A finales de diciembre, Estefanía Bauer tomó a su hijo en sus brazos y huyó de una relación violenta de casi ocho años. Salió de México con rumbo a Guatemala, sin equipaje, sin documentos y con una intención: huir de su agresor antes de que fuera demasiado tarde. Esta es su historia y la de la pelea legal que enfrenta para no perder a su hijo. 

Kimberly López / laCuerda 

Después de casi un año de temor y silencio, Estefanía Bauer tomó la decisión de recorrer las calles de la ciudad pidiendo justicia. Es una mujer guatemalteca, madre de un niño y sobreviviente de violencia. 

En diciembre de 2019, Estefanía denunció ante las autoridades mexicanas a Edgar Alberto García Juárez, por violencia contra la mujer en diversas formas. Durante una relación que duró 8 años, cuenta, estuvo sujeta a violencia física, psicológica y económica por parte de su esposo y padre de su hijo. “Hubo violencia desde el noviazgo y fue creciendo después de casarnos”, relata. 

Con el paso del tiempo, las agresiones se volvieron más frecuentes y explícitas. En 2019, Estefanía y su agresor se mudaron a Cancún con la promesa de que la relación cambiaría. Sin embargo, durante 8 meses de estadía en México, los golpes, los gritos y las formas de manipulación económica incrementaron. “Durante varios meses no me daba ni un centavo, nunca me dejaba trabajar, no me dejaba hacer nada y me pisoteaba hasta lo más bajo porque para él yo no servía para nada. Los insultos y agresiones físicas eran algo de todo el tiempo”, dice. 

Estefanía permaneció en ese país en calidad de turista. Sin embargo, no dudó en buscar ayuda de las autoridades mexicanas para denunciar los maltratos de García Juárez. Desafortunadamente, no obtuvo la respuesta que esperaba. 

“No recibí apoyo de la Fiscalía de la Mujer ni de la policía, no sé si por ser extranjera pero me costó mucho que me tomaran la denuncia y me dijeron que me limitara a decir lo que pasó en México, porque lo demás no era de su incumbencia”, relata.

Las agresiones, por supuesto, ocurrieron no solo en territorio mexicano sino también en Guatemala y Estados Unidos, en donde nació su hijo, tras un embarazo de alto riesgo. 

Ante la justicia mexicana, Estefanía no sintió apoyo ni protección. Al contrario, asegura que creció la sensación de temor y vulnerabilidad. La denuncia solo encendió las alertas de García Juárez. Por ejemplo, instaló cámaras de vigilancia en la casa, evitaba que pudiera utilizar su vehículo para salir y escondió el acta de nacimiento y pasaporte del niño.

“Mi hermana viajó para hacerlo entrar en razón pero eso solo lo enojó más y cuando ella regresó, de pensar que otra vez me iba quedar sola, tomé la decisión de salir huyendo para salvar mi vida y la de mi hijo”, explica. 

Estefanía Bauer espera la resolución de un juzgado que decidirá si puede, o no, permanecer junto a su hijo.

“No estaba dispuesta a esperar que mi cuerpo apareciera por ahí” 

Lo que la impulsó a tomar un bus rumbo a Guatemala, con su hijo en brazos, fue la necesidad de proteger su vida y la de su hijo. 

“Yo estaba muy pisoteada pero sentí que ese era el momento de salvar mi vida, no estaba dispuesta a esperar que mi cuerpo apareciera por ahí”, comenta Estefanía. 

Desde febrero de este año, en la Fiscalía de la Mujer del Ministerio Público hay una denuncia interpuesta por Estefanía en contra de Edgar García. Luego de ser citada para dar su declaración, recibió medidas de seguridad pero no obtuvo más información sobre los avances de su caso. 

García, por su parte, activó una alerta en México por la desaparición de su hijo. También promovió una denuncia desde ese país ante la Procuraduría General de la Nación (PGN) por la supuesta sustracción del niño. “No hay sustracción, yo huí de mi casa para cuidar nuestras vidas, soy su mamá y no es un secuestro», responde Estefanía. 

Pese a las razones que la motivaron a salir huyendo de México, la PGN le dio trámite a la solicitud y ahora está en manos del juzgado de niñez y adolescencia, la decisión de repatriar al niño para que vuelva a México. 

En medio de la violencia que ella vivió, su hijo era testigo de los gritos, maltratos e insultos. Según Estefanía, él también vivía atemorizado a pesar de su corta edad. 

“Cuando el niño lloraba, él me decía que lo callara, que lo alejara de él; si se enfermaba, él se dormía sin ninguna preocupación, nunca le dedicaba tiempo. En ocasiones, le daba su pacha cuando empezaba a llorar pero lo hacía de forma agresiva, sin ninguna delicadeza”, relata. 

Con esos antecedentes, ella tiene la certeza de que su hijo no recibiría atención, ni cariño, al quedar bajo el cuidado de su padre. Estefanía espera que el caso logre una resolución favorable el 23 de noviembre, fecha en la que el juzgado decidirá sobre el futuro del niño.  Pase lo que pase, insiste, no permitirá que su hijo regrese al lugar violento del cual lograron escapar hace algunos meses.