar al clímax en periodo de confinamiento, no fue necesariamente una prioridad para algunas. Las razones, variadas, pero para muchas el encierro y sobre todo la preocupación de estar viviendo una situación desconocida, no procuró el mejor de los ambientes para dejarse llevar por los placeres de la carne.

“El encierro y la convivencia cotidiana, sin posibilidades de un espacio, más que darnos chance de disfrutar, provocó mayores conflictos y por cualquier cosa: que el desorden, que la limpieza, que el volumen de la tele… la verdad ya no nos soportábamos. Fatal, ni siquiera daban ganas del de la reconciliación”, salió en uno de los tantos encuentros virtuales con amigas, que se hicieron comunes cuando nadie podía salir ni a la esquina.

Especialistas coinciden al decir que el cambio de rutinas genera estrés y que, si a eso se suma que las personas, en los meses más críticos de pandemia, prestan su atención sobre todo a saber e intentar comprender qué pasa en el mundo, pues poco espacio queda para relajarse y dedicarse a los placeres y al orgasmo.

Bien es sabido que a las mujeres soltar la sopa y hablar abiertamente de la sexualidad, poco se nos da, no porque no nos interese ni sea fundamental para nuestras vidas, sino porque así ha querido el mundo de los hombres mantenernos, calladas, sumisas e ignorantes de la potencia que tenemos si decidimos sobre nuestros cuerpos. Por ello, los espacios que se abren para hablar entre nosotras son tan preciados, sobre todo ahora en época de pandemia, cuando nuestras vidas y la cotidianidad conocida han cambiado.

 

Confesiones de Zoom

 

En una conversación entre varias amigas, unas lesbianas y otras heteras, no todas con pareja, nos sinceramos sobre qué onda con nuestra sexualidad en estos días pandémicos. Empezamos hablando de lo duro de este tiempo que no dejaba que incluso nosotras nos pudiéramos abrazar y saludar como era debido, como nos gustaba. En el contacto del abrazo, de la piel. Y ahí se desgranó la conversa.

“A mí, aunque mi compañero es muy deseoso del sexo, no me ha dado gana. Al comienzo de la Covid-19 tenía tanta preocupación, mi mamá estaba enferma, mis hermanas también, no sabíamos qué hacer que lo que menos quería era coger.

Eso ha cambiado, pero en general yo siento que se me cayó la libido, de cuatro veces a la semana, si acaso una vez tenemos relaciones, y pasé un mes que ni siquiera se me acercaba. Él siempre es muy activo. Ahora estamos sintiéndonos más tranquilos, pero algo me cambió el ritmo sexual. La verdad es que un día hasta le reclamé diciéndole que como podía pensar en coger si tanta gente estaba sufriendo y muriendo. Así lo viví”.

Las dos amigas lesbianas viviendo en pareja, compartieron: “Pues a nosotras, como vivimos juntas, nos pasó lo mismo. Dejamos de tener relaciones sexuales genitales, pero pasamos mucho tiempo compartiendo algo como de más ternura y protección, siempre con el cuerpo y las caricias, pero más centradas en acompañarnos, todo el tiempo teníamos la sensación de desprotección, de desamparo”. “Bueno, a mí -contestó la otra – sí me ha hecho falta coger más, pero no he visto que haya mucha respuesta. Pero sí, la Covid-19 nos cambió la energía, y el estrés no es bueno en la cama”.

Una de las hetero tiene pareja pero no vive con él. “Pues, yo casi no he visto a M. y cuando nos vemos es todo tan tenso, que poco hemos tenido sexo. Yo me siento superada y todo el tiempo creo que me voy a contagiar, no he disfrutado del sexo para nada, no es que sea muy sexual, pero hoy estoy menos interesada, es más ni me he masturbado una sola vez. Pero mi pareja me ha contado que tiene al menos diez amigas que están embarazadas y que varios de sus amigos le dijeron que habían tenido más sexo que antes porque tenían tiempo para estar en casa y más posibilidad de contacto. Creo que está un poco decepcionado de mí”, se quedó pensando.

Finalmente, la soltera lesbiana confesó que los dos primeros meses fue más bien un refugio la masturbación en momentos de mucha tensión, y un disfrute del sexo con una amante furtiva. Sí, igual que el resto, se sentía muy sobrepasada por las angustias de la Covid-19, y que su práctica lésbica fundamental era la masturbación, y la sentía muy cercana a la cotidianidad.

También están quienes, con las medidas de cuarentena y toques de queda, perdieron la posibilidad de los encuentros carnales, que hasta antes los acordaban por diversas aplicaciones. “Uy, yo me aboqué a mi mano. Se acabaron mis citas por Tinder, y lo he sufrido porque, aunque recurro a masturbarme me gusta más compartir la cama”.

Así las cosas, sin duda el pasado 8 de agosto, Día Internacional del Orgasmo Femenino, no fue el mismo para muchas ni pudieron reivindicarlo como se merece, pero hablar y compartir cómo hemos vivido o no, los orgasmos, nos permite fortalecer complicidades para avanzar juntas y llegar al día en el que todas podamos, sin temor ni prejuicios, irnos con total libertad…

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