Hoy, en medio de una pandemia de incertidumbres, las mujeres son quienes diariamente y sin descanso, hacen posible que la vida continúe, que haya comida y cobijo. Es así, no por que lo hayamos escogido, sino porque es un mandato que debemos cumplir. Como consecuencia de ese orden, las mujeres en el mundo desempeñan forzosamente trabajos domésticos sin salario que se les asignan como atributos naturales de femineidad.

Son miles las mujeres que en Guatemala se dedican a procurar el bienestar de otras personas. Y eso es necesario reconocerlo, así como recordar que las trabajadoras en casa particular son las más vulnerables, cuyos derechos siguen violándose, y que no cuentan con una ley que las proteja y les otorgue la posibilidad de trabajar con dignidad. Otro de los pendientes que el Estado tiene con las mujeres.

La violencia misógina, de odio y miedo a las mujeres, se traduce hoy en un panorama desolador de niñas violadas y forzadas a la maternidad. Sólo ese ejemplo refleja el grado de malestar social en que vivimos. Porque es absolutamente inaceptable que la niñez sea sometida a explotación sexual, con la indiferencia del Estado. Más bien es prueba irrefutable de su incapacidad para garantizar los derechos a todas las personas, que es -se supone- para lo que fue creado.

Pese al acoso y el menosprecio en todos los espacios, encontramos muchísimas mujeres luchadoras, como las juezas valientes que se desempeñan con cabalidad, las campesinas que cultivan alimentos, las médicas y enfermeras en los centros de salud, las maestras y docentes, las artesanas y artistas que trabajan para que la sociedad siga funcionando.

Es notoria la presencia, la calidad y la fuerza de las mujeres en los medios de comunicación que se atreven a descubrir los problemas que las corporaciones de noticias ocultan, como la violencia sexual. Todo lo que tiene que ver con la sexualidad en este país, está mediado por las creencias religiosas y las iglesias. De esa forma se falsea y esconde ese ámbito vital que nos constituye y nos potencia.

El pacto de caballeros pone la tapa sobre los crímenes que cometen sus congéneres.

Gracias a las mujeres valientes que se atreven a denunciar, declarar, acusar, perseguir y castigar la corrupción y todas sus secuelas, hoy la violencia contra las mujeres se nombra, se sabe cómo funciona y de dónde viene. Inclusive se han hecho leyes específicas para prevenirla. ¡Lo que no existe es voluntad para detenerla!

Feministas diversas y mujeres conscientes confirmamos nuestro compromiso de trabajar para que todas las niñas en Guatemala gocen su infancia con libertad, seguridad y en condiciones de desarrollar sus capacidades. Eso que aquí parece un sueño, es nuestro horizonte político.

Nuestra propuesta plantea la creación de espacios libres de violencias, donde las relaciones sean justas y equilibradas, tanto entre personas, como con el entorno. Estamos convencidas que es necesario erradicar todas las formas de violencia, empezando por nosotras mismas y nuestro alrededor. Liberarnos pasa por vivir sin violencias.