Ana Cofiño / laCuerda

La continuidad de la vida, las resistencias al patriarcado y los giros emancipatorios, son los referentes clave para escribir la Historia de las Mujeres. A veces es necesario usar lente de aumento para encontrarlas en las fuentes, no obstante, en la prensa de inicios del siglo XX se publicaron textos e imágenes de artistas, amas de casa, de indígenas, alguna vez, pero es notorio que donde más frecuentemente se las menciona es en las notas rojas, como víctimas de violencia y abusos, o como delincuentes y criminales.1

De la casa a la fábrica

La insurrección popular que en 1920 derrocó al dictador Manuel Estrada Cabrera, contó con la participación de muchas mujeres de distintas clases sociales que hicieron tareas de vigilancia, transmisión de información, cuidado de heridos, recuperación de armas y otras actividades de gran significado para ellas y para la percepción que la sociedad se formó de ellas. Mujeres del pueblo y damas de la sociedad participaron luego en clubes unionistas, en manifestaciones2, se incorporaron a las organizaciones que exigían cambios, formaron parte de mutuales y de sindicatos, asistieron a congresos y conferencias internacionales.

El censo elaborado en 1921 por el gobierno de José María Orellana3 da cuenta de una población de 2 millones 4 mil 900 mujeres, de las cuales 917 mil 046 son analfabetas. El informe liminar del mismo censo, arroja el dato de mil 218 mujeres empleadas como telefonistas, telegrafistas, oficinistas, secretarias, empleadas públicas, ubicadas en los escasos centros urbanos; no sabemos a ciencia cierta cuántas se ocupaban en otras actividades, como maestras, enfermeras, comadronas, curanderas, parte fundamental de la fuerza de trabajo que usualmente se invisibiliza.

Las cifras reflejan una imagen en la que muy pocas mujeres (95 mil alfabetizadas) tenían acceso a la lectura, al intercambio de información, a la instrucción. No obstante, de Europa, México y del Sur del continente, llegaban noticias de las revoluciones acaecidas en México (1910) y Rusia (1917); películas, documentales, libros, revistas y lecturas anarquistas, socialistas, comunistas, e inclusive, textos feministas se trasegaban por Centroamérica. En el diario El Imparcial, por ejemplo, encontramos un artículo sobre el libro La sujeción de las mujeres de John Stuart Mill y Harriet Taylor, quienes reivindican “La igualdad absoluta de derechos y deberes de los cónyuges en la unión completa de dos seres igualmente responsables, igualmente educados, y por lo tanto, igualmente libres”, que el autor ruega sea leído por las mujeres.4 Aunque numéricamente escasas, existían agrupaciones de mujeres letradas, artistas, estudiosas, algunas con experiencia política, otras organizadas, como en la Sociedad Gabriela Mistral, de inspiración teosófica, expuestas a ideas innovadoras y que contribuyeron a enriquecer el entorno cultural con su participación en discusiones públicas. La publicación Vida, contó con una columna a cargo de integrantes de dicha sociedad, donde se discutió el derecho al voto. Igualmente importante fue la creación de la Universidad Popular que tenía como objetivo llevar instrucción a mujeres y hombres trabajadores, para su superación.

Obreras, hijas del pueblo

Mujeres empobrecidas, algunas provenientes del área rural, fueron constituyendo la gran masa de trabajadoras asalariadas, encabezadas por las empleadas en oficios domésticos, rubro en el que se empleaban más de 61 mil 314 mujeres. A ellas se agregan las obreras y artesanas, que, según el mismo censo, sumaban 23 mil 552. Las cantidades han de ser inexactas, pero nos hablan de mujeres que contribuían al sostenimiento de la sociedad con sus trabajos de cuidado, escasamente remunerados; y de quienes producían de manera artesanal jabón, candelas, textiles, aguardiente y otros enseres; costureras que pegaban mangas o botones en sus casas; las cigarreras y las que trabajaban en pequeñas y medianas empresas, así como en el comercio que hoy llaman informal.

La cantidad de mujeres que realizaba tareas agrícolas en las plantaciones de café, azúcar y otros productos, seguramente quedó sub registrada debido a la costumbre de considerarlas coadyuvantes del hombre. Pero podemos pensar que, en el área rural, las mujeres se hicieron cargo de tareas relacionadas con la crianza y cuidado de animales, la cosecha y preparación de alimentos, así como la producción de bienes de uso familiar.

La huelga como herramienta de lucha fue extendiéndose a distintos gremios. Se menciona que en 1921 las costureras realizaron una huelga, aunque no se sepa más. Al año siguiente se funda el Partido Comunista de Guatemala, integrado por zapateros, carpinteros, sastres y otros obreros y artesanos sin mucha formación política, aunque con experiencia en luchas en favor de la organización de la clase obrera. En 1925, mujeres escogedoras de café  empleadas en el Beneficio Gerlach, en la capital, asumieron la huelga para exigir a los dueños una serie de demandas específicas, como el derecho a tener tiempo para alimentar a sus criaturas, la eliminación de los registros efectuados por hombres, las ocho horas de trabajo y la paridad de salarios, entre otras.5

En 1929, Guatemala se encontraba sumida en su propia crisis, con los precios del café a la baja, plagas de langostas y una creciente oposición a las concesiones a empresas extranjeras, como la United Fruit Company. Ante la ola de protestas, el gobierno suspendió las garantías. En el horizonte destacaba la figura del futuro dictador Jorge Ubico, quien en 1931 fue juramentado como jefe de gobierno, dando inicio a otro periodo de luchas ante un gobierno misógino que terminó depuesto catorce años después por la Revolución de Octubre en 1944, suceso histórico que abrió nuevas avenidas para las mujeres.

 

 

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  1.  Es frecuente leer noticias sobre mujeres acusadas de ejercer la prostitucion sin cartilla (nombradas como pupilas, meretrices, pajaritas, de la vida alegre, casquivanas), razón por la cual eran ingresadas a las llamadas Casas de Tolerancia, donde la prostitución se ejercía legalmente para el enriquecimiento del Estado, a través del monopolio de prostíbulos a cargo de Petrona Montis, quien regía más de 150 establecimientos en la capital. Ver: Encarnación, selección de los Registros de ménadres y otras fuentes, Ediciones del Pensativo, Antigua, 20l3; David McCreery, “Una vida de miseria y vergüenza: prostitución femenina en la ciudad de Guatemala, 1880-1920”, Mesoamérica No. 11, CIRMA, Antigua Guatemala, 1986, pp. 35-59. En las notas de policía abundan las capturas de vendedoras de aguardiente clandestino.
  2. Se menciona a  una hermana de Manuel Cobos Batres, el líder de los minutos de silencio contra la dictadura, como mujer involucrada en la insurrección. Ver: Ana Lorena Carrillo, “Las mujeres de la insurrección de 1920”, Otra Guatemala, 9 de octubre de 1989.
  3. Censo de la República de Guatemala, Guatemala, Talleres Gutenberg, septiembre de 1924.
  4. El Imparcial, No. 8, sábado 24 de junio de 1922. P.4
  5. Ana Lorena Carrillo, “Sufridas hijas del pueblo: la huelga de las escogedoras de café de 1925 en Guatemala”, Mesoamérica No. 27, CIRMA, Antigua, 1994, pp.158-173.