María Candelaria Navas / Historiadora feminista salvadoreña

Si hacemos un breve balance de lo que han significado los doscientos años de independencia para las mujeres salvadoreñas, podríamos destacar lo siguiente:

En primer lugar, queda claro que el modelo de desarrollo capitalista neoliberal y el sistema patriarcal no han traído ganancias para la mayoría de ellas, a lo sumo  han sido oportunidades para las de los sectores medios profesionales. La mayoría de las mujeres se ubica en trabajos precarios como las maquilas, sobreviven del trabajo ambulante, como empleadas domésticas, en el trabajo sexual; las migraciones de mujeres, solas y acompañadas, con sus niños, se han incrementado en los últimos años.

En cuanto a la educación, si bien se han ampliado o expandido las posibilidades, existen diversos obstáculos que impiden su acceso pleno; además del económico, están los embarazos en adolescentes, la violencia pandilleril que en algunas zonas impide desplazarse a las niñas y jóvenes a sus instituciones educativas. En cuanto a la violencia en todas sus modalidades o tipología: política, económica, sexual, derechos reproductivos, sabemos que  se ha logrado legislación importante pero la violencia de género va en aumento. Lo cual expresa que la ideología del patriarcado se ha enraizado en toda la sociedad. Además, el Estado no considera relevante tomar medidas en este sentido. Incluso podríamos hablar de misoginia a nivel de la sociedad y el Estado.

A nivel simbólico e ideológico el Estado ha tenido diferentes momentos tratando de “modernizar” e integrar a las mujeres en proyectos que tratan de redefinir y configurar la nación. En 200 años han surgido diferentes proyectos de nación, pero es a partir de 1870 que se inician los proyecto liberales orientados a insertar a El Salvador en el sistema capitalista mundial, justamente la propuesta liberal de despojar a las y los campesinos indígenas de sus tierras comunales, se concreta en 1880. Se continuaron en 1920, 1932, 1950, 1970 y 1990, pero en todos, las representaciones femeninas ponderan y tienen como común denominador  el de ser madres.

Teniendo como marco de acción el contexto antes esbozado, las organizaciones de mujeres y las mujeres independientes feministas que se incorporaron a la lucha por los derechos humanos de las mujeres, tienen sus antecedentes en el feminismo temprano que surge en el marco del proyecto liberal iniciado en 1870 con el parcial acceso de las mujeres a la educación. 

Si nos preguntaran cuándo surge el feminismo en El Salvador, podríamos afirmar -por las últimas investigaciones realizadas por el historiador Héctor Lindo-, que desde la segunda mitad del siglo XIX, a lo largo del siglo XX e inicios del  XXI las mujeres aparecen como fuerza organizada o como personas individuales, en distintos espacios: sectoriales, gremiales, corporativistas o literarios. Para el historiador antes citado, hay expresiones de un feminismo temprano a fines del siglo XIX, cuando las mujeres de clase alta empezaron a estudiar y escribir en periódicos, o  ejerciendo el magisterio u otras actividades ligadas al trabajo doméstico. Desde inicios del siglo XX se crearon sindicatos de costureras, panaderas en cuyos estatutos aparecían sus demandas por el sufragio y los derechos de las mujeres. Por lo que podríamos decir que el feminismo en El Salvador es de una larga data.

El contexto y el momento fundacional del feminismo en El Salvador, desde la perspectiva teórica y metodológica de los teóricos los movimientos sociales: Alberto Melucci, Manuel Castels entre otros es en 1985-1986 y está relacionado con las ideas socialistas de izquierda.

Se considera que el contexto post conflicto (1992 en adelante) el accionar de los movimientos sociales, el movimiento de mujeres y sus diferentes expresiones: feminista, lésbico, de la diferencia, etc. constituyen una nueva parte del mismo. Sin embargo, desde una perspectiva histórica al relacionar dicho movimiento con el accionar de las organizaciones de mujeres, se encuentran cuatro momentos:

a. Las organizaciones de mujeres ligadas al movimiento obrero en el marco de la lucha de clases. 1920-1970.

b. Las organizaciones de mujeres apoyando el proyecto contrahegemónico, en el marco de los «movimientos populares revolucionarios», 1971-1992.

c. Las organizaciones de mujeres con reivindicaciones propias o de género, que corresponde al momento en que surgen las demandas específicas del ser mujer. 1992-2008.

d. Las organizaciones de mujeres y mujeres independientes con tensiones respecto de su postura en relación con los gobiernos de izquierda (participación en, colaboración con y/o crítica hacia): 2009-2019.

La primera gran conquista de las mujeres salvadoreñas como ciudadanas fue la obtención del derecho al sufragio en 1950. En las siguientes décadas, la agitación social, el descontento y luego la guerra, fueron el escenario en el que un alto porcentaje de  mujeres rurales y urbanas se identificaron con las demandas de sus respectivos gremios, incorporándose a las organizaciones mixtas del movimiento popular revolucionario: como maestras, obreras, campesinas, pobladoras de tugurios, estudiantes, cooperativistas. Se  incorporaron a la lucha armada y el accionar político-militar.

Un tercer  momento importante en la lucha por la ciudadanía de las mujeres se vivió en el periodo de posguerra, al ser omitidos los intereses y necesidades de las mujeres en los procesos de reconstrucción nacional, soslayando las cuotas de autonomía y empoderamiento que habían alcanzado durante el conflicto, para reinsertarlas nuevamente en las tareas domésticas.

A partir de los Acuerdos de Paz en 1992 en El Salvador, se empezaron a desencadenar, con especial énfasis, procesos de participación en diferentes ámbitos y espacios, tanto a nivel local, municipal, regional como nacional. En este momento las mujeres salvadoreñas comienzan a construir un pujante movimiento de mujeres y feminista, dando lugar al desarrollo de la conciencia feminista  como el primer paso hacia la autonomía. 

El encuentro con el feminismo permite reflexionar y cuestionar el orden social que las ubica en posiciones inferiores respecto a los hombres o entre ellas mismas, así como la exclusión del goce de derechos que otros tienen en su calidad de ciudadanos a la que han sido sometidas y los ámbitos donde se toman las decisiones que las afectan, se da el primer paso para ganar autonomía, condición muy importante en la construcción de ciudadanía.