Mariel Aguilar / Feminista guatemalteca

Hace una semana escuché a una mujer joven expresar que “la Revolución del 44 nos dio una cátedra de dignidad”, frase potente que me invitó a despojarme de la nostalgia y ver este período de nuestra historia desde una mirada de lo posible, para recuperar la esperanza que en estos días ilumina a las hermanas y hermanos de los valientes pueblos boliviano y chileno.

Al hablar de la presencia de las mujeres en la gesta de octubre del 44 y durante el período de la llamada “Primavera Democrática”, es útil ubicarnos en el contexto sociopolítico nacional y mundial previo a esa etapa.  Las guatemaltecas que alcanzaron la edad adulta en las décadas de los 30 y mediados del 40 del siglo pasado, vivieron su niñez y juventud temprana en medio de la dictadura ubiquista que generó en todos los ámbitos de la vida, una situación de represión, terror y que además afianzaba el conservadurismo y las manifestaciones de exclusión y discriminación en la sociedad. Esto, y como ha sido en todas las épocas de la historia, afectaba  en  mayor  medida  a mujeres indígenas, campesinas y trabajadoras.

Para ilustrar de manera somera el pensamiento del momento, baste citar como ejemplo lo publicado en el Diario de  Centroamérica  en  referencia a las reacciones provocadas dentro  de  la  “intelectualidad” (masculina) sobre la publicación del libro Semilla de Mostaza de la escritora Elisa Hall de Asturias: “Algunos críticos dudaron (…) -por ser una obra de arte magistral- que   pudiese ser obra de una mujer, (…) que, además, no  había  cursado  universidad alguna, sino que había estudiado en la intimidad de su hogar. Estos críticos   consideraban   que   era imposible que una fémina fuese capaz  de  manejar  la  pluma  de manera tan maravillosa y amena”.

A pesar que la época de la Revolución debe ser analizada en toda su complejidad y contradicciones, como lo señala Edgar Esquit en su más reciente publicación*, podemos rescatar el valor y la valentía que requirió para los cientos de mujeres que a mediados del 44 salían a acuerpar marchas de protesta en contra del régimen. Destaca -por ser considerada por algunos analistas como un hecho clave para los acontecimientos de octubre- la marcha del 25 de junio, cuando cientos de mujeres vestidas de negro protestaban por reivindicaciones laborales para las maestras y que tuvo como desenlace el asesinato de la maestra María Chinchilla. Cabe recordar que Ubico había prohibido el ejercicio del magisterio a mujeres casadas.

Durante el período de los gobiernos de la Revolución, las mujeres se integraron a diversas actividades. Algunas, especialmente las esposas de los funcionarios de gobierno, acompañaron a las esposas de los presidentes Arévalo y Árbenz en atención a niños en guarderías o en otras actividades de carácter asistencial.  A pesar que María Vilanova consideraba que las guarderías deberían ser dependencias del ministerio de salud o de educación, fundó la Asociación Servicio Auxiliar de Beneficencia Social dedicada a cuidar niños en hospitales.  Actividades consideradas como tradicionales.

Muchas participaron directamente en política partidaria y formaron parte de los grupos que organizaron el partido Frente Popular Libertador y en la Unión Cívica Guatemalteca, agrupación que abrigaba a políticos de izquierda.

Algunas mujeres dentro de la organización Trabajo Femenino, fundada por Maria Vilanova, dedicaban sus tareas a la educación popular para la toma de conciencia de los derechos fundamentales y la modernización política que se estaban garantizando en la nueva Constitución, y sobre las  posibilidades  para  el  desarrollo  económico  que  planteaban  las reformas especialmente el Decreto 900 Ley de Reforma Agraria. También destacaron como militantes y oradoras mujeres obreras que se integraban a los sindicatos en formación.

Las dos organizaciones más grandes y representativas que se mencionan para la época son la Unión Femenina Guatemalteca pro Ciudadanía que luchaba por el derecho al voto para las mujeres y la Alianza Femenina Guatemalteca (AFG) -cercana al   partido   comunista-   con una agenda más amplia que perseguía    “darle    énfasis    a las necesidades específicas y demandas de las mujeres…”

Producto  de  estas  luchas, se logró que en la Constitución de 1945 quedara plasmado, en el artículo 9, el reconocimiento de la ciudadanía y el derecho al  voto  para  las  mujeres, aunque  como  exclusivo  para las mujeres alfabetas. En esa misma Constitución quedó establecido el derecho de las mujeres para optar a cargos públicos y a la igualdad de salarios.    Por    su    parte,    la AFG articulaba su trabajo alrededor del avance de la participación en todas las esferas de lo político. Tenían filiales en seis departamentos y se relacionaron con la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FEDIM). Era una organización de amplia base social donde participaban mujeres trabajadoras, del mercado, amas de casa, esposas de lideres políticos y algunas oficinistas.

Del Mensaje a las Mujeres Guatemaltecas, del Congreso Nacional de AFG, celebrado en 1953, recojo dos enunciados: “Luchamos porque la tierra y el crédito lleguen también a manos de las mujeres campesinas. Porque las mujeres trabajadoras gocen realmente de las protecciones mínimas que establece el Código del Trabajo, por la ampliación de dichas protecciones y porque les paguen igual salario que al hombre cuando realicen un trabajo igual.”

Nombrar, reconocer y valorar la presencia de las mujeres en la historia, además de ser un un acto de justicia y coherencia, nos permite comprender la evolución de nuestras luchas y nos brinda elementos para proyectar nuestras acciones.

 

 

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* Comunidad y Estado durante la Revolución.

Política comunal maya en la década de 1944 a 1954 Editorial Tujaal, Guatemala, 2019.