Francelia Solano/ laCuerda
Tercer lugar, tercer mundo y tercera edad. Todas son formas de mostrar eso que quedó, que no es tan importante como el primero o el segundo. Denota a las personas mayores de edad como de tercera categoría. “La tercera edad” es un término peyorativo que expresa que las personas pueden ser desechadas, se crea en el imaginario la idea de que ya “no producen” para la sociedad.
Bajo la mirada utilitarista de la sociedad, en donde lo joven se vanagloria y la vejez es menospreciada, muchas personas mayores de edad viven en condiciones precarias. Tienen poco acceso (o casi nulo) a un trabajo digno, además de ser olvidadas por el Estado. Ahora con la pandemia todo esto se agrava.
Ser mujer mayor
Ser adulta mayor, en esta sociedad, es una vida contra corriente. Es aún más difícil por las condiciones de vida que se fueron acumulando durante la niñez y la juventud. Muy pocas mujeres adultas mayores se consideran “productivas” en una sociedad que se centra en el dinero. Según la doctora feminista, Luisa Charnaud, solamente algunas privilegiadas que “hayan gozado de ciertos beneficios y ventajas sociales” se consideran “útiles”.
Las mujeres pobres, que han sido relegadas a roles de cuidadoras, han tenido poco acceso a salud, educación y una buena alimentación, no tienen acceso siquiera a un trabajo medianamente digno al llegar a los 60 años (incluso menos). Las malas condiciones son como una bola de nieve que con el tiempo se hace más grande. “Las mujeres tienen carencias nutricionales, entonces esto repercute en una salud precaria en la adultez. Es por eso que las enfermedades degenerativas son más frecuentes y a más temprana edad que en otros países”, explica Charnaud.
Esto porque también son ellas las encargadas de las tareas extenuantes y mal pagadas como la limpieza del hogar, el lavado de ropa o el trabajo en maquilas, por ejemplo. Todas estas labores “terminan en enfermedades músculo-esqueléticas para ellas”, asegura la médica.
Esto conlleva que al contratar a una persona de 60 años o más, se le discrimine, pues tiene un desgaste físico irreversible. A esto se suman las condiciones precarias que se enfrentan por una crisis sanitaria sin precedentes.
Cargas durante la pandemia
En lugar de garantizar un ambiente seguro, las condiciones precarias y el abandono del Estado impide para las y los adultos mayores vivir la etapa adulta con dignidad y seguridad social y económica.
Según la defensora de las personas mayores de la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH), Teresa Maldonado, se han reportado casos de establecimientos o personas que discriminan a esta población por “ser portadoras del virus”. Esto debido a que el gobierno ha hecho prohibiciones estrictamente para ellas, además del fuerte tono paternalista que ha utilizado el presidente Alejandro Giammattei para referirse a este sector de la población, según Maldonado. Por ejemplo, quienes viven de la economía informal, no encuentran ingresos a raíz de esta misma discriminación. Por otro lado, en periodo de pandemia muchas familias han implementado reglas, algunas absurdas, sin considerar las opiniones o necesidades de las y los adultos mayores; y los encierros impuestos, para muchos, han sido difíciles de llevar.
María Eugenia Loarca, jubilada y ex coordinadora de Población en Riesgo en la Municipalidad de Guatemala, forma parte de un grupo de más de sesenta mujeres mayores de edad. Cuenta que entre el grupo existe un miedo persistente a las repercusiones económicas de la pandemia. Muchas dependen de la situación de su familia, quienes en su mayoría tienen hijos mayores de 40 años, que pasan por una situación económica precaria y están siendo despedidos por su edad.
No solo es la situación económica, sino el problema de poder acceder a la salud. Loarca cuenta que muchas personas piensan en la poca disponibilidad de camas en los hospitales. El miedo es fundado, a mediados de año, en un asilo de Antigua Guatemala 127 adultos mayores fueron contagiados y como resultado 14 murieron.
El servicio del IGSS también es un problema, pues se vulnera los derechos de las personas adultas mayores. Algunas citas han sido reubicadas a finales de 2021 o principios de 2022. En su situación esto es grave, pues el tiempo es determinante entre la recuperación o el avance de alguna enfermedad y su eventual muerte. Frente a esto, la PDH está abogando por citas prontas para las personas de 60 años o más; por el momento, es importante denunciar para intentar lograr una negociación con el IGSS de citas más cercanas.
En esta época de Covid-19, quizá las secuelas más sentidas en este sector de la población, según Maldonado y Loarca, es que la pandemia también ha afectado su salud mental. En muchas personas mayores de edad se han presentado cuadros de depresión, insomnio y tristeza, a causa del encierro. “Les ha afectado la soledad en algunos casos, o en otros, el aumento de personas en su casa, lo que también se traduce en más trabajo para las adultas mayores”, concluye Maldonado.