Rosario Jerez /Lesbiana feminista, Colectiva “Plaza de las Niñas 8 de marzo”

Arden las velas, el pom y el ocote, las miradas de nosotras se encuentran, mientras los nahuales nos refugian en medio de la urbe y de cada una de las consignas que se graban en el canto de las aves justo al caer el sol.

48 meses han pasado ya del crimen de Estado que tuviera lugar en el Hogar “Virgen de la Asunción”, mismo tiempo en el que la pregunta constante, la afirmación, la duda, el recordatorio y la respuesta, que simbólicamente se escribe en 41 cruces bajo el asta de la bandera en la Plaza Central de la Ciudad de Guatemala, sigue viva.

El corazón lleno de digna rabia y de una melancolía vaga se fortalece poco a poco al calor del fuego. Más de cien veces nos ha tocado defender la memoria, convencer a las personas de la necesidad de mantener este espacio vivo, no es tarea fácil, sin embargo trasciende, pero no alejado del sesgo mudo de la impunidad y del dolor que ha representado para decenas de familias en lo que va de 2021. Cada vez son más nombres de mujeres víctimas de femicidio que nos convocan.

Los nombres de las 41 niñas siguen transitando a través de la memoria colectiva y en nuestros sueños, como Colectiva de la “Plaza de las Niñas 8 de marzo”, el camino es largo y pesado todavía, nuestra lucha no está ni en una comisaría, ni en un tribunal, está en la calle en una plaza pública, cuando narramos las historias de las niñas y así liberarlas del estigma que las ha cargado.

“Vuelve una a los 17” y al enunciar esto, es inevitable que la voz se quiebre, sobre todo desde mis recuerdos cuando aún sigo esperando justicia, reivindicarlas a ellas me reivindica a mí también; la lucha de las madres también reivindica a la mía, sin embargo, es algo que casi no cuento y que mi familia aún no comprende. La criminalización que el Altar nueve I´x implica nos ha llevado a la defensa de territorio tan abstracto como concreto, del espacio físico a la memoria colectiva. Defender el territorio en medio de lo urbano es también una de nuestras labores, luego de años de enfrentarnos con policía, tanto nacional como militar, de igual forma con grupos y personas que han atacado el espacio, como a nosotras con argumentos personales, religiosos, políticos diferentes que al final solo buscan despojarnos de nuestro derecho a hacer Plaza y sobre todo, de nuestro derecho a la Memoria.

La Plaza de las Niñas es un espacio en dimensiones similares al espacio donde las 56 sufrieron por 25 minutos, de manera simbólica para reivindicar su memoria. A pesar de la represión, luchamos para que este espacio sea libre de machismo y de violencias en contra de las niñas y las mujeres, que sea un espacio digno y accesible para que sanemos las unas con las otras mientras nos vemos a los ojos y abrazamos nuestra historia y la de las otras.

“Hemos sentido la tristeza de las niñas, hoy es Tijax no para cortar la tristeza sino para sanar” comentaba, Nana Tere, en su visita de resistencia, mientras permaneció los cinco días del Wayeb en la Plaza de las Niñas. Acceder a nuestra Cosmovisión Maya, negada históricamente, es también otra de las formas en las que el altar ha trascendido en la colectividad y en lo personal, es aprender a curarnos con hierbas, agradecer el fuego que transmuta y a hablar con nuestras ancestras, pero sobre todo, a ser voz de las que ya no están.

Es momento de retomar los caminos

Durante el confinamiento nada nos detuvo para que las niñas mantuvieran la plaza tomada, pero es momento de repensarnos. “Lo que no se nombra no existe” hemos escuchado tantas veces, y después de tres años de insistencia, al fin la prensa en general nombra este espacio como “Plaza de las Niñas 8 de marzo”.

Para nosotras no es solo un nombramiento, es una forma de dignificar la memoria de las niñas que no callaron sus voces; sin embargo también nos enfrentamos ante otros tipos de violencia, el espacio siempre está expuesto a protagonismos vacíos, a hacer de esto un espectáculo mediático, una campaña anticipada, con intereses personales políticos partidistas a muy temprana hora. Para mí es un espacio que se debe mantener a salvo de corrupción y de mafia, es necesario mientras la justicia no llega. (Duele que sea entre nosotras).

La “Plaza de las Niñas 8 de marzo” nació de la ternura radical de feministas autónomas y de las manos de Carmen Urías, madre de Mayra Chután, una de las 41 niñas. Mientras no haya justicia digna y reparadora, es imposible pensar en permitir que este espacio sea institucionalizado o que se permita la injerencia del Estado, a quien le corresponde gran carga de este crimen, mientras, por otro lado, el caso de las niñas se debate en medio de un sistema de justicia decadente y patriarcal.

La memoria de las niñas es sagrada dentro de la ternura feminista de muchas, y en forma de consigna sostengo y reivindico que la Plaza de las Niñas no está en venta, esta lucha es defensa de territorio, es digna y está hilada en la resistencia.

Foto: Archivo Colectiva «Plaza de las Niñas 8 de marzo»