María Dolores Marroquín / La Cuerda


La colonización, las invasiones y la dominación, son hechos históricos sociales y políticos que determinan los modelos de sociedad que se nos ha metido hasta el tuétano. Los regímenes disciplinarios imponen jerarquías, autoritarismo, resignación y obediencia a las instituciones construidas para el adoctrinamiento que este sistema económico requiere. Éstos pretenden matar la energía vital de la humanidad para la trascendencia personal y colectiva, sin tener éxito en ese impulso, aunque la maquinaria ideológica de los fundamentalismos religiosos, la impunidad, la persecución política y el cinismo de la clase política son aplastantes.

Muestra de ello es que en varias comunidades, muchas personas están haciendo ejercicios de reconstrucción de esa voluntad encaminada al logro de la dignidad. Ver esta energía me llama a visibilizar las claves que se desarrollan, acá van algunas:

Sentir apego al territorio, algunas personas le dirán amor a la vida, otras le dirán arraigo, pero este sentimiento que pasa por concebirnos como pertenecientes a alguna comunidad, pasa por una decisión consciente, es decir potenciar el deseo de querer vivir en mejores condiciones, rompiendo la barrera del individualismo y pasando a la colectividad.

Creernos con derecho a ser, a soñar, a asumirnos sujetas y sujetos, con la posibilidad de organizarnos, de pedir cuentas, de exigir dignamente el cumplimiento de las funciones y de auto exigirnos el compromiso con el entorno.

Saltar a la acción, con la conciencia de que podemos equivocarnos, romper con el mandato de la perfección, del deber ser obediente a las órdenes, dejarnos llevar por la motivación del sueño de vivir otra realidad y de disfrutar el proceso de construcción, tanto como los resultados que vamos obteniendo.

Realizar nuestros propios análisis, escuchando muchas voces, las cercanas, las distantes, escuchar a las personas viejas, a las jóvenes. En un diálogo cercano en el que analizamos el contexto de una aldea en Sacatepéquez, los hombres participantes compartían sus preocupaciones, y después de escuchar las distintas miradas, espontáneamente se pasó a visualizar la necesidad de fortalecer organización social comunitaria, vinculada con el contexto y con el sueño de la realidad que se quiere construir.

En este momento de cierre de espacios, de silenciamiento de la disidencia y de falta de una justicia justa, fortalecer la energía vital comunitaria es una necesidad para mantener la esperanza.