Hace 70 años, por primera vez, las mujeres guatemaltecas tuvieron el derecho de votar y fueron reconocidas como ciudadanas. Entre el 10 y el 12 de noviembre de 1950 fueron las primeras elecciones donde participaron, luego de una lucha de seis años. Hoy las honramos a ellas, a su historia, luchas y logros.

Francelia Solano / laCuerda

Hoy, tener un Documento Personal de Identificación (DPI) a los 18 años y poder votar es algo común. Por mucho tiempo ese fue un derecho negado por el sistema patriarcal. Hace 70 años era algo por lo que se debía luchar.

El derecho al voto fue dado a algunas mujeres por la Constitución de la República Federal de Centroamérica en 1921. Era un gran adelanto en derechos civiles en la región latinoamericana. Centroamérica estuvo entre los tres primeros países de la región en reconocerlo. Sin embargo, era un voto diferenciado, pues para los hombres alfabetos el voto era secreto y obligatorio, para los hombres analfabetos público y obligatorio y para las mujeres alfabetas, era secreto, pero optativo.

Cuando la república fracasó, este derecho fue anulado y las mujeres tuvieron prohibido votar. El sistema predominantemente machista consideraba que eran fácilmente influenciables por la iglesia y sus esposos. Por ello existía una resistencia al voto de las mujeres, y la posibilidad de ser electas aún era muy lejana. Fue ahí donde nació el movimiento sufragista guatemalteco.

Las mujeres que lucharon

Decir que el movimiento sufragista en Guatemala comenzó con una tesis parece arriesgado, pero es cierto. La tesis está en la Universidad de San Carlos de Guatemala y la realizó Graciela Quan. El nombre es Ciudadanía opcional para la mujer guatemalteca y con ésta Quan logró ser la primera mujer en graduarse de abogada en el país, en 1942.

Dicha tesis fue parte esencial de un movimiento sufragista llamado “Unión Femenina Guatemalteca Pro-Ciudadanía”, fundado a finales de 1944, que estaba integrado por periodistas, universitarias y escritoras, principalmente. El movimiento comenzó luego del triunfo de la Revolución de 1944. Las mujeres se unieron para tratar temas que les afectaban y buscaban que su voto estuviera reconocido en la Constitución. El grupo estaba integrado por Angelina Acuña de Castañeda, Gloria Méndez Mina de Padilla, Irene de Peyré, Elisa Hall de Asturias, Rosa de Mora y Berta Corleto.

Quan más tarde fue asesora en temas sociales de Carlos Castillo Armas, también fue delegada de la Organización de las Naciones Unidas y fundadora de Altrusa Internacional, una asociación que ayudó a dar estudios a niñas con dificultades económicas.

Fue por esta lucha que las mujeres, que sabían leer y escribir, lograron obtener el voto en la Constitución de 1945, donde solo cinco de los 10 partidos en la asamblea votaron para que se les permitiera el voto. Aún así el voto continuaba siendo un privilegio de pocas. Solamente se les permitía votar a las letradas que eran muy pocas en ese tiempo.

Las mujeres eran la población que menos educación recibía en ese momento debido a que eran relegadas al rol de cuidadoras o madres. En su mayoría, las “profesionistas” eran generalmente de clase media o alta y el porcentaje de indígenas era aún más bajo. Es por ello que, aunque no se restringió el voto de la mujer indígena, las posibilidades de poder votar para ellas eran casi nulas.

Con estas limitaciones, las mujeres llegaron a las urnas en noviembre de 1948 cuando se realizaron las elecciones para renovar a la mitad de los miembros de la Asamblea Legislativa (34 diputados). Según el diario El Imparcial alrededor de 61 mil personas acudieron a votar ese día, de estas solamente 6 mil eran mujeres.

El voto universal

El voto universal se fue forjando poco a poco. Para 1950 algunas mujeres que podían leer y escribir votaron por primera vez. Con este voto en las elecciones presidenciales, resultó ganador Jacobo Árbenz Guzmán. Fue hasta 1965 que las mujeres alcanzaron el reconocimiento total de este derecho con el voto universal. Esto significó que ya eran ciudadanas guatemaltecas y tenían el derecho a elegir y ser electas. No se “ganaron” algo, solo consiguieron los derechos que siempre les pertenecieron.

En 1965 la primera mujer llegó al Congreso: Rosa Castañeda de Mora. Zacapaneca que aprendió a leer en casa y no tuvo educación formal. Fue nombrada como mujer del año por el diario Prensa Libre en 1955. Fue fundadora de la Casa del Niño y la Liga Nacional Contra la Tuberculosis, también fue integrante activa de la Universidad Popular. Todo esto hizo que gozara de simpatía entre la población.

Pese a los logros, las mujeres vivieron a la sombra de políticas hechas por hombres para hombres durante mucho tiempo. Desde 1965 a 1982, solamente seis mujeres llegaron al Congreso, además de Mora: Blanca Luz Molina (1966); María Teresa Fernández de Grotewold (1970); Marina Marroquín Milla y Grace Hernández Sigui de Zirión (1974); y Dolores Yurrita Gringnard (1978).

En 1985, en las elecciones que dieron paso a la era democrática, las cosas comenzaron a cambiar cuando siete mujeres llegaron al Congreso, entre ellas la primera mujer indígena, Ana María Xuyá.

En 1991 Catalina Soberanis se convirtió en la primera mujer en presidir el Congreso. Fue un hecho histórico que solo se ha vuelto a repetir en una ocasión. Dos años más tarde una mujer llegó a la presidencia de la Corte Suprema de Justicia, María Luisa Beltranena Valladares. Además de que en el ejecutivo el 14.3 por ciento de las mujeres eran ministras y el mismo porcentaje eran viceministras.

Aún hay un largo camino por recorrer. De los 14 ministerios en el ejecutivo, solamente dos son presididos por mujeres. En el Congreso menos del 20 por ciento de las diputaciones son ocupadas por mujeres. Los cargos son pocos pese a que en las elecciones de 2019 las mujeres representaron el 54 por ciento de los votos.