Pia Flores / laCuerda

“Vamos a hacer un ejercicio”, dice Pamela Flores con una sonrisa detrás de la mascarilla al ver la dudosa mirada de esta periodista desprevenida. Pide que me acueste sobre la banca de piedra en un rincón verde del centro histórico donde nos reunimos para platicar sobre la música como un medio de sanación.

Pamela coloca su chelo en mi abdomen. “Voy a tocar una nota y tú vas a enfocarte en el sonido, en esa energía, y vas a visualizar el color naranja, que es el color del chakra que queda en el área del útero”, explica pacientemente. La nota es un re. Un sonido profundo y solemne que nace del contacto de las serdas del arco con las cuerdas del chelo. Se transforma en energía vibrante que se transmite a través de la madera. La sensación que deja es vitalizante. Como una recarga de energía.

Es una de las diferentes meditaciones que Pamela Flores practica, como ejercicio espiritual y terapéutico. Tienen en común que parten de la concentración en las siete chakras –puntos energéticos en diferentes partes del cuerpo según el hinduismo– y sus colores, y, sobre todo, el sonido. Es una meditación multidimensional. La convergencia entre lo físico, lo sonoro y lo visual.

“Hay ejercicios como éste [que hicimos] donde te cargas de energía positiva, es como meterse luz. Pero también hay otra forma, que es catártica, donde estás sacando todo lo negativo, aquello que por alguna razón se te imposibilita expresar. A través de la música se puede expresar lo que uno siente, de otra forma, en un lenguaje, quizás, más poético. Para mí ese fue mi primer proceso, usar la música como un método catártico”.

La música ha tenido un rol especial e importante en la vida de la chelista desde niña. Estudió música y aparte de componer para publicar tres discos propios, colaboró como chelista para la película guatemalteca La Llorona. Fue algo natural, que la música o el sonido, también formaran parte de su proceso de sanación como sobreviviente de violencia.

En septiembre de 2019 después de haber guardado silencio durante casi una década, Pamela Flores denunció públicamente la violencia de la que fue víctima por parte de Paulo Alvarado, músico guatemalteco.

“Yo experimenté con diferentes métodos. Hay gente que usa cristales, cantos, hay muchas formas. Quizás porque soy música yo conecto con el sonido. Los tibetanos hacen sonar una campana con la nota del chakra que está fluctuante. Como que te afinan, literalmente. Yo no uso campanas, mi chelo es mi instrumento, mi herramienta”, dice la música que hoy tiene 28 años.

Sanarse es liberarse

Pamela comparte su experiencia con mucha emoción. Aunque el universo sonoro es elemental para ella, enfatiza que el método no es lo importante, sino que el aprendizaje más grande es reconocer el potencial enorme que tenemos las personas para auto sanar luego de experiencias negativas o como una forma de prevenir ansiedad o estrés. Lo describe como la anatomía energética. “Nosotros generamos energía, por ejemplo con nuestros pensamientos. Si estamos en contacto constante con cosas negativas podemos acumular energía negativa. Esas energías afectan nuestro cuerpo físico. El paso de la sanación es tal vez darnos cuenta que podemos transformar esa energía en positiva, y así autosanar en lo físico y en lo espiritual”.

Esa relación entre la salud mental y el bienestar físico ha sido documentada y se reconoce sobre todo en sus efectos negativos. Por ejemplo, la psicosomatización, la manifestación de síntomas físicos como resultado de algún estado psicológico, es común. El estrés prolongado, la ansiedad o la depresión pueden manifestarse en padecimientos físicos como parálisis facial, gastritis, problemas con la vista, dolores del cuerpo, problemas digestivos o dificultad con respirar.

“Cuando he tenido momentos de incertidumbre, me siento ansiosa o tensa, hago estos ejercicios. Me siento afinada. Hasta mi intuición fluye mejor y me dan energía y claridad sobre mis objetivos del día por muy sencillos que sean. Aunque sea que tenga que ir al banco a hacer algún pago”, dice bromeando.

Es un acto de amor propio. Para Pamela también es un acto político. Sanarse requiere de una decisión consciente de volver a empoderarse y liberarse del papel de víctima que un agresor impuso sobre ella. Por eso, enfatiza que la sanación es procesual, es un esfuerzo constante de mantener el control sobre su vida y no dejar que algo externo le afecte. “Necesitamos salir del plan de víctima, yo también lo tuve que hacer. Como alguien que ha vivido experiencias traumáticas, nos cuesta salir del papel de víctima, tal vez en años o toda la vida. Es un proceso. La sanación no es de un día para otro, como tomarse una pastilla para la gripe. Pero hacernos conscientes de que podemos auto sanarnos y transformar esas energías es el primer paso. Esto nos empodera.”

El cambio es notable. En 2019 las experiencias del pasado aún hicieron temblar su cuerpo mientras hablaba, la ansiedad aún permeaba su espíritu. Ya no. Hoy le rodea una serenidad que parece inamovible detrás de su sonrisa segura. “No me canso de decir lo diferente que se siente poder disfrutar de algo sin estar cargando todo esto. Lo pude soltar y doy gracias al universo por eso. Hoy es otra Pamela que no había salido durante mucho tiempo. Es re lindo volver a encontrarse. Cualquier persona que sobrevivió violencia, lo mínimo que merece es recordar cómo reír. Merece volver a ser feliz”.