La desesperación, el llanto y la rabia le tuercen la cara a Marisol Castillo. En sus manos aprieta el sobre de papel manila que ya lleva nueve días creciendo. Fotocopias de documentos personales, fotografías, expedientes y declaraciones. Todo allí adentro. La pesadilla de papel de la madre de otra niña desaparecida en Guatemala. Esta vez fue Daniela, la hija de Marisol, de 13 años.

Pia Flores / laCuerda

El martes 23 de febrero, poco antes de las 4, Daniela salió de la casa de su abuelo en Tierra Nueva II, municipio de Chinautla. La tienda, a donde iba a comprarle una recarga a su celular, queda a menos de una cuadra de la casa, en una colonia donde resuenan los saludos de las y los vecinos. Ahí, esa tarde soleada, de un momento para otro, desapareció Daniela. La alerta Alba-Keneth con su foto y nombre, dice otra fecha.

Han sido nueve días de calvario para la madre de Daniela, Marisol de 28 años. Nueve días de angustia por no saber de su hija, y de frustración por intentar navegar un sistema que no fue construido para ser navegado. Nueve días contra el tiempo.

“Hasta aquí no he sabido nada de mi nena. Estoy desesperada, ya no sé qué más hacer”, dice Marisol llorando, en la casa de su padre, mientras observa las fotos que tiene de su hija en su celular.

Marisol ya hizo de todo.

Con sus familiares buscaron a Daniela entre las calles angostas y los callejones de tierra de la colonia. No apareció. Asustados, acudieron a la comisaría de la Policía Nacional Civil (PNC) más cercana para activar una alerta Alba-Keneth el mismo martes 23 de febrero pero la alerta no se activó hasta el día siguiente.

Pasaron los minutos, las horas, los días, cada uno más doloroso que el último y Marisol no deja de preguntarse dónde estará Daniela, si habrá comido, si tendrá frío. Si la habrán lastimado. Mientras, no llegaba ningún funcionario público a la colonia a investigar, tomar fotos de los lugares, averiguar si existen cámaras en las vías públicas o entrevistar a la familia.

Solo ha recibido unas pocas llamadas y mensajes de texto del hombre que se presentó por WhatsApp como “el investigador que lleva el caso de su hija”. El 27 de febrero, Marisol le pidió si podía llegar a la colonia para avanzar en la investigación. “Bueno, la verdad yo ando lejos de la ciudad apoyando. Supuestamente hasta el día lunes salimos de acá”, fue la respuesta que recibió. Daniela y Marisol, tendrían que esperar.

En enero y febrero de 2021, 1073 niñas, niños y adolescentes fueron reportados como desaparecidos en Guatemala. 732 son niñas o adolescentes. De ellas y ellos, 687 han sido localizados. 7 sin vida.

386 niñas, niños y adolescentes que desaparecieron este año, aún no regresan a su casa, entre ellos, Daniela. De las y los desaparecidos en 2020, 1003 no han sido localizados.

Marisol no podía solo sentarse a esperar. ¿Cómo? Si su hija está desaparecida. Se fue al Ministerio Público (MP), pero la refirieron con el investigador.

Cansada pero sin darse por vencida, se fue a diferentes comisarías a repartir fotos de Daniela.

El domingo se fue con su familia a uno de los miles de semáforos que dirigen el tráfico de la Ciudad de Guatemala. Con carteles en mano rogaron la atención de las y los conductores que pasaban, con la esperanza que alguien reconociera la foto.

“Devuelvan a Daniela”, “Ayúdennos a encontrar a Daniela”, se leía en los carteles, junto a dos números de teléfono y las fotos de Daniela.

“Se trata de una vida. De una menor de edad que tan sólo 13 años tiene. ¿Por qué hasta que estén muertas actúan? Que hay que hacer eso y el otro. Eso hay que hacerlo cuando están con vida, antes de que se las quiten. Imagínese, le arrebaten la vida de mi hija, ella no ha vivido nada. No ha disfrutado nada de su juventud”, dice Marisol.

En la casa del abuelo de Daniela, quedan algunas de las prendas de ropa que Marisol le compró hace poco a su hija. La madre es vendedora ambulante y a veces Daniela la acompañaba cuando salía a vender.

“Vio ese vestido que tanto le gustaba y me lo pidió. A ella le fascinaba arreglarse, ponerse ropa diferente y que le sacaramos fotos. Le fascina. Dormíamos juntas y me abrazaba. Era cariñosa. Es una niña cariñosa”, resalta.

Sutilmente el lenguaje insinúa cómo poco a poco es más difícil para la madre, a quien le pidieron que esperara, mantener la esperanza de encontrar a Daniela con vida.

Hasta el lunes 1 de marzo Marisol recibió una llamada de otro investigador, quien había asumido el caso. El día siguiente, ayer, la citaron en la sede del Modelo de Atención Integral de Niñez y Adolescencia (MAINA), en la zona 2 de la Ciudad de Guatemala.

La sesión en el MAINA le confronta con su peor pesadilla.

“Me tomaron pruebas de sangre. El señor que me atendió no me dio mucha información pero la doctora fue amable. Me explicó que tenía que firmar una hoja para autorizar que me sacaran sangre y, si encuentran alguna niña que está como XX, puedan ver si es mi hija”.

Respira por un momento. Las palabras de repente le alcanzan.

“Yo estoy mal. Yo estoy desesperada, ya no sé qué más hacer, dónde más buscarla. Cómo quisiera encontrar a mi chiquita y decirle cuánto la amo. Yo quiero que me la devuelvan”, dice Marisol

El martes 2 de marzo, en la tarde, ocho días después de que Daniela desapareció, se presentaron investigadores a la casa del padre de Marisol para comenzar con las diligencias in situ.