Para sobrevivir a esta innegable crisis es necesario aceptar que hace ratos que los límites de la pudrición se rebasaron y que el buque hizo aguas. La realidad nos dice que el derrumbe tangible del Estado, como el de las carreteras, provoca pérdidas cuantiosas que conmocionan al conjunto de la sociedad. Asumir que estamos chapaleando en el fango puede que nos sirva para salirnos de allí por voluntad propia y con nuestros medios, como el personaje que se saca del pantano halándose de los pelos. 

Las mujeres, quienes a través de siglos y generaciones han tenido que crear formas de sobrevivencia ante el embate opresivo del patriarcado, contamos con un acervo de consejos, recetas, amuletos para la resistencia. Gracias a esa larguísima lucha en distintos frentes, y también debido al afán de conservar los conocimientos y transmitirlos, hoy sabemos que necesitamos acopiar todos los elementos al alcance para evitar hundirnos en la ciénaga de la impunidad. 

Por ejemplo, las mujeres sabemos que las redes de cuidado integradas por amigas, parientas, comadres, colegas, cómplices son fundamentales para los momentos más difíciles de la vida. Ellas son quienes nos acompañan en las horas tristes, prestan atención para las angustias, preparan condiciones para el invierno, tapan los agujeros y enmiendan los desgarres. En las enfermedades, las pérdidas y los miedos, ellas, nuestras hermanas del corazón, están allí como soporte, no te van a dejar. Esa es una clave que necesitamos atesorar, cuidando de no estropear esas relaciones donde el poder se puede filtrar y hacer estragos. Evitar los chismes, las zancadillas, los engaños es básico para que dichas amistades se fortalezcan y prosperen.

Crear condiciones para resguardarse cuando afuera acechan las violencias y los odios. Calentar el refugio, juntar víveres y aperos para la sobrevivencia. Interprétese como quiera, se trata de tener un espacio físico y mental seguro donde aislarse en caso de peligro. La madriguera como el lugar para pasar la tormenta eléctrica o figurativa. 

Los conocimientos son otra gran clave que nos fortalece porque nos permiten prever, crear mejores condiciones de crecimiento, asociar causas y efectos, establecer rutas. Saber que somos humanas con derechos, dignidad, libertad y potencias es fundamental para la autoestima, con lo cual podemos defendernos de quienes nos subestiman y menosprecian. Re conocernos como sujetas políticas capaces de construir formas de vida dignas es una buena práctica que se consolida al adquirir conocimientos sobre el pasado, sobre el mundo que nos rodea, sobre nuestros cuerpos.

Contar con recursos para la sobrevivencia propia y de la comunidad, no sólo materiales sino simbólicos, es la base sobre la cual descansa la autonomía. Esto significa que si podemos vivir solas, cubrir nuestras necesidades con nuestro trabajo, y disfrutar de nuestra vida, vamos a ser más libres y por ello, más felices. Pero en la crisis, implica contar con lugares y redes de apoyo donde pasar el aguacero.

Seguramente un coach patriarcal diría que ante la calamidad que se avecina, habría que armarse y entrenarse para la guerra. Nosotras, bien al contrario, convocamos a proteger nuestras organizaciones, evitar el desgaste innecesario y alimentar las fortalezas que ya tenemos, para seguir el camino trazado y alcanzar nuestros sueños de vidas dignas en armonía.