Claudia Virginia Samayoa/Defensora de Derechos Humanos

Entre febrero y marzo, el poder coercitivo del Estado guatemalteco desató una persecución contra un grupo de mujeres que han desafiado lo que se considera la conducta deseable de las abogadas en Guatemala.  Siomara, Paola, Aliss y Virginia eran integrantes de la Fiscalía contra la Impunidad y habían colaborado como agentes fiscales, fiscales de sección o auxiliares fiscales en los procesos de investigación y acusación contra redes de poder económico-ilícito. Por otra parte, Leyli abogada de fiscales perseguidas por la lucha contra la corrupción y ex mandataria de la CICIG es conocida por haberse querellado en casos contra redes criminales, cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad. Todas mujeres valientes, objetivas e independientes: Mujeres de la Justicia.

Desde las primeras audiencias en tribunales fue evidente la existencia de un fenómeno más profundo que la utilización ilegal del derecho penal para describir lo que les ocurría a estas mujeres. La venganza del poder develó su naturaleza misógina en actos y no solo en palabras o amenazas de cárcel. Cuando las abogadas de Leyli y Siomara denunciaron hechos de violencia en su contra por parte de Ricardo Méndez Ruiz y Raul Falla durante una audiencia, se señaló que la agresión verbal y física se enmarca en la existencia de misoginia en su patrón de conducta y en las redes sociales. Claro, los machos pusieron el grito en el cielo y denunciaron a Leyli y Siomara, así como a sus abogadas Claudia y Flor por asociación ilícita y obstrucción de la justicia.

La palabra misoginia proviene del griego, se compone de dos conceptos misos (odio) gynia (mujer). Así que literalmente significa odio a la mujer y es una expresión extrema del patriarcado que no puede concebir a la mujer fuera de los patrones de conducta de madre o de prostituta. El fenómeno subyace en los escritos y prácticas de las grandes religiones y sistemas filosóficos del mundo, así como en las estructuras legales desarrolladas a lo largo de los milenios.  El odio a las mujeres puede esconder realmente el temor a ellas.

Nuestro caminar en la senda de la liberación convirtió la misoginia en una conducta sancionada. Por ejemplo, en Guatemala, es una de las circunstancias que originan el delito de violencia contra las mujeres tipificado en la Ley contra el Femicidio y otras formas de Violencia contra la Mujer.

El hombre misógino raramente odia a todas las mujeres, es selectivo. El odio se expresa contra aquellas que no se pliegan a sus deseos o no se subordinan a la norma percibida.  En el caso de las mujeres de la justicia detenidas es obvio que el odio es porque hicieron su trabajo sin dejarse amedrentar.  Por ello, los machos que implementan hoy la estrategia del poder para vengarse de los procesos impulsados por la FECI-CICIG se alían a una mujer como la Fiscal General e instrumentaliza a auxiliares fiscales mujeres para denunciar y perseguir, prioritariamente, a mujeres. 

En los procesos penales de inicios de este año existieron dos expresiones que confirman la misoginia de las personas denunciadas por Leyli y Siomara.  En el marco de la agresión a Siomara dentro de la sala de audiencias, Méndez Ruiz le grita a ella y a Leyli que eso les pasa por ‘soberbias’. En la resolución de primera declaración de Virginia Laparra, el Juez Mena Samayoa a instancias de la fundación terrorista y los otros querellantes, la envía a prisión preventiva porque había ‘recurrido mucho’ y debía aprender (en otras palabras, por abusiva ya que usó muchos recursos legales para defenderse).

Quedó claro que están (estuvieron) presas por “soberbias y abusivas”, sinónimo de que se les castiga por atraverse a no ajustarse a dos normas del poder patriarcal guatemalteco: a ellos no se les investiga ni sanciona y las mujeres “calladitas y obedientes se ven más bonitas”.  El descaro de cómo los terroristas, fiscales y jueces usan el sistema penal como castigo es tal que cuesta no ver el patrón misógino.  

Observando las características de las y los operadores de justicia y personas defensoras de derechos humanos criminalizadas por su trabajo y lucha contra la corrupción, Méndez Ruiz y los netcenteros se han ensañado, sin lugar a duda, contra las mujeres.  Gloria Porras y Erika Aifán tienen más de 50 acusaciones cada una, acumulando casi dos centenas entre ambas. Yassmin Barrios, Claudia Paz y Paz, Claudia Escobar, Cristina Fernández, Patricia Gámez y Thelma Aldana las precedieron como objeto preferido de las agresiones de Méndez Ruiz y su coro de netcenteros. Incluso, las agresiones en contra de Juan Francisco Sandoval y varios fiscales tienen altos contenidos sexualizados por la orientación sexual del primero.

Por años, UDEFEGUA registra las agresiones en redes con contenido estigmatizador, misógino y de propagación del odio. Notamos con preocupación la sexualización de las agresiones contra Helen Mack, Brenda e Iduvina Hernández, Berta Michelle Mendoza y otras mujeres. Sin embargo, la salida de la CICIG marcó un hito para convertir las agresiones ocasionales en redes, a un hostigamiento que tenía resultados en denuncias penales y recientemente, en órdenes de captura. Los hombres agredidos en esta arremetida del poder son menos y sufren niveles menores de hostigamiento que ellas, las Mujeres de la Justicia.

¿Cómo enfrentar la misoginia de los machos terroristas?  Las Mujeres de Justicia han tratado de usar el sistema y les han denunciado. La Fiscalía de Delitos Contra la Mujer planteó que no era violencia contra la mujer porque: ¡no mediaba relación sentimental! Así es que nos toca a nosotras las mujeres seguir llamando las cosas por su nombre: no es discriminación es misoginia; no es estereotipo es odio/temor.