…Resistiré para seguir viviendo / soportaré los golpes y jamás me rendiré / y aunque los sueños se me rompan en pedazos / resistiré, resistiré… 

 

Es evidente que el Estado de Guatemala está copado por el crimen organizado y que las políticas y cargos públicos, las leyes y las instituciones creadas para favorecer la vigencia de los derechos humanos han sido eliminadas o están desapareciendo por causa de la corrupción.

También es notorio cómo la sociedad está bajo la dominación de una cultura de impunidad fortalecida bajo gobiernos de delincuentes innombrables. Los medios de manipulación masiva -en poder del empresariado- transmiten mensajes sesgados, información insulsa, chistecitos racistas, imágenes sexistas, y, por si fuera poco, incitan a la violencia, de manera sutil y abierta, como con los anuncios de armamento. Cultura de la mediocridad.

A diferencia de dicha corriente corporativa neoliberal, y desde los márgenes y otros lugares, sobrevive una cultura que reivindica la dignidad, la justicia, la paz, la belleza, el placer. Es la confluencia de visiones del mundo que no están de acuerdo con el sistema que nos rige, por destructivo y cruel. Esa cultura otra, la de la colaboración, la justicia, el bienestar, también ha existido siempre, sobre todo donde la desigualdad provoca que la rebeldía se convierta en revolución.

La búsqueda del bienestar es humana, por lo mismo, es colectiva. Cuando el malestar de la miseria afecta a las grandes mayorías, lo que hay es un opresivo desbalance que sólo se sostiene por el uso de la violencia.

Las feministas, en distintas latitudes y momentos históricos, hemos luchado como en la Chiviricuarta: Por mí y por todas. Las acciones llevadas a cabo para conseguir acceso a conocimientos, a trabajo digno, a la libertad personal, han sido colectivas y muchas veces simultáneas. Gracias a ellas es que se han logrado profundas transformaciones, aunque falta mucho por alcanzar.

En Guatemala las feministas somos una fuerza presente, activa, potente. Nuestra diversidad es nuestra riqueza; pese a las adversidades, vamos sumando ideas y propuestas para que este régimen machista termine y podamos vivir con armonía en la naturaleza. Así lo deseamos y pensamos, aunque suene bucólico. 

Nuestros planteamientos para la construcción de comunidades con relaciones colaborativas surgen a partir de reflexiones comunes, afinidades políticas, junturas coyunturales, coincidencias momentáneas, añejas amistades, longevas alianzas y eventuales encuentros. Quizá el aglutinante que nos hace identificarnos, es el deseo de vivir en sociedades de respeto mutuo universal, entre y hacia seres vivos y el entorno. Si bien se abanderan teorías radicales, esotéricas, decoloniales, anarquistas, marxistas, transpersonalistas, etcétera, sabemos que hay caminos y maneras para encontrarnos políticamente, a partir de la ética feminista del cuidado, del reconocimiento, de la búsqueda de soluciones, y de la ecología como forma de vida. Eso es lo que nos distingue.

Cuando el país está desmoronándose en los abismos de la corrupción, la alternativa que nos queda para no hundirnos, es resistir. No aguantar, que es resignarse, sino presentar frente, alzar la voz, denunciar y con quienes se apuntan, seguir construyendo la utopía que un día -ojalá- ha de ser nuestra sana y feliz cotidianeidad.