Si queremos vidas dignas para todas las personas, es necesario luchar como guerreras, sumar fuerzas, trabajar duro y tenazmente, frente a un sistema basado en despojarnos de lo que nos corresponde. Lograr el cumplimiento de nuestros derechos y libertades, vivir con seguridad y felicidad, en armonía con la gente y la naturaleza, ese es nuestro sueño.

Conseguir que en Guatemala las mayorías cuenten con lo básico para vivir dignamente, es todavía un horizonte distante. Por eso la juventud se va, sale huyendo de un país que les expulsa porque les niega educación, salud, vivienda, trabajo. Ante las carencias y dificultades que agobian a la población, existe el peligroso camino de la violencia y el narco, donde se gana mucho y se pierde todo lo que de bueno puede tener una persona. Al convertirse en sicarios, tratantes de personas, traficantes de armas y otros negocios anexos, pierden porque pactan con la ambición del dinero, con la trampa y la traición, entran en un círculo vicioso letal.

Las feministas de hoy, herederas y continuadoras de millones de mujeres que han llevado las riendas de sus vidas y tomado sus propias rutas, insistimos en poner la Dignidad como referencia central para la Vida Buena, entendiendo por ello la construcción de sociedades con seguridad, apoyo mutuo, cuidado del entorno, oportunidades de desarrollar nuestras potencias para contribuir al bienestar común. 

En lo personal, al poner la Dignidad como corazón de nuestras vidas, rechazamos todo aquello que nos oprima, sea simbólica o físicamente. Esta decisión cuestiona nuestra ética, nuestras creencias, nuestros deseos, fuertemente marcados por la cultura patriarcal. ¿Qué queremos las mujeres? Que todas podamos transitar por la vida con independencia, autonomía, seguridad; que las niñas vengan a un mundo que las acoja y las proteja, que les de estímulos para ser personas seguras, capaces de aportar a su comunidad. Vivir en territorios de cuidado social y ambiental, donde todos los seres vivos sean considerados integrantes de un mismo ecosistema, y, por lo tanto, dignos de respeto.

Imaginamos un país donde todas las comunidades estarían dotadas de servicios públicos como agua potable, drenajes, electricidad, vías de acceso, escuela, centro de salud, casa de la cultura y salón comunitario. Mínimamente. No aspiramos a lujos ni excesos como en las capitales del poder. Queremos comunidades donde la alegría y el disfrute no sean comprados ni generen basura ni violencia. Deseamos un mundo donde haya más libros que armas. Más flores que cemento. Ríos y montañas libres de explotación. Personas felices.

Ante una Guatemala que día a día se despeña hacia un pozo de corrupción e impunidad profundos, invitamos a compartir y hacer acopio de esperanza, de compañía y cariño mutuos, de experiencias, saberes y conocimientos, de rituales, hierbas y curaciones para sanar y fortalecer nuestra colectividad de Mujeres por la Dignidad.

Nuestra digna resistencia es más grande que el patriarcado.