Las calles, el transporte público, las paradas de buses y los mercados no son espacios seguros para nosotras. Nos enfrentamos a los piropos, a las miradas lascivas, a los manoseos de los hombres. Las mujeres hemos sufrido este tipo de violencia sexual y por eso, desde 2015, nos organizamos en el Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCACGT) para evidenciarlo. Hoy te convocamos para que también seas ojos y bocas que gritan «”Ey! Eso es acoso y el acoso es violencia».
Lidia Guerra
No sabĆamos cómo serĆa, pero sĆ lo que querĆamos: sacar la voz en contra del acoso callejero. Fue en junio del 2015 que empezamos a organizarnos, a convocar a las amigas para hacer Ā«algoĀ» juntas para enfrentar este tipo de violencia sexual. Aunque somos una colectiva feminista jóvena tenemos la frustración, el enojo, el miedo, la indignación y la digna rabia suficientes para movernos. Y no solo lo hace nuestras experiencias sino las de todas esas generaciones anteriores de mujeres que hoy quizĆ”s, ya en la vejez, siguen sin poder disfrutar los espacios pĆŗblicos.
Todo empezó con una noticia. Unas mujeres decidieron lanzarse de un puente al ser perseguidas por hombres que les gritaban que las violarĆan. ĀæQuĆ© te produce leer esto? A nosotras, asombro y del malo, enojo, indignación y rabia. Esto devino en la colectividad de mujeres y en la esperanza de cambiar nuestra realidad. AsĆ surgió el OCACGT, como los ojos que ven el acoso callejero, como las bocas que gritan que es violencia sexual.
Han sido muchos aprendizajes a partir de los avances que hemos logrado y de las mujeres que nos han acompaƱado, sobre todo de las ancestras. Creemos que es importante aprender y reconocer su camino y buscarlas para que nos apoyen. Escribo de manera individual, desde mi experiencia como feminista y como una de las fundadoras del observatorio, pero tambiƩn de manera plural, desde la colectividad como apuesta para cambiar la realidad desde el OCACGT.
Antes del OCACGT hubo otras mujeres que sacaron la voz en diversos espacios y de varias maneras, incluyendo una propuesta de ley para tipificar el acoso callejero como delito. Al posicionarnos como ojos que ven estas agresiones y denunciarlas como violencia sexual, logramos influir para que otras mujeres, organizaciones y medios lo hagan.
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Esto nos llena de alegrĆa y fuerza, porque sabemos que siempre serĆ” mejor estar juntas al enfrentar los sistemas que vulneran nuestros derechos. AdemĆ”s, le apostamos a la construcción colectiva de soluciones para enfrentar las diversas violencias que vivimos y tambiĆ©n para sostenernos, porque reconocemos que las luchas cansan nuestros cuerpos. Por cierto, que exista este espacio en el que escribo, es una de estas apuestas colectivas.
Pero no todos los hombres⦠(eyes rolled back)
Ā«Pero a los hombres tambiĆ©n nos acosanĀ», Ā«ahora ya ni se les puede voltear a verĀ», Ā«yo asĆ conocĆ a mi esposa, con piroposĀ», Ā«estĆ”n tan feas que ni siquiera las violarĆanā¦Ā» Ante las respuestas que defienden lo indefendible, en OCACGT decimos que sĆ, sĆ⦠no todos los hombres, pero todas las mujeres acosadas lo han sido por hombres. Hay datos que lo demuestran. Contamos con una plataforma de mapeo que genera estadĆsticas sobre el acoso callejero. Registramos los espacios pĆŗblicos donde sucede, quiĆ©n lo vive, quiĆ©n lo ejerce, quĆ© efectos provoca.
Hemos obtenido mÔs de 300 respuestas de hombres y mujeres, entre los 16 y 54 años. El mayor número de reportes provienen de personas entre los 21 y 30 años (60%). En el 95% de los casos la persona acosadora fue un hombre, y en menor medida, una mujer. AdemÔs, las personas afectadas son sobre todo mujeres (96%).
Fuente: http://ocacgt.org/el-acoso-callejero-en-datos/
El acoso callejero es una prĆ”ctica de connotación sexual ejercida por una persona desconocida, en espacios pĆŗblicos como la calle y el transporte, o semipĆŗblicos como centros comerciales, universidades y plazas, que suelen generar malestar en la vĆctima. Estas acciones son unidireccionales, es decir, no son consentidas por la vĆctima y quien acosa no tiene interĆ©s en entablar una comunicación real con la persona agredida.
Los datos demuestran que la mayorĆa de las vĆctimas de acoso callejero son mujeres, como lo sospechĆ”bamos y comprobamos. Esta forma de violencia sexual se fundamenta en relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres. Históricamente las mujeres hemos sido relegadas a los espacios privados como el hogar, y los hombres a los pĆŗblicos. Por eso, cuando las mujeres usamos los espacios pĆŗblicos, somos violentadas al considerar nuestros cuerpos tambiĆ©n como pĆŗblicos.
Fuente: http://ocacgt.org/el-acoso-callejero-en-datos/
En una ocasión que las voluntarias de OCACGT nos reunimos en el Centro Histórico de la ciudad, un grupo de hombres nos acosaron. Al confrontarlos uno de ellos contestó: «Si no quieren que les digamos nada regresen a sus casas». Este es un ejemplo claro de la creencia que aún persiste de que las mujeres no podemos usar las calles, plazas y otros espacios que son considerados masculinos.
Este tipo de violencia se justifica en lo que llamamos mitos sobre el acoso callejero. Se cree que solo las mujeres bonitas son acosadas, que nos pasa por andar mostrando el cuerpo, que tenemos la culpa por la forma en que vestimos, que solo es una forma de coqueteo, que nos gusta que nos digan cosas en la calle, que solo es solo un piropo.
El piropo es violencia
El tipo de acoso mÔs reportado son los piropos. Se consideran como violencia sexual cuando se dicen en espacios públicos, provienen de un desconocido, son opiniones no solicitadas sobre el cuerpo de las mujeres, por lo que no hay consentimiento. AdemÔs, tienen una connotación sexual y causa efectos negativos como el miedo y la inseguridad. Muchas veces van acompañados de otras expresiones de acoso como miradas lascivas y sonidos de boca como el famoso «cht cht cht», entre otros.
Por eso, las frases que siguen, si proviene de un desconocido en los espacios pĆŗblicos, es acoso y violencia sexual: Ā«Hola guapaĀ», Ā«muƱeca, te quiero comerĀ», Ā«quĆ© ricas piernasĀ», Ā«quĆ© culo mĆ”s grandeĀ», Ā«cómo estĆ”s, Āæte llevo?Ā», «”te cojo ahora mismo mi amor!Ā», «”te la meto ya!Ā» Los piropos de desconocidos son la forma de acoso callejero que estĆ” mĆ”s normalizada, y se piensa que son inofensivos, que no tienen efectos negativos en las mujeres y que solo debemos ignorarlos. ĀæQuĆ© otros piropos te han dicho? ĀæQuĆ© otros has oĆdo?
El espacio pĆŗblico aĆŗn no es nuestro
El acoso callejero sucede en los espacios pĆŗblicos. Los reportes que hemos obtenido seƱalan que la mayorĆa es en calles y avenidas. TambiĆ©n se da en el transporte pĆŗblico, en las paradas de buses y en los mercados. Puede ocurrir todos los dĆas y varias veces al dĆa. Por eso limita nuestra autonomĆa, ya que impide que caminemos por las calles con seguridad, que usemos el transporte pĆŗblico sin que algĆŗn hombre recargue su pene en nuestros cuerpos o que eyacule sobre nosotras. Impide que usemos las plazas y parques sin que nuestra vestimenta sea una provocación, o el horario una justificación o ir solas una invitación a que nos violenten.
Es importante contar con evidencia para demostrar cómo sucede el acoso callejero y tener las respuestas, incluso en las redes sociales. En esos espacios hay personas que, ademĆ”s de querer minimizar la importancia de erradicar el acoso, intentan culpabilizar a la vĆctima.
Claudia Laub dice que sentirse inseguras y tener miedo a ser agredidas limita la autonomĆa de las mujeres y el uso de los espacios pĆŗblicos, sobre todo de noche, en lugares de recreación y trabajo. Esto genera empobrecimiento de las redes sociales y automarginación de los espacios de protagonismo social. AsĆ, siempre serĆ”n ocupados por hombres.
Las violencias que sufrimos las mujeres en los espacios públicos modifican nuestras vidas y hacen que tomemos decisiones con base al miedo a ser agredidas: no salimos y nos encerramos en casa, dejamos de trabajar o estudiar, cambiamos las rutinas y usamos diferentes rutas y otros buses aunque implique mÔs tiempo y dinero, nos anulamos como mujer al limitar nuestras expresiones, dejamos de vestir de cierta manera, sentimos vergüenza de nuestro cuerpo y nuestra autoestima se afecta.
Las mujeres somos la mitad de la población y tambiĆ©n por eso exigimos que el acoso callejero sea un delito en Guatemala. Es parte de la equidad de gĆ©nero y responde al derecho que tenemos de vivir una vida libre de violencia. A pesar de que existen varias iniciativas de ley no existe voluntad polĆtica en el Congreso.
El 25 de noviembre de 2019 la exdiputada Nineth Montenegro presentó la iniciativa Ley contra el Acoso Callejero y otras formas de Violencia contra la Mujer, la cual busca visibilizar, prevenir y erradicar cualquier tipo de violencia contra la mujer, especĆficamente, el acoso sexual callejero que sufren todos los dĆas las mujeres en el Ć”mbito pĆŗblico y semipĆŗblico.
En OCACGT analizamos la propuesta. AdemĆ”s de aprobarla, es necesario capacitar al personal de las instituciones involucradas (SecretarĆa Contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas, Ministerio PĆŗblico, y Consejo Nacional de la Juventud, entre otras), pero en especial a la PolicĆa Nacional Civil (PNC) que deber recibir las denuncias de acoso, pero muchas veces no las reconocen como violencia y, peor aĆŗn, en ocasiones son ellos quienes acosan.
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TambiĆ©n debemos reconocer a otras personas como vĆctimas de la violencia sexual: mujeres trans, hombres disidentes de la heteronormatividad, personas con discapacidad, entre otras.
Sacar las voces y desaprender
En OCACGT nuestro lema es «sacar la voz». Creemos que una de las primeras acciones ante la violencia que vivimos es reconocerla y gritarlo fuerte. «”Ey! Eso es acoso y el acoso es violencia», es lo que nuestras bocas tratan de pronunciar. Parece sencillo, pero ha significado desaprender y desnormalizar.
Por ejemplo, reconocer que los piropos de desconocidos es violencia implica desnormalizar las interacciones entre hombres y mujeres. AdemĆ”s, no quedarnos calladas ha significado apropiarnos de las calles, del parque, de la camioneta… y aprender a ver a los ojos al otro, al acosador, para luego, lo mĆ”s difĆcil: sacar la voz y decir que lo que estĆ” pasando es acoso y violencia sexual.
Esto es lo que recomendamos en OCACGT cuando nos preguntan cómo reaccionar ante el acoso callejero. Les decimos que si su vida no peligra pueden intentar responder de forma clara y segura, viendo a los ojos al acosador para decirle «”eso es acoso!» Esto es un reto en una sociedad tan violenta como la guatemalteca.
En 2018 y 2019 hicimos un estudio con mujeres y hombres estudiantes del Instituto MarĆa Luisa Samayoa Lanuza y del Instituto Normal Mixto Rafael Aqueche. QuerĆamos identificar las percepciones y conocimientos sobre acoso callejero y compararlas entre las dos fases del estudio: antes y despuĆ©s de usar nuestro libro La calle donde quiero ser libre.
Les estudiantes reconocen de manera diferenciada las caracterĆsticas del acoso callejero y las formas orales y fĆsicas en las que se expresa. Sin embargo, aĆŗn encuentran dificultad al vincular sus propias experiencias con algunas prĆ”cticas de este tipo de violencia, lo que les dificulta reconocerla como tal.
Los estudiantes del Instituto Rafael Aqueche (la mayorĆa son hombres) tienen dificultad para reconocer quĆ© es acoso callejero. Mientras que los porcentajes de las estudiantes son mĆ”s altos, evidencian que reconocen mĆ”s las situaciones de esta violencia. Esta diferencia es porque el acoso es una violencia que se encarna en su mayorĆa en los cuerpos de las mujeres y, por tanto, se les facilita reconocerla, porque la han vivido.