No pasa el día sin que sepamos de un caso de violencia sexual contra niñas, adolescentes y mujeres: Una mujer que fue a visitar a un “amigo”, quien la drogó y violó; un padre que violó a su hija; una trabajadora que se subió a un taxi y el chofer la desvió de su ruta y la violó; una adolescente de 15 años que aceptó verse en un parque con otro adolescente y éste, mediante engaños, la subió a su auto y la violó.

¿Cuántos casos así se producen diariamente en el país? De acuerdo con los datos que provee el Observatorio de las Mujeres del Ministerio Público, en los dos primeros meses del año 2021 fueron mil 133 denuncias por violación sexual y 593 casos denunciados por agresión sexual. Aproximadamente 29 casos diarios denunciados. Veintinueve vidas vulneradas, veintinueve violadores y acosadores que caminan entre nosotras, que asisten a los mismos lugares que nosotras, que delinquen a plena luz del día con la complicidad del Estado y los altísimos índices de impunidad, más el silencio cómplice de la sociedad.

Y si no es silencio, es colocar el peso de la responsabilidad sobre las mujeres: “¿por qué se subieron a su auto?”, “¿por qué fueron solas a verse con un hombre?”, “¿por qué se suben a taxis de desconocidos?”. Rara vez se condena enfáticamente las acciones de quienes violan, o se exige con ahínco al Estado que garantice la vida y seguridad de las mujeres.

Las instituciones del Estado que deben recibir las denuncias y dar seguimiento a las víctimas de violencia sexual, no cumplen a cabalidad con los protocolos. No se informa de manera correcta la ruta que se debe seguir, no entregan el kit de emergencias, no dan seguimiento terapéutico adecuado y la mayor parte de los casos de violencia sexual permanece en la impunidad o los procesos penales son tan largos que cuando finalmente se obtiene sentencia condenatoria, ya no cumple con la labor reparadora que se supone la justicia debe conseguir.

Las altas cifras y la omisión del Estado al respecto, no nos permiten vivir seguras, ya sea en nuestras casas o caminando por las calles, yendo a trabajar, a estudiar o a lugares de esparcimiento.  Lo que demandamos es seguridad y justicia, lo que seguiremos exigiendo con tenacidad, creatividad y vehemencia es que dejen de agredirnos y violarnos sexualmente, ¿será mucho pedir?, ¿de qué otra forma lo tendremos que exigir? No más violencia sexual contra niñas, adolescentes y mujeres.