Gabriel Álvarez González / Psicólogx, transmasculine

El interés en estudiar a los hombres me llegó desde muy chico, creo que tenía 13 años cuando empecé a hacerlo, claro que no era un ejercicio consciente, eran mis observaciones hacia aquello que anhelaba ver en mí y que respondiera mi pregunta ¿Por qué no soy un hombre?

Soy un hombre trans, es decir, fui asignada con sexo femenino al momento del nacimiento, pero mi identidad de género es masculina. Mi exploración en el terreno de los hombres era ver qué hacían de diferente a lo que yo hacía, cómo se movían, cómo eran sus cuerpos, en especial sus manos, no me pregunten por qué, pero siempre me gustaron las manos masculinas.

Mi transición con hormonas empezó a los 21 años, había pasado todos esos años anteriores siendo socializada y leída como mujer; conforme fue pasando mi transición, empecé a sentir que el trato para mí ya era diferente, es decir me hice consciente que estaba siendo más escuchado y que dentro de los grupos de mujeres, por lo general era mi voz y mi opinión la última palabra.

Empecé a entender que algo pasaba cuando te leían “hombre”. De alguna manera, también fui sintiéndome más seguro de andar por la calle, sentí la diferencia, la transformación; no estaba sólo pasando por dentro, fuera estaba surgiendo un montón de hechos que me hacían pensar.

Pasó mucho tiempo, hasta que en la universidad leí la investigación del Dr. Jorge Batres sobre las tensiones y respuestas ante el modelo de masculinidad dominante en estudiantes universitarios. Allí comprendí que aquello a lo que le había puesto atención toda la vida, era toda una rama de estudios. Y así empezó el viaje: participé en varias investigaciones en el tema de masculinidades, estuve en varios congresos de Estudios de Hombres y Masculinidades en Costa Rica, El Salvador y Guatemala y, a raíz de la experiencia que fui adquiriendo, contrastada con las experiencias de vida, empecé a dar talleres y a hacer trabajo con hombres.

A finales de 2020 me contactaron de Agencia Ocote y me comentaron que percibían que “los chavos querían hablar”, entonces me preguntaban si podríamos planificar una serie de talleres a las que titularon: “Amigo démonos cuenta”.  Desde el inicio fue una idea   que se gestó con mucho entusiasmo y de la convicción que hay hombres que quieren hablar, se están cuestionando los patrones de la masculinidad dominante pero que necesitan de espacios seguros para escucharse y reflexionar.

En febrero iniciamos con el proyecto, comencé muy nervioso y con mucho miedo, pero empezamos con los chavos y sus cámaras abiertas, lo cual me llenó de confianza, había pasado todo el 2020 dando clases virtuales con cámara cerrada, conectar con cada participante me llenó de expectativas.

A lo largo de este proceso, quienes han participado tienen inquietudes y sobre todo están conscientes de que quieren hacer cambios en su vida, quieren cambiar patrones de la masculinidad dominante. Recuerdo mucho a un participante que menciona cómo gusta de tener un trabajo desde la horizontalidad donde no haya jerarquías y todas y todos se puedan escuchar.

Transformar la masculinidad dominante es un proceso que inicia por incomodar, porque primero se debe reconocer los privilegios, después se puede partir hacia otras transformaciones; si hay una fórmula para hacer el trabajo o si existe una metodología trazada para hacer trabajo con hombres y generar verdaderas reflexiones, no lo sé y no lo creo, pero en estos años he aprendido dos cosas muy puntuales:

Primero, que para que haya verdaderos cambios, es fundamental que la experiencia te atraviese el cuerpo y para ello necesitamos metodologías de trabajo con hombres que involucren el cuerpo y que hablemos desde la emoción que se coloca en algún espacio de ese cuerpo.

Segundo, necesitamos trabajar desde los afectos. Pienso, y esto desde una óptica muy personal, que lo primero que se prohibe a los hombres es la afectividad y por el contrario, se incita a la violencia; creo en el poder de la rebeldía, y ante todo aquello que se ha erguido con violencia, considero que el afecto y la ternura son los actos de rebeldía.

Entre el cuerpo, la ternura y el afecto podemos ir construyendo metodologías que permitan a los hombres escucharse entre sí y transformar sus prácticas.

Quizás así, continuando con estos procesos, estaremos más cerca de habitar un mundo más vivible, más amable y más humano.   

 

#PronunciarnosParaTransformarnos