Pia Flores / laCuerda

Hace muchos años, el fotógrafo Klaus Bo hizo esta pregunta por primera vez. Perdió a una amiga cercana y en su duelo notó y comenzó a cuestionar las prácticas alrededor de la muerte en su país, Dinamarca. “El funeral fue corto, seguido por la reunión con café y pastel. Nadie hablaba de lo que estaba pasando, como si hubiéramos perdido el lenguaje alrededor de la muerte”.

Darse cuenta del tabú alrededor de la muerte en su propia cultura, motivó al fotógrafo a explorar las costumbres que giran en torno a la muerte en otras culturas. “No para copiarlas, pero pensé que a lo mejor podemos aprender algo, personalizar más el proceso y tal vez puede tener un efecto positivo en la forma que procesamos el duelo”, dice.

Así nació el proyecto “Muerto y vivo” un viaje visual de casi una década en el que Klaus Bo ha documentado las ceremonias y rituales de muerte en 12 países diferentes, como India, México, Nepal, Haití, Indonesia y Guatemala, donde le impresionó el simbolismo en el uso de los colores y la decoración en cementerios de Quiché y Sacatepéquez. En varias culturas del mundo, la muerte no es el fin sino otra parte de la existencia humana, y los fallecidos siguen siendo parte de y aportan a la coherencia social en la vida de los vivos. Justamente en estos contrastes entre las creencias y formas de percibir la vida, antes y después de la muerte, es donde parte la curiosidad del fotógrafo.

“La ciencia nos dice que no se puede comprobar que existe una vida después de la muerte, y eso tal vez le genera miedo en muchas personas. Pero al mismo tiempo no se puede comprobar lo contrario, así que a cada quien nos toca preguntarnos qué creemos”, concluye.

El trabajo completo de Klaus Bo está disponible en Instagram.