Este 25 de noviembre, laCuerda entrevistó a cinco mujeres feministas sobre sus sueños y sus motivos para salir a las calles.

Francelia Solano/ laCuerda

Lenina García

“Apuesto por un futuro en el que las mujeres y las niñas podamos vivir en contextos libres de violencia y discriminación y en el que nuestros derechos sean reconocidos y se cumplan”, dice Lenina García, exdirigente estudiantil y educadora popular. Explica que le gustaría que este deseo se pudiera cumplir a corto plazo pero sabe que es un camino largo por recorrer ya que la violencia tiene raíces estructurales.

Lenina considera que el cambio debe empezar por dejar atrás los roles que se le asignan a las mujeres. “Se nos sigue viendo como objetos y en función de los demás”, apunta. Ella cree que la educación es el punto de partida y por ello las escuelas, los colegios y las universidades “deben ser una de las principales herramientas para erradicar la violencia”.

“Violencia no solo son golpes y gritos, también es la pobreza porque las mujeres no tenemos el mismo acceso a educación ni a un trabajo digno y se nos cierran muchas puertas”, señala.

Josseline VelMor

Josseline, una joven feminista, habla mientras de fondo se escucha el sonido de la marcha. Cuenta que está protestando por la realidad social y la represión estatal. En sus sueños, a corto plazo ve un presupuesto que tome en cuenta a las mujeres. “Este presupuesto es de hombres, hecho por hombres y por ello nuestras luchas se excluyen”, comenta.

En su visión de futuro hay mujeres tomando decisiones importantes para todas, en todos los espacios claves dentro del Estado. Espera que en “lugar de discursos políticos donde digan que nos cuidemos, nos den espacios seguros”.

Su sueño de otro país posible está ligado a la libertad necesaria para ser y estar sin temor al acoso o a la violencia de género y añora al mismo tiempo, que el país sea “un lugar donde a las mujeres no nos de miedo andar por las calles».

Karen Legrand

“Dignidad” es lo que reclama Karen para todas las mujeres. “Dignidad vista desde el punto de vista de oportunidades, salud, educación, seguridad y erradicación de la desigualdad”, explica. Para ella, una psicóloga comunitaria, no hay mayor meta en el feminismo que el que cada mujer pueda llegar a dónde se lo proponga sin tener que sortear más obstáculos solo por su género.

Tras un largo suspiro, cuando se le pregunta dentro de cuánto tiempo se logrará esto, responde que es triste pensar en ello pues “los derechos no deberían ser una utopía, deberían ser algo al alcance de todas”. Sabe que hay una estructura machista y patriarcal enraizada en la sociedad guatemalteca y que cambiarla será un proceso largo pero no por ello hay que renunciar a la lucha.

Su esperanza es ver que a nivel latinoamericano, se están gestando grandes liderazgos feministas que le hacen estar segura que “el presente y el futuro es femenino”.

Ana Saenz

Saenz, ex secretaria de género de la Asociación de Estudiantes Universitarios de la USAC (AEU), ha visto a través de su trabajo en esta agrupación estudiantil, que la violencia contra las mujeres trunca su futuro. Cuenta que cuando trabajó en el “Estudio Exploratorio sobre Acoso Sexual en la Universidad de San Carlos de Guatemala: Evidencias para la toma de decisiones” se dio cuenta que decenas de mujeres tenían que dejar la educación superior y renunciar a un futuro por culpa de maestros acosadores. Por ello sueña con que todas tengan acceso a educación, sin el miedo a que denunciar implique no terminar sus carreras.

También anhela que las mujeres aprendan a reconocer la violencia ejercida por sus parejas. Explica que tiene algunas amigas que están en relaciones abusivas, donde las controlan. Cree que si todas tuvieran más herramientas para identificar estas señales, sería posible el sueño de relaciones sanas.

Concluye que “los Estados tienen la responsabilidad de eliminar la violencia contra la mujer” y que el verdadero cambio comienza reformando el sistema desde su raíz.

Alejandra Teleguario

Para Teleguario, activista de la colectiva BeRadFem Xela, un futuro sin violencia contra las mujeres comienza con la autonomía de los cuerpos y del ejercicio libre de los derechos sexuales y reproductivos; inicia eliminando todos los estigmas alrededor de los cuerpos de las mujeres y erradicando la hipersexualización de estos. Asegura que en el presente “asusta mucho ver a una mujer empoderada y dueña de su cuerpo”, por eso es un acto revolucionario.

Considera preocupante que en la actualidad “90 mil niñas y adolescentes son madres” y es una muestra de que falta un largo camino por recorrer. Asegura que los hombres podrían empezar a gestar cambios desde la autoconciencia, autoconocimiento y autoconstrucción. “Si los hombres dejasen de replicar prácticas machistas permitirían un camino seguro para un futuro feminista”, comenta.

“¿El Estado puede ser un aliado?”, se pregunta a sí misma. Espera que en un futuro sí lo sea, esa es la razón por la que trabaja y protesta.