Pia Flores/ laCuerda

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Desde marzo de 2019, el gobierno de Guatemala implementó varias medidas y restricciones para prevenir la propagación de la Covid-19. Entre ellas, el confinamiento voluntario, el uso de mascarillas, toques de queda, ley seca y también suspensión de clases presenciales en todas las instituciones educativas del país. De un día para otro, las puertas de escuelas, colegios e institutos cerraron, y se abrieron aulas virtuales para las y los estudiantes con acceso a internet.

Pero la niñez y adolescencia no está sola en el ciberespacio. Depredadores sexuales, que se aprovechan del acceso e información de niñas, niños y adolescentes (NNA) en redes sociales, del escudo de la pantalla y de perfiles falsos, también invadieron los espacios virtuales.

Hablamos con Mynor Pinto, agente de la Fiscalía contra la Trata de Personas, y con Carolina Escobar Sarti, directora de La Alianza, para entender cuáles con los riesgos actuales que enfrentan NNA en el ciberespacio, y cuáles son las alertas a las que deberíamos estar atentas.

En los años más recientes, la fiscalía contra la Trata de Personas del Ministerio Público (MP) ha visto un aumento general en los casos de explotación sexual y pornografía infantil, específicamente de abuso sexual infantil en línea, en los cuales los agresores han captado a sus víctimas en redes, asegura Mynor Pinto, quien resalta que, durante la pandemia, por la modalidad, han sido aún más. “Los casos son grotescos.  Detrás de cada fotografía, hay un abuso sexual, una explotación sexual de un menor que tiene su imagen viralizada por todo el mundo. Es un gran problema que con muchas plataformas no hay ningún control parental, y que es raro que los padres supervisen”, asegura el fiscal.

Aparte de los riesgos que implica que las y los jóvenes naveguen en el ciberespacio sin suficiente conocimiento y supervisión, la situación se agrava por la falta de legislación adecuada en Guatemala, por ejemplo, para obligar a los proveedores a guardar la información de las personas usuarias que, en caso de un abuso o explotación sexual, puede servir para identificar y ubicar al agresor.

Pinto comparte algunos de los patrones y riesgos, que la fiscalía ha logrado identificar en los casos que han trabajado.  Explica que existen cuatro etapas de conducta del depredador:

La confianza

El primer paso del agresor es establecer contacto y confianza con su víctima. Necesita que le acepten las solicitudes en redes sociales, sitios, correos o juegos en línea. El fiscal resalta que esta última es una modalidad muy utilizada ahora, y que recientemente se logró sentenciar a un hombre de Huehuetenango a 16 años de prisión por captar a niños de diferentes partes del mundo, a través de un juego en Xbox.

“La víctima muchas veces cree que el depredador tiene su misma edad, que es una persona del sexo contrario, y desde el momento que hay confianza y cree que se están enamorando, le envía sus fotos y pierde el control de su imagen”, explica.

El fiscal hace referencia a un estudio realizado por la Fundación Sobrevivientes en 2016, entre NNA y sus padres, en diferentes departamentos de Guatemala, que mostró que no solo NNA, en muchas ocasiones, desconocen quiénes están detrás de los perfiles de las personas con las interactúan en redes sociales; solo 17 por ciento conocían las configuraciones de seguridad.  Además, el 65 por ciento de madres y padres no sabían qué es control parental.

La conducta para acercarse a una NNA con la intención de establecer un vínculo emocional y abusar, también se conoce como ‘grooming’1, y es utilizado tanto en el mundo físico como virtual. Pinto señala que en Guatemala esto representa otro vacío legal, ya que no es tipificado como delito. Es decir, a pesar de todo el proceso engañoso por parte del agresor de preparar a la víctima para que ceda a, por ejemplo, enviarle un video o una foto, no es delito hasta que el abuso y el daño más grave ya ocurrió, pese a la violencia psicológica que precedió.

La información

Cuando una persona acepta una solicitud, el agresor comienza a escanear, a través del correo electrónico, en qué otras redes está para buscar más información. El fiscal alerta que uno de los grandes riesgos es el uso constante de la internet y la información que comparten sobre sus actividades, junto con la geolocalización. “El adolescente pierde la privacidad del contenido de su perfil, porque al final todo el mundo sabe quién es, en dónde vive, en qué colegio está.  Esto lo usan los depredadores en las fases cuando enganchan a los adolescentes”, señala Pinto.

Esa información y la geolocalización en los celulares permite a los agresores identificar y controlar las rutinas de la víctima, sin ni siquiera salir de su casa.

El enganche

En esta fase el agresor, con la confianza e información que recopila, buscará que la NNA se desinhiba. “De tal manera que cuando le pida algo, lo acepten y crean en él porque ya se ganó la confianza; ya tiene información y habla el mismo ‘idioma’ que su víctima”. Pinto da algunos ejemplos: apuestas para tomarse fotos sin ropa o pedir imágenes a cambio de regalar beneficios en los juegos virtuales, como vidas o artefactos que necesitan para subir de nivel.

La extorsión

“Esa es la peor etapa de todas”, afirma el fiscal.  Explica que, si en algún momento la víctima se siente incómoda con la situación e intenta ponerle fin, el agresor amenaza con utilizar la información de las primeras tres etapas para extorsionarla. “Por ejemplo, ‘Si no me envías más fotos, comparto las que me enviaste con tus contactos, con tu mamá, a tu maestra, a toda la clase del colegio’. O, ‘Y si se lo dices a tu mamá, te voy a mandar a matar a ti o a tu familia’”, relata Pinto, quien explica que, en el caso del agresor en Huehuetenango, éste obtuvo, durante dos años, material de un niño de 12 años en España, que llegó a estar al borde del suicidio.   

Alertas

Un abuso sexual virtual, puede tener las mismas repercusiones que las agresiones físicas. Por ejemplo, que la NNA sienta vergüenza y culpabilidad, se aísle y sienta miedo cuando el agresor amenaza para que no alerte a las personas más cercanas sobre lo qué está ocurriendo.

En 2019 una niña de 14 años de Sololá intentó suicidarse luego de dos meses de sufrir extorsión por parte de un hombre de 40 años, quien le había solicitado amistad en Facebook desde un perfil falso llamado ‘Pony’. Bajo engaños desarrollaron una relación de confianza.  Conforme avanzaba la amistad, ‘Pony’ comenzó a pedirle fotos cada vez más íntimas, hasta que con amenazas la obligó a enviarle imagénes y videos de contenido pornográfico. La madre se enteró hasta cuando su hija intentó quitarse la vida; presentó una denuncia al MP el 26 de noviembre de 2019 y el 7 de mayo de 2020 el hombre detrás del perfil falso, Carlos Andrés Morales Tol, fue capturado.

“Es importante que exista confianza.  Eso es algo básico, que hay que fomentarlo en las familias”, explica Carolina Escobar Sarti, directora de La Alianza, asociación que trabaja con niñas y adolescentes que fueron víctimas de violencia sexual y trata de personas. Escobar Sarti resalta que la confianza, entre niñas, niños y adolescentes y sus madres y padres, es esencial sobre todo para que puedan avisarles o preguntarles en caso de que ocurra algo que les genere incomodidad o les parezca extraño.

La entrevistada recomienda a las madres y los padres estar atentos siempre a los patrones de uso de redes sociales de sus hijas e hijos, por ejemplo, la cantidad de horas que se conectan o incluso sus salidas, si son NNA que van a sitios de internet en su comunidad; además tener acceso a las contraseñas, especialmente si son menores de 12 años. Además propone, a través de la comunicación abierta, establecer acuerdos y reglas sobre horarios para estar en redes sociales o juegos en línea. Por lo mismo, dice Sarti, es importante que tampoco tengan miedo de monitorear de cerca las actividades de sus hijas e hijos.

“A veces a los padres les da pena controlar o supervisar, porque no quieren tener conflictos con sus hijos. Pero es mejor, aunque su hija o hijo se enoje, que luego enfrentar un abuso por no supervisar”, afirma Sarti. Pese a que sea un tema que incomoda, es necesario que madres y padres tengan confianza para hablar abiertamente con sus hijas e hijos para enseñarles a nunca compartir fotos o videos íntimos, ni suyos ni de otras personas; e insta a que si sospechan que algo les ocurre, pregunten sin pena qué les está afectando.

En este sentido, la directora de La Alianza comparte algunas alertas que podrían ser señal de que una niña, niño o adolescente esté viviendo alguna situación fuera de lo normal:

  • Cambios de estado de ánimo: presentan síntomas de depresión, angustia, tensión o miedo, especialmente luego de estar en el café de internet o usar redes sociales.
  • Alteraciones en sus patrones de sueño: duermen con interrupciones, sufren de pesadillas.
  • Regresión: de repente vuelven a mojar la cama en la noche, tienen miedo a la oscuridad o a separarse de sus madres y padres, u otras conductas que corresponden a una etapa más temprana en su desarrollo.
  • Conductas violentas o asexuadas que no corresponden a su edad: que manifiestan a través de dibujos o juegos.
  • Temor: a algunos lugares o personas que antes eran de confianza y ahora les generan miedo o se aíslan.

“Lo más importante es siempre escucharles y nunca, nunca dudar si en algún momento una niña comparte que le pasó algo o alguien le hizo daño. Siempre hay que creer en las y los niños”, afirma Sarti.

¿Dónde acudir?

Las siguientes organizaciones ofrecen asesoría, apoyo y acompañamiento en casos de un posible abuso:

La Alianza: 2250-5151

El Refugio de la Niñez: 2294-6200

Mujeres Transformando el Mundo (MTM): 2221-3030 / 3102-3870 / 3099-5663

Para denunciar un abuso o agresión se puede llamar a los siguientes números:

Ministerio Público (MP): 1572

Policía Nacional Civil (PNC): 110

Secretaría Contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas (SVET): 2504-8888

Procuraduría General de la Nación (PGN): 4987-2285

Procuraduría de Derechos Humanos (PDH): 1555

 

  1. Ciberacoso, consiste en una seducción para conseguir fotos o algo más de las personas, usualmente menores de edad.