Silvia Trujillo / laCuerda

 

La tesis que ha sostenido la antropóloga argentina Rita Laura Segato, es que la violencia contra las mujeres aumenta y asume características de mayor crueldad cuando el Estado omite su responsabilidad o deja de cumplir su rol de garante de derechos humanos. El punto de partida de la autora, que aplica al contexto de Guatemala, es que estas formas más explicitas que asume la violencia contra las mujeres o el incremento de la misma son la evidencia contundente de la crisis política. Explica, además, que en esos escenarios los cuerpos de las mujeres se convierten en los soportes donde se imprimen nuevas formas de dominio, se exacerban las relaciones de poder asimétricas, el ejercicio de la masculinidad despótica y los escenarios de impunidad que dan como resultado un aumento de actos y muertes violentas de mujeres.

El control que los grupos criminales y las corporaciones pretenden desarrollar en el territorio de los países, se expresa también en los cuerpos de las mujeres que se pretenden someter total y completamente. “El cuerpo de las mujeres es un lugar por excelencia en el que se manifiesta el fracaso del Estado”, afirma Segato en una entrevista publicada en 2017.1

Los datos obtenidos en Guatemala confirman los planteamientos de la antropóloga feminista autora del libro La guerra contra las mujeres (2016).

Incremento de la violencia femicida

Si bien hubo un pequeño descenso en la cantidad de casos de muertes violentas de mujeres (mvm) registrados a inicios de la pandemia, en esos dos años y medio, el problema se exacerbó y en los primeros meses de 2022, la tendencia es el aumento. De seguir así el país estaría alcanzando la cantidad registrada en 2017, o peor aún la de 2015 (601 muertes violentas en ese año). Incluso, desde 2009 no se registraba un repunte de dos años seguidos y se podría volver a esa preocupante escena.

Muerte violenta de mujeres 2015 – 2022

Si bien hubo un pequeño descenso en la cantidad de casos de muertes violentas de mujeres (mvm) registrados a inicios de la pandemia, en esos dos años y medio, el problema se exacerbó y en los primeros meses de 2022, la tendencia es el aumento. De seguir así el país estaría alcanzando la cantidad registrada en 2017, o peor aún la de 2015 (601 muertes violentas en ese año). Incluso, desde 2009 no se registraba un repunte de dos años seguidos y se podría volver a esa preocupante escena.

Fuente: Elaboración propia con base en Asociación Diálogos

Siguiendo estas cifras, de acuerdo con la información que sistematizó la Asociación Diálogos hasta el mes de julio de 2022, la tasa interanual tuvo un mayor incremento en muertes violentas de mujeres comparados con la de los hombres. Mientras que para ellas la tasa interanual fue de 5.1 por cada cien mil mujeres (se incrementó 11.3 por ciento en comparación con 2021), para los hombres la tasa interanual fue de 30.6 con un cambio de 9.3 por ciento. Es decir, que se está ante un aumento acelerado de las muertes violentas de mujeres, que conforman el 14 por ciento del total de muertes que se producen en el país.

De acuerdo con Karla López, investigadora de Diálogos, las cuatro entidades públicas que registran información sobre violencia contra las mujeres, Policía Nacional Civil (PNC), Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF), Registro Nacional de las Personas (RENAP) y Ministerio Público (MP), aportan evidencia en cuanto al aumento de casos. Por ejemplo, si se retoman los registros del RENAP, de 180 casos sistematizados en los primeros seis meses de 2021, en el mismo periodo de 2002, fueron 231, es decir, el aumento ha sido del 28 por ciento.

La misma tendencia denunció la Unidad de Protección a Defensoras y Defensores de Derechos Humanos de Guatemala (UDEFEGUA) al referirse específicamente a la feminización de las agresiones y actos violentos contra mujeres defensoras en el país.  De las 589 agresiones que la UDEFEGUA registró contra personas defensoras de enero a junio de 2022, 263 fueron contra mujeres, es decir 45 por ciento. En 2020, las agresiones contra defensoras habían significado el 33.6 por ciento del total, es decir que se confirma la tendencia al aumento de casos producidos contra mujeres.

Confirmando el mismo escenario, en días pasados el MP presentó el informe sobre el funcionamiento de la Alerta Isabel-Claudina donde también se registró un aumento en las desapariciones de mujeres guatemaltecas y se pudo determinar que más del 40 por ciento de las alertas activadas se vinculan con el problema de la violencia contra las mujeres.

Paralelamente, se percibe desinterés de las autoridades para atender las demandas y necesidades específicas vinculadas con la violencia contra las mujeres. Mismo que se evidencia en acciones que van desde declaraciones desafortunadas realizadas por altos funcionarios del país, hasta la negativa a entregar datos oficiales que permitan diagnosticar de manera pertinente el problema y las respuestas que el Estado está ofreciendo.

Con un sostenimiento de casos que permanecen sin resolverse en el sistema de justicia, altos porcentajes de impunidad y aumento sostenido de casos de violencia contra las mujeres, se refuerza el mensaje de dominación a la sociedad, utilizando el cuerpo de las mujeres como un mensaje contundente: se la quiere silenciada, obediente y sumisa. El precio por violentar el mandato de dominación es la vida.

El sexismo en la interpretación de los datos

A pesar de que cada institución registra de acuerdo con su mandato, hay que decir que el análisis de la información está atravesado por la perspectiva sexista. Para muestra un botón: la PNC, que registra datos de acuerdo con los hallazgos de escena de crimen, establece que en 6 de cada diez casos no es posible conocer el móvil de la muerte violenta de las mujeres. De los restantes 4 de 10 casos establece la fuente que la mitad (21 por ciento) tiene relación con problemas “pasionales, emocionales y amorosos”. Es decir, se está hablando de las relaciones desiguales de poder contempladas en la definición de femicidio descrito en el marco legal guatemalteco, pero se decide seguir utilizando la nomenclatura sexista que esconde el dato tras el eufemismo de “lo pasional”. Parece un pequeño detalle, pero no lo es.

 

 

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 1. https://bit.ly/3Koolv7