A nuestra querida Patricia Samayoa la recordamos como una mujer alegre que disfrutaba con el baile, el Tai Chi, el campo; una profesional capaz, una compañera de luchas. Una mujer amigable, entre otras virtudes. Nadie podía creer que la había asesinado un guardia de seguridad privada en una farmacia. El dolor que ese crimen causó, marcó muchas vidas, pero a la vez hizo conscientes a muchas personas de los efectos que tiene en Guatemala la violencia contra las mujeres y la carencia de seguridad para la mayoría de la población.

Cuando dedicamos este espacio a la reflexión sobre lo que significa vivir seguras, fuimos descubriendo no únicamente todo lo que falta, sino lo que queremos. Y sobre ese deseo compartido seguimos caminando, hasta concretar vida digna y segura para todas las personas.

Las mujeres -desde la niñez hasta la vejez- tenemos derechos que deberían ser universalmente respetados, como decidir con libertad y sin que nadie nos censure o imponga sus criterios. Todas las mujeres tenemos derecho a aprender, estudiar, practicar las artes, las ciencias, el deporte; a vestir, hablar, disfrutar sin ser sujetas de abusos, ni siquiera de insinuaciones. 

Nuestros cuerpos no son propiedad de ninguno y nadie más puede abrogarse el derecho a decidir aquí. La sexualidad de las mujeres no es un dispositivo al servicio de los hombres. Es tiempo que los Estados, las instituciones, los medios de comunicación promuevan el cumplimiento de acuerdos para superar las desigualdades y que transmitan imágenes y mensajes de respeto por todas las personas; que se elimine por completo la cultura de la violación que tolera que los hombres puedan apropiarse de los cuerpos de las mujeres consideradas por ellos como objetos. Dejar de promover la figura del macho que no puede contener sus ‘instintos’ sexuales y por ello viola mujeres.

El Estado de Guatemala está obligado a garantizar nuestro acceso a servicios como salud, educación, justicia. Sin embargo, sucede todo lo contrario: el sistema de justicia patriarcal considera a las mujeres culpables de la violencia que se comete diariamente contra ellas. De su lado, los dueños del capital hacen alarde de su machismo y en ningún momento reaccionan ante los horrores cometidos contra las mujeres. Las iglesias, guías espirituales, gurús, pastores y sacerdotes tendrían que promover el bienestar de todas las personas, en vez de silenciar el terrible crimen de violación y embarazo forzado que diariamente se comete contra niñas menores de edad.

Seguridad significa que en lo personal nos sintamos confiadas como sujetas de nosotras mismas, como personas íntegras, dueñas de sus vidas y no como servidoras. Y que, en lo social y político, seamos igualmente reconocidas como políticas, como trabajadoras, profesionales, como ciudadanas, como comunicadoras. Que podamos andar solas de noche sin que uno o varios hombres nos acosen. Que podamos subir al transporte público sin padecer de tocamientos y exhibicionismo. Que nadie en la familia asuma que la madre es la designada por dios para cocinar, limpiar, proveer y encima, amar. Que ser mujer no sea una condena.

Seguridad es Justicia, Libertad, Dignidad.