Silvia Trujillo / laCuerda

Foto: Sandra Sebastián

En el contexto actual en Guatemala es válido remarcar el escenario hostil que vive la prensa. La estrategia de estigmatización montada por los últimos gobiernos en connivencia con otros grupos de poder, con el objetivo de transformar a las y los periodistas en el nuevo enemigo público se consolida. De acuerdo con la información recopilada por el observatorio de la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG) entre enero y octubre de 2022 se han producido más de 100 agresiones en contra de quienes se desempeñan en esta labor y 375 durante los casi tres años del gobierno actual. 

A las y los periodistas pretenden silenciarlos porque con su trabajo desnudan las redes de corrupción, los negocios turbios, la impunidad generalizada, todo aquello que quienes detentan el poder pretenden ocultar. Porque silenciándoles quitan de en medio a quienes fungen como testigos de sus tropelías y evitan que las sociedades sean informadas al respecto. 

Evelyn Blanck, periodista y directora del Centro Civitas expresó su preocupación por esta estrategia de colocar a la prensa como “enemiga” de los gobiernos porque afecta no sólo el derecho a informar, sino también el de estar informada ya que al silenciar las voces críticas se inhibe a la sociedad de conocer las distintas versiones de la historia. Se perpetúan versiones unívocas, perspectivas desde el poder y se niega, como se ha negado históricamente, la posibilidad de que las personas tengan a su alcance distintas versiones de los hechos y puedan tomar decisiones de manera informada. 

“No vamos a acomodar nuestra palabra”

A las mujeres periodistas las violentan por esos mismos motivos y, además, por romper el mandato de silencio y sumisión al que la sociedad patriarcal las sometió, porque, a pesar de todos los obstáculos y trabas para que ellas tomaran el ámbito público, han desafiado los lugares que el patriarcado les prescribió y han logrado expresarse, Y esto se interpreta como una doble afrenta. Por este motivo, hace unos años Irina Bokova, directora general de la UNESCO, hacía referencia al doble ataque del que las mujeres periodistas pueden ser víctimas, porque se convierten en objetivo tanto por ser mujeres como por ser periodistas. Este ataque puede ser triple si quienes toman la palabra son mujeres indígenas. 

Así lo confirma la Relatoría para la Libertad de Expresión (RELE) “La intersección de múltiples identidades puede aumentar el riesgo de ciertas mujeres a enfrentar obstáculos o dificultades para el pleno ejercicio del derecho a la libertad de expresión o puede generar un efecto diferenciado en determinados grupos de mujeres. Muchas veces, estos factores también se traducen en formas particulares de discriminación hacia quienes conforman estos grupos”.1

Al entrecruzarse diferentes categorías de opresión aumenta la posibilidad de enfrentar todas las demás formas de violencia. Como ejemplo, estos testimonios aportados por periodistas en el marco de la investigación impulsada por Red Rompe el Miedo Gt, La Cuerda, Red Jun Na´oj, Proyecto Aliadas, Centro Civitas y la PDH.2

Como mujer maya yo siempre porto mi indumentaria y una vez fui discriminada en la torre de Tribunales, yo estaba entrando y me impidieron el paso, yo dije que era de prensa, pero me dijeron que no, que yo iba a ofrecer comida, ´¡yo soy parte de la prensa!´‚ les dije y mostré mi carné y así me permitieron entrar” o “las mujeres indígenas no somos bien vistas en el periodismo y cuando una se enfrenta y demanda derechos, las fuentes se enojan y niegan información”; “nos ven con nuestra indumentaria y no nos tratan con el mismo respeto que a otra persona con pantalón o vestido.

Ángela Cuc, comunicadora comunitaria y parte de la Red Jun Na´oj explicó que otras formas en las que se expresa el racismo hacia ellas es que en la mayoría de los medios de comunicación no se les permite comunicarse en sus idiomas, sino que tienen que hacerlo en castellano; que las fuentes las tratan de forma irrespetuosa utilizando el voceo al hablarles y también que se infravalora su trabajo con comentarios descalificadores o como si ellas estuvieran siempre en proceso de aprendizaje. “Hace un tiempo nosotras tuvimos a cargo la comunicación de un evento bastante grande, manejamos los equipos, transmitimos y todo salió muy bien. Al terminar nos fuimos al parque porque había un concierto y bailamos ahí un rato. Los comentarios que se hicieron destacaron que ´nos habíamos atrevido a bailar en el parque´, pero ni uno solo de como habíamos manejado la comunicación. Nos siguen viendo como atractivo turístico y no por lo poderoso que fue que nos comunicáramos en nuestros propios idiomas”, enfatizó. Y sentenció “no queremos acomodar nuestra palabra para ser aceptadas, queremos politizar el uso de nuestros idiomas”.

Shirlie Rodríguez, periodista e integrante de la Asociación Aliadas de Quetzaltenango destacó la serie de violencias que las periodistas enfrentan, sobre todo, en los departamentos, tales como: menores salarios, trato discriminatorio al momento de las contrataciones, trabajo sin acceso a seguridad social o cobertura de seguro alguno, acoso sexual de parte de fuentes y compañeros de trabajo, entre otras. Destacó que a pesar de las adversidades y del panorama desalentador actual, la apuesta es por la esperanza, por el fortalecimiento de redes de mujeres periodistas y del periodismo feminista que cuestione y fiscalice.

 

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1.      Relatoría para la Libertad de Expresión y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (2019) Avances, desafíos y recomendaciones para prevenir la violencia y luchar contra la discriminación de mujeres periodistas. Disponible AQUÍ.

2.      Red Rompe el Miedo GT, La Cuerda, Red Jun Na´oj, Proyecto Aliadas, Centro Civitas y la PDH (2022) Violencia contra mujeres periodistas. Disponible AQUÍ.