Que no se agote el anhelo de justicia, que la libertad alumbre nuestros caminos, que la fuerza nos acompañe! Porque en momentos cuando el mal se extiende a través de la violencia, el crimen, la desigualdad, las necesitamos para seguir construyendo un mundo mejor, para sobrevivir.

Oponerse activamente a que abusen de nosotras es una actitud valiente inspirada por la indignación que se siente cuando te violentan. Desde las entrañas surge una potencia que nos hace detener -o al menos enfrentar- a quien pretende hacer daño. También brota cuando tomamos conciencia de nuestros derechos, cuando entendemos que no es natural que te impongan sin consultarte.  

La rebeldía es una chispa que se enciende por la búsqueda de saber, algunas veces se aviva por el dolor, la rabia, el sentido de la dignidad; una insatisfacción permanente puede ser la que haga rebelarse a las personas ante todo lo establecido. En lo individual, la rebeldía puede ser la salvación, una fuerza que permite la emancipación. En relaciones opresivas de poder, la rebeldía puede conducir a la liberación. 

Mujeres y feministas a lo largo de la historia se han rebelado ante mandatos y prohibiciones patriarcales, regímenes despóticos, familias tóxicas y relaciones laborales injustas; desde lo personal, en la casa, en la calle, en la cama, se han rebelado ante costumbres, leyes, creencias que han hecho de las mujeres objetos para el uso de otros y de este sistema conducido por machos.

La sumisión, por el contrario, es el sometimiento de sí, para y por otros, una condición de sujeción que no permite vivir dignamente porque va acompañada de temor, inseguridad, desamor, resignación, borramiento. La obediencia ciega, la inercia, la indolencia pueden conducir a la esclavitud. Agachar la cabeza o voltear a ver para otro lado, parecen aliviar la congoja, pero en algún lugar interno yace esa voz íntima, propia, que nos dice lo que sabemos, y que nos lleva a actuar, si a ese impulso le ponemos voluntad.

Cuando muchos sufren y pocos disfrutan, cuando sus fuerzas vitales son aprovechadas por otros, cuando vemos morir a seres queridos, es inevitable que surjan cuestionamientos al orden. ¿Cómo no vamos a rebelarnos si nos siguen considerando objetos apropiables? Las rebeliones de las ancestras nos han permitido aprender a ser independientes, a leer, escribir, trabajar, viajar, a vivirnos como personas. 

Guatemala está desmoronándose. No sólo se derrumba la escasa infraestructura y la red de servicios públicos, sino la institucionalidad del Estado que le debería dar vida a la Constitución. El gobierno, convertido en cueva de ladrones, ha abandonado la gestión de lo colectivo, de manera que la población se enfrenta a resolver los problemas cotidianos sin ningún apoyo de quienes tienen la obligación de hacerlo.

La cultura que predomina y que mucha gente asume como verdad, no sólo atonta con mensajes insulsos, imágenes degradantes, discursos racistas, homofóbicos, colonizados, sino que engaña, miente, falsea. Enajena. Lo que se enseña en escuelas, institutos y universidades es el paradigma capitalista causante del Antropoceno, esta era donde la destrucción del entorno pone en riesgo la existencia misma de la vida en el planeta.

Por eso invocamos a la rebeldía colectiva, a la salida de la comodidad, a la realización de deseos, la expresión de pensamientos, la demanda de justicia.  Sobre todo, a reclamar el derecho a convivir pacífica y dignamente.