Mientras las antorchas trotantes se encienden junto con los fervores patrios, quizás sea interesante formular algunas preguntas que conduzcan a respuestas necesarias. Preguntarse sobre la conexión entre nacionalismo, patriotismo y violencia patriarcal es necesario porque al hacerlo se pone sobre la mesa la manera como la patria se construyó sobre cuerpos violentados, vulnerados y violados de las mujeres. Dimensión, por cierto, que no se aborda en los libros de historia oficial, cegada como está por la colonialidad del saber.

Es importante regresar en la historia para evidenciar de qué manera el relato histórico ha sido contado por siglos de forma ginope, olvidando deliberadamente la participación de las mujeres, y cuando las han presentado, es generalmente como víctimas en los discursos patriarcales colonizados. Basta con solo recordar quienes se autonombraron “los padres/dueños” de eso que se llama patria para entender las razones por las cuales ésta, la de la eterna tiranía, se sostiene hasta la actualidad.

Es importante revisitar el pasado para identificar las continuidades en los patrones políticos y sociales, entender de qué forma se reactualizan las propuestas autoritarias, antiderechos y prodespojo legal y avanzan sobre el territorio, así como sobre los cuerpos de las mujeres.  Uno de esos patrones históricos es la eliminación, simbólica primero y física posteriormente, de las voces críticas por medio del silenciamiento, la criminalización y el mecanismo del miedo. No es casualidad que haya aumentado el porcentaje de mujeres defensoras violentadas en este gobierno, tampoco lo es que aumenten los femicidios. Sucede porque entre quienes se enfrentan a esa patria del despojo, muchas son mujeres con voces y propuestas disidentes que no se quiere escuchar.

Y es importante revisitar la historia también porque nos regala las enseñanzas de nuestras ancestras, los legados de rebeldía feminista, las visiones críticas sostenidas como hilo conductor frente a esa estructura patriarcal que se esconde en los relatos de la patria y el nacionalismo. Y no, no es “la patria” en la que queremos vivir.

Estamos construyendo ese lugar, queremos un territorio donde la vida sea posible en convivencia con la naturaleza, donde podamos relacionarnos sin que medie la violencia, donde no sean normales las enormes brechas de desigualdad que nos separan, donde no haya dueños del país, ni de la casa, ni de la cama, ni de los sueños. Y sí, hay muchos nombres para eso que construimos. Matria, Abya Yala, Territorio- Cuerpo, Casa Grande. Porque sí, porque somos diversas y eso está muy bien.