Mariajosé Rosales Solano / Rochoch Tz’unün-Casa Colibrí

La producción de alimentos evoluciona y los sistemas de cultivo se perfeccionan según las experiencias y los cambios del ecosistema. En Guatemala, el abastecimiento de alimentos se debe a pequeños agricultores y la producción de autoconsumo. En algunos casos, las personas agricultoras han logrado sostener prácticas que vinculan la cotidianidad de generar los medios de vida con el respeto a la naturaleza.  Sin embargo, entramos al 2021 con la preocupación de una crisis alimentaria –más profunda- por las consecuencias de la pandemia, las tormentas Eta e Iota y la política de despojo.

Hablemos de alimentación

Es necesario recordar lo difícil que es sostener el ciclo de la alimentación por los contextos de guerra, los despojos permanentes, la movilización forzada, y los cambios de clima (la sequía o las inundaciones). Según Naciones Unidas, la población mundial que vive con hambre es de 820 millones de personas (1 de cada 9); las mujeres y niñez son las más afectadas. En Guatemala, el 46.5 por ciento de la niñez se encuentra en condición de desnutrición crónica y, según estudios sobre pobreza, en 2017 había 3 millones de personas viviendo en pobreza extrema, es decir, sin posibilidad de generar los mínimos medios de vida.

En noviembre de 2020 entraron al territorio centroamericano las tormentas Eta e Iota, ocasionando desastres en territorios del centro, oriente y occidente de Guatemala. Los departamentos más afectados fueron Alta Verapaz, Huehuetenango, Quiché, Petén, Izabal, Zacapa y Chiquimula. Según datos oficiales, fueron más de dos millones de personas damnificadas, 311 mil evacuadas, 61 fallecidas y 99 desaparecidas. Estas tormentas dañaron especialmente viviendas, carreteras y siembras. Según el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA), en doce departamentos se contabilizan daños en la agricultura de granos básicos, hortalizas y cultivos base para la industria. Son 204 mil 500 familias afectadas en relación con el autoconsumo y la comercializacion agrícola.

La situación es grave. Como lo que sucede en Campur, Alta Verapaz, donde después de casi tres meses, finalmente baja el agua y la desolación golpea los cuerpos. En esta comunidad no existe acompañamiento, asesoría o trabajo institucional, entonces, nuevamente queda en las comunidades su resiliencia para sobrevivir.

A nivel comunitario, encontrar los medios de vida cotidianamente es de las tareas que ocupa la mayoría del tiempo: buscar la leña, abastecerse de agua, cuidar la siembra, y llevar a cabo los diferentes oficios para generar ingresos. En zonas urbanas, los medios de vida se compran. Según Delfina Asig Bin, mujer maya pocomchi’, entre las condiciones de la pandemia y los huracanes, muchas personas perdieron empleos e ingresos derivados de la venta de comida, la comercialización de sus productos, etcétera; entonces, adquirir recursos monetarios será más difícil de lo que ya era antes de las tormentas.

Y ahora, ¿qué?

El panorama no pinta bien. Se agudiza la situación de empobrecimiento para la mayoría de las personas más golpeadas por la Covid, Iota y Eta, y no existe esperanza con la institucionalidad. Preocupaciones como la vivienda, la salud y la alimentación ocuparán los pensamientos en este período de limpieza y recuperación. En la actualidad se revisa cómo afectó a la producción de alimentos y sus ciclos, el estado de las cosechas para separar lo que se usará para el autoconsumo, la semilla y qué se tratará de comercializar.

En el territorio q’eqchi’, en las áreas rurales, las familias producen para su sostenimiento maíz, fríjol, malanga, animales de patio; y cultivos para la venta: café, cardamomo, naranja y mandarinas, entre otros. Según cuenta Delfina, de la cosecha se rescató poco, y en algunos casos, se priorizó el autoconsumo ante la comercialización. La poca cosecha significa el endeudamiento de muchas personas comerciantes. Adicionalmente, según los calculos de Delfina la cosecha de frijol y maíz no cubrirá lo necesario, entonces “se tendrá que comprar”.

El área montañosa de occidente también se vio afectada. En Bulej, Huehuetenango se inundó toda la comunidad y algunas familias perdieron todo, específicamente las cosechas. Cuando regresaron a sus casas, a sus terrenos y sus siembras, estaban llenas de lodo o seguían inundadas, fue doloroso.

Prácticas comunitarias

Después de situaciones como éstas, hay quienes comparten alimentos y semillas para la próxima siembra. Lucy Méndez, mujer maya chuj, relata: “es amoroso, nos invitaron a traer maíz, hicieron un ritual de agradecimiento por su cosecha, repartieron y compartieron su semilla de maíz, es para la abundancia hacia ellos y hacia nosotras.” Gladys Tzul, socióloga k’iche’, ha sistematizado el ámbito de la reproducción de la vida y sostiene que lo comunal y el trabajo de las mujeres soluciona y sobrelleva situaciones difíciles desde hace siglos.

Delfina también comparte su análisis sobre cómo sobrellevar los próximos años con esta pérdida. Ella considera necesario diversificar los cultivos, dejar a un lado el monocultivo y la venta de la producción; regresar a sembar “nuestra comida”. Con la diversificación es necesario cuidar el suelo, atender sus necesidades y velar por su fortalecimiento. A largo plazo, plantea continuar con la denuncia y la defensa de los territorios frente a los monocultivos y el robo de semillas. No todo lugar es recomendado para la vivienda, no en todo lugar es posible la siembra, comenta. Es preciso el análisis de las ubicaciones en las zonas de vivienda, revisar sus condiciones, estructuras y condiciones de los suelos.

Mientras tanto, Lucy afirma: “Nosotras no hemos perdido los rituales de cada inicio del año, porque vemos que la tierra vuelve a renacer” por eso, entre tanta incertidumbre, es necesario “estar conectadas con la naturaleza”. Agrega: “estamos esperando la meditación de los abuelos”, los cinco días de contemplación para que guíen el camino de este año que traerá tantas dificultades.

 

Fuentes:

Noticias ONU. Más de 820 millones de personas pasan hambre y unos 2000 millones sufren su amenaza.

Informe de daños ocasionados por la depresiones tropicales Eta e Iota. MAGA. 2020.