Maya Alvarado Chávez

Al inicio de esta reflexión evocamos a Lucy, que según quienes fueron responsables del hallazgo

de sus restos, fue la primera femínida1 en caminar erguida. Muchas evidencias más ha de guardar la tierra en sus entrañas que seguramente afirmarán que no fue la única en caminar erguida, iniciar un camino, detenerse a mirar o imaginar el horizonte que buscamos o el que estamos decididas a construir.

En pleno siglo XXI, el descubrimiento inicial de nuestro andar dejando huella sigue siendo un referente. Esa energía vital para emprender camino, desplazarse y no quedarse estática frente a un mundo, en ese momento, joven.

Cada una recordará su primera decisión, su primera duda sobre la “justicia” o “legitimidad” de las experiencias vividas; la primera interpelación al contexto, a la sociedad, al tiempo que nos ha tocado vivir. Si hemos asumido el feminismo, cualquier corriente que nos convoque, ha sido con la voluntad de sanar las heridas y salir a recorrer la tierra, a encontrarnos, a hacer acopio de fuerza desde nuestras conciencias despiertas y activas, rebelarnos desde nuestras ganas de vivir, de bailar de dibujar y pintar la realidad que soñamos, de imaginar palabras y recrearlas para escribir nuestros poemas y canciones, pero también elaborar las categorías políticas con las que dialogamos sobre lo que nos pasa y lo que proponemos para emanciparnos.

Las feministas en este territorio que nombraremos Iximulew2, hemos accionado desde diferentes perspectivas, incluso antes de la firma de los Acuerdos de Paz.3 Cada una en lo personal, y todas como movimiento valoramos desde nuestro espacio el camino recorrido y reconocemos a las otras. Para quienes nos reunimos desde 2007 en la Agenda Feminista, este trayecto ha potenciado la identificación de temas, categorías y debates pendientes, lo cual ha sido retomado en 2010 en la Asamblea Feminista, para el desarrollo de una propuesta de sociedad. En ese ejercicio hemos transitado de nuestros sueños y deseos a definiciones concretas con respecto a las formas de ser y estar en este tiempo y espacio que nos ha tocado, como seres íntegras y completas; en relación con otras personas, con los elementos de la Red de la Vida y con el universo.

Diálogo permanente entre mujeres y feministas

Convocadas por nuestra autodefinición como feministas, desde 2010 nos reunimos como Asamblea y nos propusimos elaborar una metodología de debate y sistematización de nuestras discusiones para construir una propuesta de sociedad sin jerarquías entre humanas ni con respecto a los elementos de la Red de la Vida. En esa construcción están presentes voces, pensamientos y sentimientos de mujeres y feministas de distintos territorios: Petén, Jalapa, San Cristóbal Verapaz, Sacatepéquez, Quiché, Huehuetenango, Quetzaltenango, el departamento de Guatemala y algunos de sus municipios.

Un primer paso para esta construcción fue asumirnos como Sujetas Políticas, es decir hacer acopio de nuestras experiencias personales y avanzar a lo colectivo, compartiendo memorias y saberes que inscribimos en la historia, desde nuestra autonomía y decisión de realizar transformaciones en nosotras y con ello fortalecer las raíces desde las que vamos floreciendo.

Contenidos de nuestra propuesta política

Aunque inacabada, esta propuesta afirma lo que queremos, por ello ha definido contenidos impos- tergables. Luego de analizar nuestros contextos desde una mirada crítica, más que ahondar en lo que asfixia, hemos nombrado lo que buscamos construir:

Organizarnos para el cuidado colectivo de la Red de la Vida, la celebración de los cuerpos y la capacidad de alegría y placer

Iniciamos proponiendo una forma de organización social que celebre la vida digna en todas sus manifestaciones, empezando por las sexualidades plurales y libres de todas las personas, la capacidad de autonomía de cada sujeta y el reconocimiento de sus decisiones informadas con respecto a su cuerpo, su vida y forma de concebir su trascendencia.

También hemos debatido sobre la importancia del cuidado y de su organización en núcleos y redes sociales que colectivicen esa responsabilidad que tenemos con cada una de nosotras, nuestros entornos sociales y ambientales.

Símbolos que alienten libertades

En las discusiones sobre la organización social y política, identificamos que impulsarla requiere analizar los símbolos que han legitimado las opresiones en nuestras subjetividades, e imaginar los que alienten nuestra voluntad de libertad, encuentro y placer.

Dialogamos sobre el peso de los lenguajes hablados, escritos, dibujados y todas las formas de comunicarnos entre nosotras y con otras y otros. Acordamos que estos lenguajes requieren transmitir conceptos liberadores en todas las esferas, empezando por el erotismo y el placer.

Este ámbito de lo simbólico también requiere la recuperación de conocimientos y saberes que potencien la creación de imaginarios vinculantes, así como el ejercicio de espiritualidades integradoras, alejadas de dogmas de fe y amenazas de castigo eterno. Hacer visibles otros sentidos de vida desde el ejercicio de ser librepensadoras, y como tales, no creer en ningún ser supremo, pero sí en la capacidad intensa de creer en el bien común, en la posibilidad de ser felices aquí y ahora en la vida.

Todos estos elementos que forman parte de nuestros debates sobre lo simbólico emancipador, son dinámicos, no son absolutos ni inamovibles, están desprovistos de imposiciones, por tanto, requieren permanente transformación y cuestionamiento.

Interconexión entre seres vivos y elementos de la naturaleza

Para nosotras es incuestionable garantizar a todas las personas y los seres vivos del planeta la dignidad. Organizar la sociedad y su funcionamiento para ello, tendría que ser el motor de la actividad humana. Hemos analizado que la hegemonía capitalista del mundo ha producido una organización social para la acumulación de riquezas, así como los mecanismos para su legitimación a través de la internalización de mandatos que garantizan la obediencia y generan el deseo de tener y consumir.

La creencia de que el dinero es la base de nuestra subsistencia, sin analizar cómo se originó este sistema de depredación y despojo para la acumulación de riquezas en pocas manos, y la condena a la pobreza de amplios sectores, ha sembrado aspiraciones de ascenso económico a cualquier costo, restando valor a nuestra conciencia sobre quiénes somos y de dónde venimos.

El sistema de acumulación capitalista ha manipulado el lenguaje y ha inoculado la subjetividad consumista de manera global. La falsedad del “desarrollo” para el neoliberalismo sólo significa dinero, ganancias, cemento, contaminación, manipulación de los elementos de la naturaleza para fines mercantiles. El “desarrollo” para los pueblos ha significado despojo, explotación, hambre, genocidio, violencia sexual.

Si la base material de una sociedad (economía) no garantiza la vida digna y plena para todas las personas habitantes de los territorios y del planeta, independientemente de su sexualidad, el pueblo al que pertenecen, la cultura y la historia que les alienta, el sistema no tiene sentido de ser. Nosotras nos sabemos hijas y hermanas de la tierra, el agua, el aire, el fuego y las piedras que acompañan nuestros pasos. Por eso asumimos nuestra interconexión con las especies animales, vegetales, minerales y todos los elementos de la Red de la Vida.

Interpretar y nombrar la realidad con nuestras palabras

El sistema nos ha colocado en un lugar donde, según sus cálculos, podemos permanecer oprimidas y silenciadas. Es en ese lugar de opresión desde donde proponemos analizar y reflexionar sobre la realidad y nombrarla, incorporando las experiencias que atraviesan nuestros cuerpos. El “mirar profundo” es una categoría propuesta por la feminista afroamericana Audre Lorde (1984) que la feminista Chela Sandoval (1995) retoma para desarrollar la Metodología de las Sujetas.4 El mirar profundo permite explicar efectos concretos de las opresiones en nuestros cuerpos, evidenciar sus mecanismos y cómo estos se legitiman y reproducen. También permite interpretar esas experiencias desde nuestras voces, palabras y acentos.

Ese lugar asignado permite interpelar al sistema desde su raíz de muerte y busca hacer visible nuestro poder de encuentro, afinidad, articulación y alianza. Necesitamos nombrar lo que ya hacemos y hemos hecho desde el momento que tomamos decisiones no sólo para poner fin a la violencia en nuestras vidas, sino para construir un horizonte. Y como nuestra ancestra Lucy y todas las que a lo largo y ancho de la historia han accionado para defenderse a sí mismas, sus pueblos y territorios, caminar hacia ese horizonte.

Para todo ello requerimos producir nuestras propias categorías y es lo que hemos hecho y queremos seguir haciendo, de la mano de pensadoras decoloniales, activistas y académicas afrodescendientes y de pueblos originarios. Estas son las miradas, los lenguajes, las ideas que prenden en nuestras conciencias para imaginar e impulsar una propuesta que haga posible otras formas de ser y estar en el mundo.

La única acumulación que nos interesa es la de nuestra fuerza y crecimiento

Es cierto que necesitamos ser más, pero necesitamos que quienes estemos seamos capaces de movernos de las formas tradicionales de analizar y nombrar el mundo que hemos aprendido. En realidad, para nosotras tiene más significado el peso de las ideas que aportamos, que la masividad de las acciones. No es que las rechacemos, pero si esa masividad sucede motivada por la capacidad de pensamiento crítico, por la convicción de hacer posible los sueños, por la voluntad de ser como los girasoles y mirarnos entre nosotras y no únicamente hacia los “tomadores de decisiones”, entonces habremos avanzado siglos en las transformaciones que buscamos.

Esta acumulación empieza por nosotras, nuestra capacidad de escuchar a nuestros cuerpos, leer al mundo, interpretarlo, exponer nuestras ideas y compartirlas con otras y otros cercanos; organizarnos y desarrollar herramientas para que nuestras organizaciones y comunidades tengan las herramientas de análisis necesarios desde sus propias autonomías y voces.extender nuestra capacidad de soñar, compartirla y generar ideas desde ese ejercicio de libertad, más que desde la asfixia de la opresión.

Diseñar rutas de llegada, caminos para avanzar

Impulsar nuestro sueño de sociedad requiere pensar en los caminos que seguiremos para llegar a ella. En rechazo a la palabra “estrategia”, hemos propuesto el análisis de rutas, la definición de acciones que nos hagan adelantar camino en la construcción de la propuesta de sociedad.

La acción constante es el puente entre las realidades que nos imponen y las que queremos construir. Para hacerlo necesitamos deconstruir lo que hemos internalizado como absoluto; comprender los alcances de los conceptos con los que nos movemos y que muchas veces se han convertido en herramientas de opresión que nos atraviesan y/o ejercemos.

Necesitamos desmontar de nuestra práctica política social organizada, las legitimaciones heteropatriarcales, racistas, sexistas y consumistas, construidas por los sistemas de dominación. Esto es fundamental para sentar las bases de una propuesta emancipadora.

Resignificar conceptos que, habiendo sido creados con una orientación androcéntrica, desde nuestra práctica y propuesta feminista se convierten en vindicación de lo que somos, de nuestra sexualidad, por ejemplo, sea cual sea nuestra práctica, como algo valioso y entrañable. Esto requiere retomar un hecho, un signo, una relación, un concepto, y dotarlo de contenidos de resistencia, de transformación, de dignidad para interpelar en esas acciones la connotación patriarcal que a veces entrañan.

Buscamos subvertir el orden social, político, económico y simbólico en el que los conceptos legitimadores de cualquier opresión contra cualquier persona o elemento de la vida cobran sentido. Por ello reconstruir desde esa interpelación es una acción radical para la emancipación, aunque no se queda ahí. Para reconstruir también necesitamos recuperar saberes y elaborar nuevos conocimientos y perspectivas de análisis. 

El ejercicio de recuperación de saberes y conocimientos no sólo amplía la escucha que nos debemos, sino que devela y hace visible la capacidad que hemos tenido de movernos e incluso de salir de los lugares asignados por las opresiones. 

El ejercicio de escucharnos no es sólo entre nosotras sino con la historia, la estirpe de mujeres que nos precedió y dejó sembradas inquietudes, búsquedas, rebeldías que nos han hecho lo que somos y han provocado nuestro encuentro. Sus acciones en sus tiempos, con sus formas, son un aporte a la historia que recuperamos en nuestra condición de sujetas. 􏰅ampoco se trata sólo de la “grandes acciones”, sino también aquellas que desde la cotidianeidad supusieron poner un alto a cualquier tipo de violencia y/o imposición o silencio, porque hubo una comprensión de que lo que vivimos no es “natural”. 

Naturalizar nuestra condición ha sido un mecanismo político utilizado por el sistema para sostenerse y mantenerse. Cuando se nos dice que algo es así “por naturaleza”, nos están diciendo que no hay “nada que hacer”, por eso desnaturalizar es una acción política que nos impulsa a la posibilidad de generar la libertad de ser y hacer, de acuerdo con nuestras expectativas y decisiones. Para ello necesitamos dudar de todo lo que nos han contado y que implica un “deber ser”, todo lo cual suele venir en envoltorio de ciencia, dogma religioso o principio cultural inamovible.

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Cuando dudamos de lo que nos han contado, en ello también está implicada la historia narrada por los “vencedores”. Historizar es una posibilidad para reinterpretar nuestra realidad y ponerla en perspectiva, develar sus causas y entramados, evidenciar el sistema normativo que ha orientado la definición de las relaciones sociales, políticas y económicas desde el pasado.

La construcción de memoria histórica es una acción que necesitamos, porque tenemos preguntas que no han sido respondidas; existen experiencias, voces, personas y cuerpos silenciados. Recuperar ese acervo, documentarlo desde todas las miradas como personas mujeres, como pueblos, es una acción que implica compromiso con la pluralidad que somos y con el registro de los sucesos en este tramo de nuestro tiempo, que como nos insisten las cosmovisiones originarias, no es lineal, sino cíclico.

Igualmente importante es no sólo nombrar lo que se hizo y cómo se hizo, sino recuperar el significado de esas acciones y transgresiones de nuestras ancestras en su contexto, y el significado para nosotras en el nuestro. Dotar de continuidad a su rebeldía, honrarla y reconocernos sus herederas. 

Somos rebeldes contra toda injustica, pero nuestra rebeldía viene alimentada por nuestra energía y alegría de vivir en plenitud. Nuestra resistencia encuentra su fortaleza en el abrazo entre nosotras, con quienes nos precedieron y con quienes vienen con ímpetu renovado, con su propia voz y fortaleza. Ninguna venimos para ser sólo un eslabón de cadena, sino para dejar huella en nuestro tiempo y espacio, en la ruta de nuestra emancipación.

Estamos convencidas que es posible otra forma de vivir, convivir e interconectarnos entre nosotras, como sociedad y con el mundo. Tomar conciencia que este impulso también requiere nuestra creatividad y asumir lo que nos corresponda hacer para restituir los daños ya causados al planeta desde las lógicas de dominio. Esto es lo que desde la Cosmovisión Maya significa el Tojil, nos toca actuar, no como sacrificio sino como toma de conciencia.

Queremos bailar, descansar, sembrar flores, frutos, árboles, amores, memorias. Soñar desde nuestros adentros y compartir esos sueños enlazadas entre todas, pero siempre dispuestas al vuelo y también a tocar tierra y reinventarnos en ella. Cuidar el agua, agradecer su humedad y continuar her- manándonos con los ríos y el mar; respirar profundo el aire que se expande en nuestro cuerpo reapropiado, imperfecto, humano, extenso o reducido, cuerpo del que celebramos sus fluidos cotidianos, cíclicos y los del placer; celebrar su tiempo y las huellas curtidas en el dolor, pero también en la rebeldía y en la alegría de estar vivas, cantar y seguir la huella de quienes nos antecedieron en la historia, pero también quienes son parte de nuestra genealogía más próxima. Todas las que nos llenaron de amor, dudas y saberes, y también las que muchas veces no encontraron las herramientas para superar los silencios y violencias que les impusieron, pero tuvieron gestos hacia nosotras, que sólo a la luz de nuestros saberes recuperados y nuestras convicciones, hoy hemos podido interpretar.

Retomamos el camino emprendido por nuestra abuela Lucy. Millones de veces, a lo largo y ancho del tiempo y el espacio, se habrá repetido el gesto humano del que nos habla el hallazgo de sus restos. Una femínida que avanzaba, pero una de sus huellas sugiere que se detuvo a mirar lo que dejaba. Una mujer erguida que emprendió viaje, ¿para buscar la vida quizás? ¿alimento? ¿otra mano compañera? O quizá sencillamente moverse. Aquel hallazgo puede interpretarse de muchas formas, pero de lo que no hay duda es que la permanencia en un lugar o destino impuesto no es parte de nuestro relato histórico como humanas, como personas, mujeres, como feministas.

Desde siempre nos mueve el deseo. No busca- mos premios más que el de regar nuestros jardines, proveer agua a las aves que acuden a ellos para beberla, alimentarse y llenarnos de aleteos y cantos en medio del estrépito de una realidad que agobia y atropella.

En el abrazo que nos damos en soledad y en colectivo está la fuerza y la chispa para derribar al desencanto.Nuestra capacidad de soñar, construir y movernos es la única certeza que tenemos y de la que ya hemos dejado huella.

 

 

#SueñosFeministas

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1. Sustituímos homínida por femínida.

2. Ixim = maíz, Ulew = tierra.

3. Los Acuerdos de Paz en Guatemala fueron firmados el 29 de diciembre de 1996. Aunque tenemos una mirada crítica de este suceso, asumimos que el mismo supone un parteaguas en el accionar de los movimientos sociales, incluido el de mujeres, que fueron tan duramente golpeados durante los 36 años de terrorismo de Estado vividos en diferentes territorios y en magnitudes brutales.

1. El concepto “mirar profundo” aparece como una de las “Metodologías de las Sujetas” en el texto Otras Inapropiables: bell hooks, Avtar Brah, Chela Sandoval, Gloria Anzaldúa, Aurora Levins Morales, Kum-Kum Bhavnani, Margaret Coulson, M. Jacqui Alexander, Chandra Talpade. Otras inapropiables. Editorial Traficantes de Sueños, Madrid, España, 2004.