Francelia Solano / laCuerda
En un país machista, como Guatemala, por muchos años se consideró que manejar moto era una actividad exclusiva para hombres. Poco a poco esa realidad ha ido cambiando y cada vez son más las mujeres al volante. Lo hacen por su movilidad, pero también para intentar huir del acoso que las persigue.
Para entender la situación que enfrentan las mujeres motoristas conversamos con Yozelin Arévalo y Ángela Monroy, ambas tienen menos de cinco años de manejar moto y lo han hecho como una alternativa que les diera más seguridad.
Yozelin es maestra de educación primaria y tiene 26 años. Recuerda que sus papás le compraron una moto para que no tuviera que caminar casi 15 minutos en una calle solitaria, pues en el lugar donde vive el transporte público es de difícil acceso. La moto le da libertad para movilizarse, pero aun así la persigue el acoso callejero.
Ángela Monroy tiene 23 años. También optó por este medio de transporte cuando se cansó de ser acosada, no solo en las calles sino en el transporte público, en donde el exceso de la carga de usuarios suele ser aprovechada por los abusadores. Ya en el volante, ambas descubrieron que no podían escapar del problema del acoso. Que va desde miradas lascivas de los motociclistas hasta “pláticas” incómodas en los semáforos en rojo. El problema es tal que no tienen libertad para vestirse como quieren. Yozelin cuenta, por ejemplo, que usar falda, short o leggins está casi prohibido. Lo mejor es siempre usar pantalón para disminuir la probabilidad de ser acosada.
Angela, por su parte, señala que lo más común es que se acerquen mucho a la moto de la mujer. Ante la situación, el miedo es la reacción normal, pues no saben cuáles son las verdaderas intenciones. Ante el peligro, entre las mismas motoristas intentan cuidarse unas a otras.
Tanto Arévalo como Monroy coinciden en que es lamentable que las mujeres tengan que buscar alternativas de transporte para no ser acosadas.