de Giusi Palomba, traducido por Simone Scaffidi, desde Pasionaria
Muchas feministas han sido atacadas por expresar condolencias, porque Diego era un hombre violento.
El asunto, sin embargo, es más complejo de lo que parece.
“Se nos fue” Diego, Diego Armando Maradona se fue.
De sus prodigios, de sus misterios impenetrables para la mayoría, de su intimidad alegre y combativa con los pueblos condenados de la tierra, se continuarán escribiendo palabras apasionadas durante años, a pesar del fastidio de los poderosos.
Millones de personas lloran por él, esto estaba previsto, pero para algunas ha sido un luto complicado.
Estamos hablando de las mujeres que lo reconocen como un ídolo popular, y para las cuales, estos días, no se han reservado palabras muy tiernas.
Abrir espacios sanos de discusión puede ser útil para restar ciertos sentimientos, tan fuertes y complicados, de la voracidad de las polémicas de estos tiempos.
Mientras la voz de Hebe de Bonafini, de la Asociación Madres de Plaza de Mayo (que desde la década de 1970 pide justicia para los desaparecidos de la dictadura militar argentina), trató de calentar muchos corazones saludando a Diego como a un hijo (“Ya no nos pertenece, pertenece al mundo y el mundo recordará a Diego por ser fiel a los humildes, como cuando eligió jugar en Nápoles”), muchas mujeres de la misma Nápoles, sobre todo feministas, fueron llamadas a explicar o condenar su tristeza, por considerarse inaceptable.
Los ataques contenían acusaciones más o menos feroces por defender a un hombre violento, un machista, además de drogadicto, evasor de impuestos y mafioso.
No se trata de impedir lo que alguna pueda sentir por la muerte de alguien que – libremente – se considere una bala perdida, sino de la condición de tener que defenderse de ataques feroces en un momento de luto colectivo.
¿Puede una feminista llorar a Maradona?
Los agujeros negros de la vida de Diego no son nada que quien llore por él no conozca – y con lo cual tuvo que lidiar mucho antes de su luto – parece necesario decir también eso. Y, además, no es un secreto, nada que ya no fuera claro, o por lo cual faltasen oportunidades de intercambio, aunque fuera solamente paseando por Nápoles, algo que, en los últimos años, dado el boom de visitantes, debió haberle pasado a mucha gente.
A menos que estas visitas no hayan sido solo turismo – oportunidades para consumir ese disfrute que la gentrificación transforma en museo dejando que la gente crea que está ahí solo para su uso y que ya no pertenece a los que viven en la ciudad – no se puede no haber notado que Diego es parte fundamental de la memoria popular de Nápoles también en vida, y no producto del folclore. Y nos guste o no, esa memoria pertenece a cualquiera.
El día de su luto ha sido entonces un día natural para expresarse y externar la contradicción ya presente para muchas.
Las mujeres de Ni una menos – Napoles apelaron al artículo ¿Por qué queremos tanto al Diego si somos feministas? de Camila Parod, Lisbeth Montana y Nadia Fink, donde se expresa un concepto fundamental: “Si hablamos de Diego, hablamos del pueblo”. La premisa del texto (traducido en italiano por Alice Rizzo y Francesca de Rosa, y retomado por Dinamo Press y DaQui), es esta: “Hemos decidido traducir este texto en este día que a much*s nos cuesta enfrentar, no porque busquemos respuestas, sino para plantearnos nuevas preguntas que, como siempre, flotan en un mar de contradicciones. Las contradicciones no nos asustan, al contrario, nos empujan a contarnos, porque nos habitan en lo cotidiano, a contar nuestra historia, como siempre, desde una perspectiva «terrona» (NdT, «desde el sur», el término «terrone» en italiano es y ha sido utilizado como despectivo hacia las personas del sur de Italia que migran hacia el norte)”.
La cantante chilena Ana Tijoux, autora de «Antipatriarca«, banda sonora de muchos desfiles feministas, se ha preguntado si quien la ha atacado nunca ha tenido una relación tóxica con amigos, padres y novios, y ha afirmado: «Tengo 43 años y tengo herramientas para analizar y protegerme. Digo esto porque se habla contra la violencia y me atrevo a decir que gran parte – no todo – que he podido leer es de nuevo violencia. ¿Pensaron en todas las personas que no tienen las herramientas para ver estas violencias?” […] Yo escribí Antipatriarca y la siento cada vez que la canto. Eso nadie me lo puedo cuestionar solo yo al mirarme en mi intimidad».
Mónica Santino, argentina, directora técnica de fútbol femenino declaró: «Diego era nuestro, profundamente villero, profundamente de barrio, y eso tiene una conexión con el feminismo popular indestructible».
Ro Ferrer, ilustradora feminista y comunicadora, en uno de sus dibujos, amablemente concedido para este artículo, muestra a una niña que ama el fútbol pidiendo “déjame llorar”. No estuvo libre de polémica y respondió de la siguiente manera: “Lo que más me preocupó es lo que sentí, el hecho de haber posteado este dolor hacia Maradona automáticamente les permitió negar todo el recorrido que yo hice hasta acá, incluso ese mismo día. Porque, por ejemplo, ese mismo día a la mañana hice un montón de dibujos con respecto al 25 de noviembre (Día Internacional de Eliminación de la Violencia contra las Mujeres). Y ese mismo día mis propias compañeras me estaban diciendo qué no podía sentir y qué no podía decir. […] Maradona significa mi niñez y mi adolescencia […] En aquel momento no teníamos muchas referentes mujeres, lesbianas, travestis, trans, así que los hombres que tenía como referencias eran parte constituyente de mi personalidad […] Cuando posteé el dibujo yo sentí el instante previo al ataque, cuando ya sabés que van a venir. Pero yo no me quiero callar. El “no me callo más” es para todos lados, no hacia afuera solamente (por el movimiento también). Y no me pasó a mi sola. Entonces, ¿no se les ocurre pensar que hay algo que no están viendo?”.
Georgina Orellano Ammar, de El Sindicato de trabajadorxs sexuales de Argentina pregunta: «Qué tanto de popular e interseccional nos falta a nuestros feminismos hermanas para comprender un poco lo que te genera un Maradona y poder acercarte un cachito nomás al dolor popular”.
La periodista feminista Analía Fernández Fuks agregó: “Abordar la figura de Maradona desde los feminismos incluye pensar en un feminismo interseccional. No solo estamos hablando de género, me parece importantísimo poder mirar la raza, la etnia, la clase, la edad. Y en este caso se trata de justamente pensar a Maradona desde los feminismos populares”.
Y muchas otras, expuestas y no, muchas mujeres del pueblo, anónimas, quizás no politizadas, alejadas de las organizaciones y de los reflectores, han recibido una atención sin precedentes. Solo un ejemplo, muchas mujeres argentinas migrantes en Barcelona. Lástima que sea una atención difícilmente reservada, como ellas mismas expresan en muchos comentarios en las redes sociales, a sus solicitudes de mejores condiciones laborales, quizás al servicio de las mismas mujeres que las atacan, o porque su condición de migrante no les permite vivir como todas las demás.
El clasismo y el racismo que no se quiere ver
Estos ataques parecen revelar muchas cosas, pero en particular un punto, un nudo, con una claridad que, desde una cierta posición, se puede sin duda decir cristalina: la absoluta extrañeza de muchas personas blancas de los nortes globales, y que en muchos casos se definen interseccionales, a los dolores de los sures del mundo. Y, en consecuencia, al valor crucial de la alegría, de la revancha y de la redención de esos dolores.
Esta extrañeza, este distanciamiento total de la realidad material de esos márgenes (los sures que, en esta época de inmensas emigraciones, pueden existir también en las capitales más ricas del norte), va más allá del caso específico, y cuenta precisamente una forma de hacer activismo que sistemáticamente niega las pasiones y los sentimientos, esos dolores y esas alegrías, nacidas en jaque de opresiones que no consiguen ver.
Porque es evidente que en los márgenes existen matices que, en el centro, incluso con las mejores intenciones, se escapan irremediablemente. Y esto se siente más en los momentos en que los matices conquistan temporalmente el centro del discurso.
Ser irrelevantes frente a un feminismo que se alimenta de reducciones y simplificaciones, que ve al patriarcado como un monolito sin ninguna implicación en la realidad, es una condición que los feminismos negros y latinos nos cuentan a menudo, solo por dar un ejemplo.
Aunque a veces se citan de forma abstracta y hasta el punto que pasan de moda, estas elaboraciones se ven por lo que son: fatigosas y muy incómodas de actuar en la vida cotidiana, pero si solamente entraran más a menudo entre los saberes compartidos, no estaríamos aquí gastando tantas palabras por algo que es obvio para algunos ojos, y para otros absolutamente inexplicable.
Un feminismo que niega los sures, y sobre todo a las mujeres de los sures, tiene una dificultad extrema para entender la solidaridad comunitaria, incluso aquella sin fronteras precisas que ahora acoge a Diego incluso después de su muerte. Y suena muy mal que, al atacar a las mujeres de luto, muchas de ellas son argentinas, podamos pensar que podemos enseñar el feminismo a países que llevan dentro las contradicciones más agudas, y de donde nacieron las semillas de las movilizaciones globales, exactamente por qué (y no a pesar de) impregnados de un machismo vivo, lugares en donde el feminismo se hizo tan fuerte que ya no ha sido posible ignorarlo.
Los mismos lugares donde está muy claro que las personas que más quieres, las amistades y compañerxs que están a tu lado, podrían convertirse en grandes desconsideradxs. Y te esperarías que se sometan de alguna manera a su propia comunidad, pero ciertamente no a los sistemas de opresión capitalista, racista, colonial, imperialista, habilista que también pesan sobre ti y están muy presentes en ti.
Estos son los prerrequisitos de un feminismo que también logre ser popular, a veces indecoroso, impresentable e imperfecto, de una interseccionalidad también hecha de profundas decepciones, pero nunca de doctrinas, como lo tenía tremendamente claro quien, en un momento vulnerable, incluso al no vivirlo en primera persona, supo mostrar su solidaridad sin excitación.
Las mujeres de El Telar. Comunidad de Pensamiento Feminista Latinoamericano, colectivo de investigadoras y militantes por la educación pública y los feminismos, en una nota escrita a raíz de los ataques recibidos titulada «De pasiones políticamente incorrectas por ciertos feminismos» y publicada en La Tinta plantea preguntas como: “¿Será que los feminismos pueden respetarse en su pluralidad de modos de pretender el cambio social? ¿Será que podremos dejar de unir toda práctica de violencia como patológica y comprenderla como emergente de una estructura social que es más grande que un individuo?”
Y vuelve la pregunta crucial: «Vos, ¿podés sentirte ajenx al dolor que hoy atraviesa el mundo entero?”
Y si estas palabras, desde abajo, resuenan con tanta fuerza y hablan un lenguaje inteligible a cuerpos/territorios tan distantes, no es en absoluto por casualidad. Vuelve la pregunta planteada por Ro Ferrer: «¿Será que hay algo que no están viendo?».
Si la respuesta es no, no importa.
Tendrán sus razones, óptimas o terribles, esas razones hablarán de sus posiciones políticas, de sus orígenes o experiencias.
La rabia, también esa, seguirá siendo válida, sin la necesidad de un permiso.
No será una feminista la que les diga qué tienen que sentir.