Como feministas, integrantes de La Cuerda, nuestro interés por perfilar algunos caminos que contribuyan a la construcción de relaciones en dignidad y confianza -no racistas- entre personas, tiene como referente nuestro rechazo al sistema colonial, en tanto ha consumado el despojo de tierras y otros bienes naturales a los pueblos originarios, a quienes les ha pretendido anular su capacidad de rebeldía y colocarles en el marco de un proceso servilismo/servidumbre, utilizando la violencia para imponer terror y doblegar cualquier resistencia.

El racismo en Iximulew es histórico, es un marcador de prestigio; es el corazón del sistema colonial que las “élites blancas” han utilizado y siguen usando para la acumulación de capital, mediante mecanismos subjetivos y simbólicos, los cuales a su vez se materializan en la vivencia de los cuerpos y la vida de las personas.

Coincidimos con Aura Cumes en que la opresión racial se sigue reproduciendo porque predomina su normalización; así se han construido conglomerados ladinos -intermediarios del poder oligarca/criollo- en este territorio que mayoritariamente aspiran a formar parte de esas élites blancas, aún a pesar de estar marginados de los beneficios del gran capital y subordinados a las decisiones políticas de los autores del despojo y la apropiación de mano de obra.

Al ser estructural, el racismo permea las prácticas de las personas, las formas en las que están organizadas y cómo se viven los tiempos y espacios. A través del tiempo, se ha ido reestructurando y lo sigue haciendo, para continuar jerarquizando los cuerpos como superiores o inferiores (más blancura, menos blancura). 

Para nosotras, la lucha antirracista tiene como aspiración desmontar tanto los elementos conceptuales como los materiales. En La Cuerda estamos empeñadas en romper el pacto racista que clasifica jerárquicamente a las personas, y que, junto con el pacto patriarcal, oprimen a la mayoría de personas.

Nuestras miradas han puesto el énfasis en develar cómo la supremacía masculina limita libertades a las mujeres y las violenta de múltiples formas, en tanto las concibe como seres inferiores. Nosotras hemos venido construyendo claves feministas para desestructurar el patriarcado en nuestros cuerpos y en nuestras vidas. Reconocemos que el feminismo es una de las corrientes políticas, no la única, que nos ha permitido percibir otras realidades impregnadas por dignidad, confianza y armonía.

En este proceso, con el respaldo de aportes de varias estudiosas críticas del sistema colonial y reconociendo a las mujeres mayas, xincas y negras, quienes por su insistencia en desestructurar el sistema racial han aportado un bagaje teórico desde sus experiencias para que la sociedad reflexione sobre la estructura racial, perfilamos algunas claves para poner un alto a las relaciones racistas, en tanto, no estamos exentas de reproducir comportamientos y actitudes cuyo sustento es la aceptación consciente o no de la diferenciación racial de los humanos, postura ideológica que rige comportamientos en todos los espacios de la sociedad.

Nuestros posicionamientos políticos

1. La diversidad como riqueza. Los seres humanos, al ser distintos en formas de vida, en color de piel y cabello, en tamaño y complexión corporal, en aclimatación a diferentes temperaturas y condiciones atmosféricas, en resistencia y capacidad de esfuerzo físico e intelectual, producimos variedad de conocimientos, costumbres, saberes y modos de comunicación, interpretaciones del mundo y relaciones. La pluralidad potencia posibilidades de integración y cooperación, de ninguna manera nos distancia o separa. Por esto, estamos convencidas que lo diferente nos hace fuertes, el mosaico de cuerpos y experiencias de relación multiplica capacidades creativas y de acompañamiento, en lo individual y lo colectivo. Reconocemos y valoramos las diferencias, y esta riqueza es lo que nos permite vivir con dignidad.

2. Por la vida digna. Cortamos de raíz la idea de la supremacía de lo blanco en todos los aspectos de nuestra vida, con el fin de construir la dignidad y la confianza como pilares de una vida sin racismo. Rechazamos los privilegios sustentados en el ejercicio de jerarquías raciales y comodidades individualistas. 

Reivindicamos la práctica  del Tojil, que significa estar dispuestas a hacer un proceso para transformar, asumiendo el reto de identificar qué es importante cambiar y cuáles son nuestras propuestas de retribución, en sentido de dignificar la vida plena y todo lo que la hace posible. 

Entre los aspectos a desarrollar, como parte de la vida digna, abarcamos la deconstrucción de las relaciones afectivas y/o eróticas racistas; el respeto a la naturaleza en tanto los seres humanos formamos parte de ella; el reconocimiento de los saberes originarios; valoramos la redistribución de los medios de vida, ya que solo así será posible que todas las personas tengan acceso a comida sana y suficiente, agua, energía, vivienda, servicios de calidad, ambientes saludables, actividades culturales y recreativas, conocimientos científicos laicos, ancestrales y modernos (sin fundamentalismos ni estereotipos racistas).

3. Construcción de la memoria. Nos comprometemos a reescribir la historia en el territorio de Iximulew, incluyendo nuestras propias historias, nombrando el origen de los privilegios ladinos y su relación con el poder desmedido acumulado por los criollos, y de esta manera cuestionar las interpretaciones colonialistas, contribuyendo a romper el pacto racista con otras personas construidas como ladinas, para que la dignidad se vuelva una práctica cotidiana en la casa, en la calle, en el trabajo, en lo colectivo, en las comunidades y en el ejercicio de la política. 

Como Asociación nos interesa seguir problematizando sobre “lo ladino” y lo que implica el “blanqueamiento” interiorizado (de generación en generación), ya sea desde la idea de “mejorar la raza” o de salir de un supuesto lugar insuficiente o limitado.   

Consideramos importante reescribir la historia de este país a fin de esclarecer cómo se construyó con hechos concretos, y difundir los hallazgos a través de métodos educativos para la dignidad.

4. Estado plurinacional. Si bien no nos adscribimos a la idea de que la población ladina constituye un pueblo, reconocemos que existen conglomerados con historias en común y que su existencia está atravesada por su condición de clase y es necesaria la reflexión desde ese lugar para des-articular los mandatos racistas. En las actividades que se desprenden de nuestras alianzas, es importante explicitar nuestros planteamientos antirracistas y los debates que impulsamos sobre la identidad ladina y/o mestiza por el papel asignado históricamente. Con base en las propuestas de Aura Cumes, planteamos la afirmación que en nuestros cuerpos confluyen las historias de diferentes pueblos.