Lucía Escobar / Periodista

 Amandine Fulchiron y el colectivo Actoras de Cambio han reunido en el libro Ley de 

Mujeres: Amor, poder propio, autoridad y comunidad, las conclusiones de años de trabajo 

comunitario con mujeres guatemaltecas y colombianas sobrevivientes de violencia sexual.

La historia de las mujeres finalmente va teniendo sus biógrafas que rescatan del olvido todas aquellas acciones colectivas e individuales que realizan cientos, millones de mujeres diversas en todos los rincones del planeta. Es una dicha cuando estos nuevos saberes quedan documentados, dejan huella, construyen teoría y nuevas realidades. Es el caso del libro publicado recientemente por Ediciones del Pensativo, escrito por Amandine Fulchirone: Ley de Mujeres, amor, poder propio, autoridad y comunidad, una recopilación del trabajo que el colectivo Actoras de Cambio ha llevado a cabo en un ejercicio de praxis permanente con grupos de mujeres mam, chuj y q’eqchi’ en Guatemala y con afrocaribeñas de Colombia. Amandine presenta y desarrolla una propuesta política de la justicia producto de las acciones, metodologías y reflexiones políticas que ha realizado junto con el colectivo feminista Actoras de Cambio. En palabras de la misma autora; la Ley de Mujeres es, ante todo, un tributo a las mujeres cuyas vidas, libertades dignidades y cuerpos fueron brutalmente arrebatados por la violación sexual, las guerras y los genocidios; quienes, a pesar de vivir en sociedades y culturas que imponen humillación y silenciamiento cruel sobre estas atrocidades, no se han dejado aniquilar.

Reinventar la justicia desde nosotras

En las páginas de este libro encontraremos una reflexión política, teórica y metodológica en torno a otra justicia, no la de los tribunales y los jueces, si no una justicia construida desde las mujeres y que permita cimentar lo que ellas llaman una “vida contenta” que incluye la dignidad de vivir sin violencia y de vivir en libertad. Se explora la posibilidad de ir construyendo condiciones sociales y políticas para poner un limite a la violación sexual y transformar las vidas de las mujeres, ya que es un momento especial en la humanidad en que el poder y la voz colectiva de las mujeres esta emergiendo y escuchándose. Amandine expone que la idea de la justicia es una ficción inventada por el Estado porque lo que encontramos en los tribunales es estigmatización, humillación, victimización, impunidad, y muy pocas veces, castigo a los culpables. La justicia que propone el Estado, cuando finalmente se tiene acceso a ella, no representa lo que es la justicia para las mujeres, ni sus anhelos. Por primera en la historia, las mujeres de Sepur Zarco hicieron condenar a un militar por crímenes sexuales durante la guerra en Guatemala. Sin embargo, algunas de las víctimas se preguntaban ¿y a nosotras quién nos va a reparar todo el daño que nos han hecho? Pensaban que en la comunidad no las reconocían y que la gente seguía pensando que eran mentirosas. El sistema judicial fue incapaz de reparar los inmensos daños que sufrieron ni generar las condiciones para que puedan “revivir por dentro”. Este cuestionamiento al sistema judicial “oficial” coincide con las mujeres de Libertad en Colombia, quienes consideran que el juicio penal en violación sexual ha demostrado que, aunque haya castigo, no es reparador. La verdad jurídica que reconoce las verdades de las mujeres no se vuelve una verdad social, esto quiere decir que, aunque un tribunal resuelva y dicte que, sí cree en que fue esclavitud sexual, esta verdad no siempre es reconocida socialmente en sus comunidades. 

Este libro no se queda en cuestionar la justicia social por su símbolos patriarcales y coloniales si no que muestra, por ejemplo, como las mujeres mam están creando sus propias leyes. “La ley de mujeres entonces no tiene que ver con cosas escritas, quiere decir que hay procesos, lugares, métodos que permiten crear la conciencia de justica en la piel, en la comunidad”, comenta Fulchiron y agrega que las mujeres tienen anhelos de curar los daños que sufrieron, de tener el corazón ligero para que nunca vuelva a pasar ni a sus hijas ni a sus nietas. La violación sexual tiene efectos devastadores en diversos ámbitos que deben ser abordados en los procesos para que haya un cambio, para que revivan como mujeres nuevas. La ley de mujeres incluye sanar, repararse y crear un lugar justo donde se sientan representadas y reconocidas. Para lograrlo es necesario crear un espacio para romper el silencio y construir otra memoria; valorando sus sentimientos y su fuerza para atravesar el dolor y reconstruir su vida. ¿El amor después del amor? ¿Puede el amor acabar con el racismo y la misoginia? En esta investigación el amor fue un elemento importante para sanar. Las mujeres al sentirse queridas volvieron a sentir pertenencia. Sintieron la justicia en la piel, recobraron la alegría, la voz, volvieron a caminar sin miedo de noche. Ya disponían de ellas mismas, ya no estaban en manos de otros. En este proceso se apoyaron en el despertar colectivo, en desarticular la culpa y la vergüenza, y recobrar el poder propio. Crearon Festivales de memoria que fueron importantes para mostrarse públicamente, ocupar su lugar, sin culpa, sin la historia de esclavitud y sufrimiento si no resignificando su historia desde un nuevo lugar, y esto ha generado cambios en las representaciones sociales y la visión que tenía la gente de ellas. Y una cosa muy importante; están seguras de que no quieren que esto vuelva a suceder. 

Lograr que la violación sexual se vista como un crimen dentro de sus territorios fue uno de los objetivos de este grupo de mujeres; encontrar la clave para hacer de la violación sexual algo intolerable. Ellas descubrieron que no es la sentencia de un tribunal la que va a permitir ese cambio social y esa transformación de cambiar las representaciones patriarcales, si no que es el poder colectivo de las mujeres desde sus propias voces la que va a posibilitar una nueva realidad. 

Lograron pasar de víctimas a autoridades referentes, construyeron esa autoridad colectiva de las mujeres, desde el poder colectivo recobrado se organizaron para poner un alto a las violaciones sexuales, nombraron a los responsables, pero también hicieron acciones de señalamientos públicos contra deparadores sexuales y permitiendo que la vergüenza cambie de lugar, se devuelve nombrando al agresor, evidenciándolo para que pierda el valor y para que las otras mujeres sepan y puedan protegerse de estos agresores.

 

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