Alejandro Giammattei, en uno de sus primeros discursos como presidente, aseguró que la lucha contra la desnutrición sería su prioridad. Incluso aseguró que el gobierno pediría “a todas las iglesias, cristianas y católicas, que nos regalen un día en un sobrecito dinero (…) para el fondo nacional del hambre y la desnutrición”. Un año y medio después aquella prioridad parece haber quedado relegada.

Francelia Solano / laCuerda

Según el Sistema de Información Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional de Guatemala (SINSAN) la desnutrición infantil en Guatemala va en aumento. En la semana 30 del 2020 había 16 mil 905 casos de desnutrición, pero para 2021 el número ha aumentado gravemente a 19 mil 364. Es decir que en un año, la desnutrición aumentó 13%.

Con la pandemia no solo han aumentado los casos, sino también se han extendido territorialmente.

Las escuelas de Trabajo Social y Nutrición de la Universidad Panamericana (UPANA) realizaron del 26 al 30 de junio del 2020 un “Sondeo de percepción universitaria de seguridad alimentaria y asistencia estatal”. Se determinó que las áreas urbanas y periurbanas presentaban indicadores de inseguridad alimentaria similares a los del Corredor Seco. Esto significa que la desnutrición se extendió por todo el mapa.

Jorge Pernillo, coordinador de la Escuela de Nutrición de la Universidad Panamericana, explica que la desnutrición se está mudando también a áreas urbanas por falta de proyectos de emergencia y porque la pandemia impactó directamente al sector informal por los cierres y restricciones que se implementaron durante la misma.

Por su parte, Ricardo Rapallo, representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) señala que “ya estamos viendo indicadores indirectos como desnutrición, desnutrición aguda, pobreza, pérdida de ingresos y cambios alimentarios que nos hacen ver que la desnutrición aguda va a empeorar los próximos años”. Mientras tanto, las secuelas de la pandemia, el cambio climático y el hambre estacional empiezan a notarse, pero no se conoce aún el impacto real.

“Es posible que hayan sucedido muertes de las cuales no nos dimos cuenta”

Entre marzo y septiembre del 2020, con la llegada de la pandemia al país, varios centros de salud fueron cerrados. Las niñas y los niños dejaron de llegar a consultas por enfermedades, y a consultas de control de su peso, talla y vacunación.

Además, en la época que presagiaba mayores índices de desnutrición por la llegada de la pandemia y el hambre estacional (periodo de escasez de comida entre abril y agosto), el gobierno de Guatemala dejó de buscar los casos de desnutrición y los niños comenzaron a sufrir las consecuencias.

En 2021 el gobierno retomó los barridos, que es la búsqueda activa de casos en comunidades. La nutricionista, Kimberly Corado, explica que al retomar estas acciones han encontrado “una gran cantidad de niños desnutridos, solo esta semana encontramos 6 y para mi eso es alarmante, porque la cantidad de niños desnutridos por comunidad son de 1 a 3 máximo”.

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Marlon Figueroa, nutricionista de la Dirección General del Sistema Integrado de Alimentación y Nutrición (SIAN), señala que aunque no hay una investigación al respecto, el aumento en los datos puede deberse a que en buena parte del 2020 el Ministerio de Salud y Asistencia Social (MSPAS) cerró los Centros de Salud debido a la pandemia y ahora ésta institución podría estar detectando este subregistro que se dio el año pasado.

Aunque en teoría los servicios médicos han regresado a la normalidad, menos gente llega a consulta. Entre las razones está el miedo al contagio, la irregularidad del transporte y el alza en el costo del pasaje.

Hasta la semana epidemiológica número 27 del 2020, murieron 9 niños. En la misma semana del 2021 han muerto 20 niños por desnutrición. Pero irónicamente el presupuesto en vez de aumentar, va en disminución y la ejecución es pobre. Sumamente pobre.

Cuando ha transcurrido medio año, la ejecución del “Programa 14”, el plan de detección y tratamiento de desnutrición, ha sido solamente del 32% del presupuesto asignado. Además ha tenido una reducción de Q71.5 millones.

Sí, una reducción a programas de desnutrición cuando se duplicaron los casos de muerte por desnutrición infantil.

Estos problemas se replican y de forma alarmante en algunos departamentos, quizás el más indignante es el caso de Alta Verapaz. A la fecha han muerto un total de 10 infantes en el lugar, es decir la mitad de los casos a nivel nacional. Al observar con lupa los datos se puede determinar que Panzós es uno de los municipios con mayor cantidad de casos, allí murieron 2 niñas y 1 niño.

Lejos de que el gobierno priorice acciones en esta zona, las reducciones son la regla. El presupuesto de Panzós para atender y prevenir las causas inmediatas de la desnutrición,  “no tiene asignación para todos las actividades del programa 14, solo asignan para tres y dejan sin fondos a actividades de importancia como la de peso y talla que es el mecanismo ideal para la identificación de la desnutrición y seguimiento del niño sano”, explica Pernillo.

La indiferencia del gobierno ha llevado a problemas enormes, que aún no se han logrado dimensionar. “Por los protocolos y por la falta de servicios médicos, muchas de las referencias que se debieron hacer sobre niños desnutridos no se hicieron y es posible que hayan sucedido muertes de las cuales no nos dimos cuenta”, apunta Kimberly Corado.

Fotografía: Melissa Miranda/Quorum

Navegando con los ojos vendados

Los datos actuales son alarmantes, sin embargo no representan del todo la realidad de la desnutrición infantil en Guatemala. Los registros del Ministerio de Salud no son tan confiables, hay subregistro y no se pueden hacer proyecciones de cómo afecta y afectará la pandemia a las personas más vulnerables. Todo este descontrol comenzó en enero del 2020.

El MSPAS decidió cambiar a principios de ese año la forma en la que se registran los casos de desnutrición infantil. Lo hicieron implementando la digitalización de los datos para acelerar la llegada de la información al sistema. Sin embargo no validó el programa  y no hizo pruebas antes de echarlo a andar.

La labor de las y los enfermeros encargados de los centros de salud, era subir la información del peso y talla de los niños (además de atender otros 13 programas de desnutrición). Luego de esto el sistema “haría el trabajo” determinando si un niño tenía o no desnutrición.

Sofía Letona, de Antigua al Rescate, realiza jornadas médicas y ayuda a familias con desnutrición en comunidades de Jocotán, Chiquimula. Explica que el problema de decisiones como estas es saturar al poco personal: “en Jocotán le están pidiendo a un enfermero que está a cargo de un puesto de salud, en donde llegan personas de 7 comunidades, que tenga al día el peso y la talla de los niños y que suba oportunamente el reporte”.

No solo es la saturación de trabajo para el personal, también está la poca capacitación. Hubo errores tales como haber ingresado el peso en kilos cuando era en libras o en libras cuando eran kilos. Los casos subieron de una forma abrupta en las estadística, algo imposible que pasara de un mes para otro.

Al detectar el problema el ministerio agregó un filtro más: ahora las nutricionistas debían validar la información. Esto creó un embudo y las razones son obvias: no hay suficientes nutricionistas contratadas en el sistema de salud.

La nutricionista Kimberly Corado, explica que en Jutiapa lograron validar la información y disminuir el margen de error, pero “la ventaja acá en Jutiapa es que hay una nutricionista casi por cada centro de salud.  Hay 17 municipios y 12 nutricionistas, pero en otros departamentos como Chiquimula, que irónicamente tiene tanta desnutrición, tiene 2 nutricionistas para todo el departamento”.

Para este trabajo la nutricionista puede tardar 15 o 20 días para validar si un niño está desnutrido y en ese periodo puede que el niño ya se haya recuperado o muerto. Además que al implementar este sistema, se está duplicando el trabajo.

LaCuerda consultó a Marlon Figueroa, nutricionista de la Dirección General del Sistema Integrado de Alimentación y Nutrición (SIAN), sobre los errores en digitalización de los datos y sobre sí ya se depuraron. Esta fue su respuesta:

“Limpios no le puedo decir, pero el 2020 ya está cerrado. Entonces esa, la cantidad de datos hasta la semana 53,  ya es el dato oficial. No le puedo asegurar que fueron revisados por todas las áreas de salud, pero es el dato oficial que ya no asume ningún cambio (…) pueda ser que un área de salud no verificó pero esos niños son los que reportaron y a estos se les da seguimiento”.

Según Iván Aguilar, Coordinador Humanitario en Oxfam Intermón, hasta el momento “no se sabe exactamente cuántos datos hay que depurar que no son correctos, porque el MSPAS sigue sin hacerlo. No hay certeza de cuánto margen de error hay para hacer comparación con otros años”. Además, según Aguilar, con estos datos es prácticamente imposible hacer proyecciones y saber cuando afectó y afectará la pandemia.

Es como navegar a ciegas. Por si fuera poco, los barridos que realiza el MSPAS siguen siendo muy pocos. Pernillo, coordinador de la Escuela de Nutrición de la UPANA, explica, por ejemplo, que en 2020 en todo El Estor, Izabal, realizaron tan solo 100 monitoreos de peso y talla, cuando la población total del municipio es mayor a 70 mil personas.

Datos como estos no sirven porque no se puede hacer una proyección. Tampoco se puede hacer un estimado con el número de muertes, porque el MSPAS dejó más de 70 muertes de niñez desnutrida “en investigación”.

Responsabilidad compartida

Cuando se habla de responsabilidad en la desnutrición infantil, regularmente la vista se voltea hacia el lado del MSPAS. Pero según las personas expertas consultadas hay dos instituciones más que no son lo suficientemente fiscalizadas y están vinculadas con el aumento de casos de desnutrición en el país: el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA) y el Ministerio de Desarrollo (MIDES).

En primer lugar por su poca o nula planificación. El MAGA y el MIDES conocen que cada año el periodo de hambre estacional siempre se repite. Sin embargo no han logrado crear un plan que minimice los impactos de la misma.

En Guatemala, según el último censo,  5 de cada 10 personas viven en la ruralidad, en su mayoría subsisten por los recursos naturales y son directamente afectadas ante eventos como las tormentas Eta e Iota. Pero estos ministerios no han logrado crear un planteamiento sostenible para las crisis provocadas por el cambio climático.

También se le suma la falta de voluntad.

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La experta en nutrición, Kimberly Corado, explica que hasta este año (2021) el MAGA “está dando asistencia alimentaria del 2019”. Es decir que el ministerio va entregando la ayuda alimentaria con dos años de retraso para los niños desnutridos que se reportaron en 2019. “Yo entiendo que hay burocracia, pero lo que veo también es falta de voluntad”, señala la nutricionista.

Figueroa, del MSPAS, asegura que la llegada tarde de la ayuda es una realidad: “los niños detectados en 2019 están recibiendo la ayuda ahora y eso no es oportuno, tienen que recibir la ayuda cuando lo necesitan, porque puede que su cuadro nutricional haya cambiado en ese tiempo para bien o para mal”.

Si la ayuda de 2019 no ha llegado, la de la tormenta Eta e Iota, menos. Letona cuenta que “hay departamentos en el Corredor Seco donde las autoridades no pidieron alimentos para la emergencia de Eta e Iota y tienen un montón de alimentos que están a punto de vencerse y no los dan”.

El MIDES fue el encargado de 4 de los 10 programas durante la pandemia, el MAGA de dos. Los dos programas insignias fueron la entrega de cajas de alimentos (MAGA) y el Bono Familia (MIDES). Según las y los expertos consultados el programa que mejor funcionó fue el de la alimentación escolar.

El problema es que la alimentación escolar llega muy tarde porque cuando la niñez llega a la escuela con desnutrición crónica, el daño ya está hecho y no recuperan talla, solo mitigan el hambre.

El Programa 14, para la desnutrición infantil, tiene un presupuesto de Q1 mil millones para todo el país, pero alimentacion escolar tiene Q1 mil 800 millones

La situación de la desnutrición no cambiará si MIDES y el MAGA no mejoran sus procesos. Según Figueroa, del MSPAS, lo ideal sería que los demás ministerios estén “integrados y que hagan la parte que les corresponde” pues de no hacerlo las consecuencia es siempre el aumento de casos.

Se consultó a Ángel Alonzo, vocero del MAGA, respecto a estos señalamientos y decidió no responder llamadas y mensajes. Por otra parte Walter Gómez, vocero del MIDES aseguró que haría llegar las preguntas correspondientes a cada unidad y tendrían una respuesta, pero al cierre de esta nota no ha contestado.

De la semana epidemiológica 27 a la 30 ha habido un aumento de 4 casos de mortalidad infantil por desnutrición. Es decir, cuatro niños y niñas han muerto por falta de alimentación en 3 semanas. En un país productor de comida.

El 50% de la niñez fallecida no logró superar su primer año de vida. Mueren en sus primeros doce meses de vida y la ayuda llega dos años después. La burocracia de este país y la inoperancia de las instituciones les niegan acceso a la vida, la salud y la alimentación digna.

 

 

 

 

Fuentes: Oxfam, MAGA, FAO, Encovi, NCD-RisC.