Pese a la gravedad y el aumento de los delitos sexuales en Guatemala, los medicamentos para apoyar de emergencia a las víctimas son insuficientes.

Mariela Castañón / laCuerda

El pasado 24 de agosto un bus de Transportes Aracely fue asaltado por delincuentes que también violentaron sexualmente a dos mujeres jóvenes. Esto ocurrió en la ruta de Los Encuentros a Tecpán; los Bomberos Municipales Departamentales trasladaron a las víctimas a un hospital público de la localidad.

Los datos de violencia sexual en Guatemala son alarmantes. Según las estadísticas del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF), entre enero de 2020 a agosto de 2022, se han realizado 20,054 reconocimientos médicos por delitos sexuales.

La mayoría de las personas afectadas son mujeres: 18,163 mujeres y 1,891 hombres.

Los casos revelados por INACIF son mucho mayores que la cantidad de medicamentos disponibles para las víctimas de violencia sexual.

El tratamiento

El tratamiento para una víctima de violencia sexual se aplica en las 44 Clínicas de Atención a Víctimas de Violencia Sexual y contiene: antibióticos (metronidazol, azitromicina, cestriaxona, penicilina, benzatínica), antirretrovirales, profilaxis con vacuna hepatitis B, vacunación pentavalente, vacunación contra tétanos y la píldora anticonceptiva de emergencia.   

Aunque según la cartera de Salud, existe un kit disponible para cada paciente que lo necesita, las estadísticas reflejan que la cantidad de medicamentos entregados varía. De enero de 2020 a agosto de 2022, ha aplicado un total de 14,064 medicamentos diferentes a víctimas de violencia sexual.

Hasta el 6 de agosto de este año, solo fueron aplicados antibióticos a 932 personas, vacunación contra tétanos a 614 pacientes, antirretrovirales a 792, vacunación contra Hepatitis B a 605, anticoncepción de emergencia  606 y vacunación pentavalente a 16.

El riesgo de no recibir un kit de emergencia

Una violación sexual debe considerarse una emergencia médica debido al trauma vivido por las víctimas, por los riesgos a una enfermedad de transmisión sexual y por un posible embarazo.

De acuerdo con Mirna Montenegro, del Observatorio en Salud Sexual y Reproductiva (OSAR), es importante que una víctima sea tratada de manera inmediata sin tener que esperar para ser atendida, porque mientras llega su turno no puede bañarse ni retirarse la ropa y esto puede provocar un trauma y significar la pérdida de evidencia importante.

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El OSAR documentó cierres en algunas clínicas y mala atención durante la pandemia de Covid-19. Una sobreviviente, por ejemplo, fue trasladada a diferentes áreas del Hospital San Juan de Dios sin recibir atención médica hasta que el OSAR le recomendó ir directamente al Ministerio Público (MP) donde existe una clínica de atención.

La directora del OSAR también explicó un caso en Sacatepéquez, donde una mujer víctima de violencia sexual tuvo que esperar 8 horas para ser atendida porque llegó de noche y la encargada de los kits de violencia sexual los dejó guardados y nadie tenía copia de la llave.

Por su parte, la doctora Nancy Sandoval, especialista en medicina interna, opina que el kit debe ser aplicado pronto porque su función es definitivamente profiláctica o preventiva: “debe ser preferentemente en las primeras horas de atención luego de la agresión. Esto debe ser prioritario y no debería retrasarse”, argumenta.

Otros desafíos mencionados por Sandoval, son la falta de personal capacitado durante las 24 horas para brindar atención médica de calidad, así como formación continuada en el personal asistencial y actualización en el Manejo de Agresión Sexual que incluya atención médica, consejería, apoyo y cuidado de la salud mental.

Sandoval indicó que los centros de atención médica tienen la obligación de tener un kit de emergencia y no habría razones para el desabastecimiento, porque esto significaría “negar un derecho a las víctimas de agresión sexual”.

Sandoval destaca que también pueden existir situaciones por “desconocimiento y rechazo” a recibir consejería, evaluación clínica, profilaxis, vacunación, entre otros, debido a las creencias familiares o religiosas, la poca información, los patrones de crianza o la ausencia de soporte familiar. “Hay que recordar que en muchos casos la persona abusadora puede estar en el núcleo cercano a la víctima y hasta ser acompañante”, describe la especialista.