Lucía Escobar / Periodista

El terrible asesinato de Isabel Veliz, ocurrido décadas atrás, sirvió como motor para que una madre lograra justicia en un caso emblemático de femicidio. La Alerta Isabel-Claudina y una condena internacional al Estado guatemalteco, hicieron que este caso traspasara fronteras.

“Nuestro dolor no se compara con nada, nuestro honor no se compra con nada. Yo necesito justicia para sanar mi vida y empezar a vivir, porque a mí me mataron también cuando mataron a mi hija. Estoy muerta en vida, yo quiero vivir, vivir en paz, y que este señor pague lo que ha hecho”, con estas palabras ante un tribunal, Rosa Franco puso fin a una odisea por el laberinto de la justicia en Guatemala.

Rosa Franco lleva más años buscando justicia por el asesinato de su hija María Isabel Véliz, que los años que esta niña vivió. La adolescente fue asesinada días antes de cumplir 16 años. Desde el mismísimo día, su madre no ha descansado. Le llevó veinte años conseguir una condena de 30 años de prisión inconmutable para Gustavo Adolfo Bolaños Acevedo por el secuestro, violación y asesinato de su hija, cometido a mediados de diciembre del 2001.

Rosa no solo vivió la indiferencia de las autoridades judiciales, sino la crueldad y la misoginia de todo un sistema de justicia. Ante sus ojos y su dolor vio desfilar a un sinnúmero de oficiales, fiscales, auxiliares, peritos y jueces incapaces de hacer mínimamente su trabajo.  Y no sólo ineficientes, sino crueles en extremo, con ella y con la memoria de su hija.

La joven que no regresó del trabajo

María Isabel recién había cumplido los 15 años, y pidió permiso a su madre para trabajar como vacacionista en una tienda de ropa. El domingo 16 de diciembre del 2001, la adolescente no regresó a su casa. Su madre fue a la policía y puso la denuncia, pero le dijeron que tenía que esperar 72 horas para ser declarada desaparecida.

Rosa se enteró de la muerte de su hija viendo la televisión. A pesar de las denuncias y la alerta de desaparición, María Isabel estuvo a punto de ser enterrada como XX. Falleció el martes 18 de diciembre en las primeras horas de la mañana y fue encontrada entre 6 y 12 horas después.  Su cuerpo tenía múltiples señales de haber sido torturado en vida y asesinado con saña y maldad.  El cadáver tenía restos de sangre, vómito y semen que no fueron analizados a tiempo. La escena del crimen fue manipulada y contaminada. Tocaron el cadáver, hubo maltrato del cuerpo, mal manejo de las pruebas y procesaron mal la evidencia. El retraso en la investigación hizo que hasta un año después de recibida la denuncia, se procesará para hacer un cateo a la casa donde supuestamente salió el cadaver. También hubo conflicto entre dos distintas fiscalías y la investigación se detuvo por un tiempo.

Durante todo este tiempo, Rosa Franco recibió amenazas de muerte por buscar la verdad detrás del asesinato de su hija. Pero también cerró una carrera, y logró que la historia de su hija se conociera internacionalmente. “Cuando María Isabel desapareció yo estaba cerrando pensum de derecho en la USAC. Nunca me imaginé esta situación y dejé de estudiar”. Muchos años después, Rosa se volvió a dedicar a sus estudios. Le rechazaron varias veces la tesis en la que abordaba la problemática de la violencia contra las mujeres, pero insistió. Y finalmente tomó el caso de su hija María Isabel como objeto de investigación, y así fue como obtuvo la licenciatura.    

Con el apoyo de Amnistía Internacional, Rosa Franco llevó su historia a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, quienes trasladaron el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos y el 19 de mayo de 2014, dictaron sentencia condenatoria contra el Estado de Guatemala por vulnerar varios derechos de la víctima y sus familiares, al negarles acceso a la seguridad y la justicia.  La sentencia establece que “en algunos informes policiales se hizo referencia explícita a la forma de vestir de María Isabel, a su vida social y nocturna, a sus creencias religiosas, así como a la falta de preocupación o vigilancia por parte de su familia.  Esto denota que los estereotipos de género tuvieron una influencia negativa en la investigación, en la medida en que trasladaron la culpa de lo acontecido a la víctima y a sus familiares, cerrando otras líneas posibles de investigación”.

Finalmente, en medio de la pandemia de la Covid-19, el Tribunal de Mayor Riesgo A, presidido por la jueza Yasmin Barrios, analizó más de 70 documentos, escuchó a ocho peritos y 60 testigos. Y a pesar de un constante desvío de la información, desde el 2001, con el propósito de garantizar la impunidad de Gustavo Adolfo Bolaños Acevedo, éste fue finalmente condenado a 30 años de prisión.

La alerta que no salvó a María Isabel

Durante este largo proceso, Rosa Franco apoyada por el Grupo Guatemalteco de Mujeres, logró una condena, pero también la creación de la Alerta Isabel-Claudina que nace para recordar los hechos violentos que terminaron con la vida de dos jóvenes mujeres: María Isabel Véliz Franco y Claudia Velásquez Paiz, asesinada en 2005, cuando tenía 19 años.

Esta alerta se activa actualmente al menos cuatro veces diarias y el 86 por ciento de las mujeres son localizadas con vida, según datos del Observatorio de las Mujeres del Ministerio Público. Dicho ministerio atiende un promedio de 231 denuncias al día de delitos contra las mujeres y la niñez.

Rosa Franco dedicó el esfuerzo de todos estos años, no sólo a su hija María Isabel, sino a todas las niñas y adolescentes que han sido asesinadas, y a las madres que están pasando por un inmenso dolor tratando de buscar justicia para sus hijas.

Foto: Jody García