Francelia Solano/ laCuerda

A 166 kilómetros de la ciudad de Guatemala se encuentra el municipio de Purulhá, Baja Verapaz. En q’eqchi’, el nombre del lugar significa “agua hirviendo”. Desde hace nueve años se inauguró una biblioteca que busca hacer hervir el conocimiento y cambiar el futuro para una comunidad que sufrió mucho a causa del conflicto armado. Lo que comenzó con una biblioteca, terminó con un programa integral para la niñez de Purulhá.

Hoy la historia y las esperanzas las cuenta Brenda Lemus, hija de Bernardo Lemus, destacado economista asesinado por fuerzas del Estado durante el conflicto armado. Hace nueve años, ella y sus hermanos solicitaron al gobierno que, para honrar la memoria de su padre, construyeran un instituto en Purulhá donde la juventud pudiera terminar la educación media sin tener que ir a otras poblaciones. La construcción fue aprobada pero luego hubo un cambio y les dieron a escoger: “200 libros para una biblioteca o nada”.

Se decidieron por los libros y gestionaron un espacio municipal para hacer una biblioteca. A Lemus le entregaron los 200 textos con la historia de Guatemala y la llave para hacerse cargo del lugar que llevaría el nombre de su padre “Biblioteca Licenciado Bernardo Lemus Mendoza”.

Tuvo el apoyo también para el puesto de la financiera. Un día, estando la biblioteca vacía, se encontró a esta persona imprimiendo muchas hojas con información de las células, las partes del cuerpo y de la llegada de Colón a América. Al preguntarle Lemus el porqué de la acción, la financiera le contó que las y los niños habían llegado a la biblioteca a preguntar por esa información por lo que decidió buscarla y dárselas a los niños que no tenían Q1 para pagar por una lámina o internet. “Me pareció una genia esa patoja que no los dejó salir sin nada”, dice Lemus, quien cuenta que a partir de ese momento comenzó a involucrarse con más fuerza en el proyecto.

El surgimiento

Lemus comenzó a gestionar más libros y buscó ayuda para recolectar útiles escolares que sirvieran para que las y los niños no hicieran sus tareas en retazos de papel. Fue tanto su empuje que terminó con un programa de tutorías en la biblioteca que fueron esenciales para quienes aprendían en idioma español, cuando su lengua materna era q’eqchi’.

Algunas amistades le regalaron cuadernos casi nuevos o borradores usados. Lemus narra con ternura cómo las y los patojos se emocionaron al ver los borradores viejos de diferentes formas y colores, todos apilados en un bote. La situación era tan precaria que tenían por borrador su saliva y su dedo. Ahora tenían borradores, y eso significó una nueva aventura.

Lemus recuerda con claridad que llevaba cuatro días enseñando a 11 niñas y niños de quinto primaria cómo buscar en el diccionario, cuando uno de ellos dijo: “Ya viene ésta con lo mismo, y yo que tengo hambre”. Fue

un balde de agua fría. Se percató ahí cómo -por falta de dinero- llegaban muchas veces sin haber comido el día anterior. En ese instante mandó a traer Incaparina. La información corrió rápidamente en el pueblo, y de un día a otro de 11, pasaron a ser 60 estudiantes.

La biblioteca se convirtió en “un centro de convergencia, donde los niños resolvían casi todas las necesidades que tenían”, señala Lemus quien añade que desde entonces se creó una organización que está cambiando el futuro de la niñez en ese municipio.

Yo’o Guatemala

Yo’o en q’eqchi’ significa vamos. Hoy este programa tiene cuatro grandes ejes de ayuda: 1) Programas educativos 2) Salud y nutrición 3) Desarrollo personal y comunitario 4) Lecturas.

En el primero brindan becas escolares, tutorías y entrega de útiles escolares, a cambio de ecoladrillos que la niñez fabrica. En salud y nutrición hay programas de almuerzos para quienes tienen beca y para quienes no logran cubrir su alimentación, entregan alimentos con alta carga nutricional para ellos y su familia. Lemus señala que después de un mes pueden verse los cambios físicos en la niñez. También ofrecen teleconsultas médicas y charlas para abordar el tema de la menstruación.

En el tercer eje se enmarcan los diplomados, talleres y conferencias para crear liderazgo comunitario. Impulsan además escuelas de vacaciones para cubrir lo que en el año escolar no se logra abarcar. También, hay un programa de lectura que premia con un viaje a quienes completan los textos asignados.

Por último, en el cuarto eje existe la oportunidad para que las niñas y niños tengan un lugar para estar durante la semana. “Viven como mis hijos”, dice Lemus, quien se hace cargo de los niños y del convenio con sus padres para que puedan seguir estudiando.

La esperanza del futuro

“Mi niño bonito” es un programa a muy largo plazo, donde la primera promoción concluye en el año 2031 con estudiantes graduados a nivel medio. Esta iniciativa comienza becando bebés en sus primeros mil días con nutrición y educación hasta culminar sus estudios. Cada año incluyen a 12 niñas y niños que comienzan a ser cuidados en la guardería de Yo’o, durante el horario laboral de sus mamás.

En la guardería hace servicio comunitario la juventud becada. Se enseña crianza positiva para procurar que quienes a futuro decidan ser madres y padres puedan resolver los problemas familiares con diálogo y no con enojo.

Lemus califica este programa como “adictivo” pues asegura que le emociona mucho ver los resultados. Con “Mi niño bonito” se espera que el municipio tenga su primer instituto, esperan abrir diversificado, para que luego las y los jóvenes puedan optar a una beca universitaria y cambiar así, su futuro y el de su comunidad.

Si les interesa apoyar esta iniciativa pueden comunicarse a: 3008 -7945