María Dolores Marroquín

La plena conciencia de las múltiples desigualdades que limitan la vivencia de plenitud y el profundo deseo de vivir en una realidad distinta, han movido a las mujeres y feministas a soñar sociedades dignas y caminos que nos lleven, o por lo menos nos acerquen, a esos entornos imaginados.

Las luchas de las mujeres han partido desde el punto básico de creer que nuestra voz y nuestras interpretaciones de la realidad son válidas, y ese elemento sustancial, el que nos genera incomodidad con el entorno, con la forma de vida que nos han impuesto, ha sido el motor que nos ha llevado a movernos de lugar y a soñar otras realidades.

Del desasosiego a la búsqueda

La indignación frente a la realidad, sumada a la transgresión y el superar los límites impuestos, han movido la historia de la humanidad para lograr superar las injusticias y las desigualdades, así como para construir nuevas cotidianidades. La resistencia milenaria de los pueblos frente a los diversos despojos, nos han enseñado algunas formas de enfrentar los embates de este modelo de muerte que, desde las creencias e imposiciones patriarcales, coloniales, neoliberales y heteronormativas, ha puesto en el centro de las sociedades el poder, la ganancia, el lucro, la jerarquización social y la explotación dirigida por el mercado omnipresente.

Ser conscientes de estas realidades ha hecho que en Guatemala y el mundo se haya dado saltos en la construcción del sentipensar de los movimientos sociales, complejizando no sólo la manera de comprender la realidad, sino la forma de vislumbrar los caminos de la transformación.

Después de la firma de la paz en Guatemala en 1996, distintas expresiones organizadas de mujeres y feministas abrieron diversas sendas de pensamiento cuestionando/se sobre los aprendizajes adquiridos en los caminos transitados. De ello se reconoció que la toma del poder del Estado no podía verse como la única vía de transformación, y que se requiere una ruta que construya pensamiento crítico para tener una sociedad altamente politizada, con una propuesta soñada y consensuada colectivamente. Este reconocimiento implicó también la identificación de que son múltiples y simultáneos los caminos para avanzar en la transformación de las diversas dimensiones de la vida.

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Analizando el alcance de las propuestas en los diversos ambitos, los debates entre la utopía como lugar de llegada y la construcción de lo nuevo desde los diversos caminos que se impulsan cotidianamente, se asume por parte de integrantes de la Asamblea Feminista quitar la dicotomía o contradicción que ambas miradas podrían implicar, concluyendo que los pasos que se dan hoy abonan a construir la utopía feminista perfilada.

Por su lado, la Alianza Política Sector de Mujeres (APSM) y su consigna “El futuro no llega, se construye”, nutre este pensamiento aportando la idea de que el futuro se construye haciendo hoy, experimentando hoy, transformando hoy. Simultáneamente en la reflexión de las mujeres mayas dentro de la APSM, en la construcción de ese sueño de futuro: “Juntas tejemos nuestros sueños y unidas nos levantamos por el Buen Vivir Üt’z K’aslemal’ Chike Ri Ixoq’ui” (En Kaqchiqel, Buen vivir desde las mujeres y para las mujeres) se retoma el concepto del tiempo desde la concepción de los Pueblos Originarios que sostienen que “el futuro ya fue”, reconociendo y valorando las experiencias, lecciones y prácticas de los pueblos originarios en ese ser y estar en armonía con el todo, con el cosmos.

En el marco de la construcción de caminos de transformación, el accionar de los Pueblos, comunidades y organizaciones se ha concentrado en diversos planos: la resistencia (mantener los logros y hacer lo posible para que no avancen las posturas que atropellan la dignidad); desmontaje o desaprendizaje (que invita al cuestionamiento profundo de las formas en que personal y colectivamente se reproduce el modelo, tanto en los comportamientos, como en la cultura política normalizada); la construcción de comunidades y/o territorios emancipados (que pueden ser comunidades geográficas o políticas, asentadas en un territorio o las que construyen pensamiento); la sanación (como forma de atender las múltiples afecciones personales y colectivas derivadas de procesos de mutilación emocional que debilitan la construcción de relaciones sanas en términos personales con nosotras y nosotros mismos, así como con quienes nos rodean); por último, pero igualmente importante, la construcción de nuevas realidades (que reconocen la necesidad de establecer relaciones armoniosas, redes de cuidado y afecto, complicidades que rompen con la enemistad entre mujeres impuesta por el patriarcado, así como los círculos de apropiación del cuerpo de las mujeres y la violencia sexual, y las propuestas de la economía feminista, la agro- ecología, la soberanía alimentaria, entre otras).

Hay un compromiso de cruzar estos caminos con las líneas de la despatriarcalización, la descolonización y la desmercantilización del pensamiento, del deseo y de la vida. Despatriarcalizar invita a la construcción de relaciones de cooperación, de toma de decisión conjunta, desmontar de nuestro sistema de pensamiento el autoritarismo, la naturalización de poner en el centro lo masculino como lo más importante, en términos de los valores que se asignan a lo masculino (fuerza, poder de dominio, autoridad masculina); descolonizar invita a eliminar el silencio impuesto, la victimización, la opresión y resignación, lo cual implica asumir una identidad de sujetas que toman en sus manos el compromiso de transformar una realidad según las cosmovisiones que llaman a la construcción de relaciones armónicas; desmercantilizar conlleva analizar y desactivar el modelo de consumo impuesto por el capitalismo, y construir nuevas formas de uso y desecho de sentimientos, alimentos, relaciones.

Delineando el sueño de sociedad

A muchas militantes feministas nos cambió la vida encontrar una propuesta política que ordenara el pensamiento y nos orientara. Desde principios de los años dos mil, espacios académicos feministas y de reflexión teórico política de organizaciones dedicadas al análisis, coincidieron en retomar el concepto y las amplias implicaciones programáticas, analíticas, organizativas e identitarias que conllevaba la construcción del sujeto político. Desde las ciencias sociales este concepto se utilizaba para analizar los movimientos y varios de ellos lo retomaron como una propuesta que podría articular las fuerzas y motivar los encuentros, desde la construcción de un pensamiento más complejo y de largo plazo.

Es así que desde la Alianza Política Sector de Mujeres (APSM) y de la Asociación feminista La Cuerda se impulsaron diversos procesos de discusión interna que, si bien tuvieron su propia naturaleza, permitieron el encuentro e invitaron a otras a construir desde otros lugares que no habían sido la cotidianidad. Tradicionalmente las agendas de las organizaciones de mujeres y feministas consideraban como un referente político el logro de derechos en el marco del Estado-nación actual, poniendo gran énfasis en la incidencia o gestión frente a tomadores de decisiones en el Estado para lograr ampliaciones, reformas o profundizaciones dentro de la institucionalidad y/o legalidad vigente.

El método nos llevó a reflexionar más allá de los derechos, entendiendo que esta agenda se inscribe en lo que es consustancial o necesario para el funcionamiento de este modelo económico; por otro lado, consistió en buscar las palabras que permitieran nombrar y sintetizar la propuesta.

En el año 2005, un gran aporte al movimiento es el construido por la Alianza Política Sector de Mujeres que logra formular la síntesis de Territorio Cuerpo Tierra, a partir de identificar cuáles son los núcleos de la opresión, de la disputa y de la construcción de lo nuevo. Esta categoría contiene sobre todo la experiencia de las mujeres mayas y xinkas, quienes en su cosmovisión y en su identidad tienen un arraigo a la tierra en términos de su acoplamiento a los ciclos naturales, viéndose altamente afectadas por los cambios generados por la contaminación provocados por el extractivismo y otras malas prácticas sociales. De allí que la dependencia proporcional entre el bienestar de la tierra y el del cuerpo marcan una fusión difícil de separar cuando también se puede observar cómo los cuerpos de las mujeres son construidos desde los territorios donde habitamos, y cómo en esos territorios ellas son despojadas de su capacidad productiva y reproductiva; y en caso de guerras, sus cuerpos utilizados como arma en contra de los varones y/o de las comunidades que se atreven a enfrentar el poder de dominio, control y represión estatal o de poderes fácticos locales. Hablar de territorio cuerpo-tierra es hablar también del territorio de la memoria y la historia como espacios simbólicos que mantienen opresiones, pero que, al reescribirlas desde la memoria de las mujeres, se convierten en espacios de construcción, transformación y bienestar, disputando el espacio a las opresiones asignadas históricamente.

En ese mismo tiempo (2006), La Cuerda visualiza la necesidad de construir una agenda política feminista distinta a las que hasta ese momento habían sido vistas como listados de demandas para gestionar ante los poderes estatales, generando un proceso que permitió la construcción de una metodología de trabajo que requirió y todavía está afinando, procesos de síntesis acumulativa, que precisaron el análisis de contexto desde lo que soñamos y no desde los mandatos que el medio dicta, lo que a su vez implicó acuñar categorías, conceptos y metodologías propias para nombrar lo que queríamos construir. Ese proceso de debate circular que dio inicio en 2007 por un análisis de los nudos de relacionamiento entre organizaciones del movimiento, pasando por debates temáticos, nos indicó que el camino podría avizorarse si se renombraban las distintas dimensiones del ser individual y social según lo interpretamos nosotras.

Después de analizar la organización social y política de nuestra sociedad y de la deseada, se llegó a concebir la sexualidad como eje que articula la vida porque se vincula con las dimensiones simbólicas y materiales que originan y/o perpetúan la dominación, al tiempo que tiene la potencialidad de emancipar a las personas, colectivos y comunidades cuando se rompen los atavismos del deseo aprendido, motor para profundizar las opresiones. La Asamblea Feminista comprende la sexualidad como: el conjunto de prácticas, normas, sentimientos y relaciones sociales y políticas históricamente construidas que se derivan de la vivencia (disfrute u opresión) del cuerpo y la mente, la capacidad erótica y creativa, y la potencialidad de la reproducción humana, nuestra propuesta parte del hecho de que este primer ámbito de la vida ha de ser libre y desarrollarse en plenitud, con información y responsabilidad.1

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La sexualidad de las mujeres está estrechamente vinculada con la violencia patriarcal, de allí que el control de la subjetividad y la construcción de una identidad que asume la subordinación como consustancial de la feminidad, son elementos centrales en el desmontaje de la opresión internalizada, para la construcción de la identidad personal y colectiva del sujeto político de transformación.

Tiempo y simbólico emancipador

Dos dimensiones incluidas en las propuestas generadas por la Asamblea Feminista son las relacionadas con el tiempo. La propuesta es pensar en el tiempo como “el espacio en el que es posible cultivar y compartir para promover justicia y placer para la humanidad”2; y la de lo simbólico emancipador, entendiéndolo como un organizador social que condiciona nuestras prácticas de vida y nos mantiene con gran sutileza en un régimen patriarcal, racial y de clase. El orden simbólico hace que justifiquemos y demos por ciertos y hasta naturales las estructuras de opresión. Por ello se entendía que era muy importante reflexionar sobre cómo funcionaba y hasta dónde tenía alcances e influencia; se reflexionó también sobre las posibilidades de transformarlo o abolirlo. Se trató de indagar cómo sería o podría ser, un cuerpo simbólico que sostuviera las redes de cuidado y afecto.3

Identificar las dimensiones del futuro soñado fue importante porque nombró lo deseado y trazó algunas rutas para el andar plural feminista. La organización social y política sustentada en la construcción de sexualidades libres y en el cuidado y el afecto, fue el origen para pensar el ámbito de lo Simbólico Emancipador.

El principal propósito de la Asamblea Feminista es cambiar la lógica opresora, es decir, pasar de un mundo centrado en un sentido común de guerra y despojo, al cuidado integral de la vida. Por ello ponemos en cuestión las instituciones torales que han sido siempre patriarcales, afirmamos que tenemos potencias para ejercer una fuerza transformadora porque “queremos desmotar las lógicas de poder que legitiman la dominación, que subyugan, que utilizan la violencia, destruyen y matan.” El nuevo reto supone también que los símbolos que acompañen nuestra lucha tengan la suficiente flexibilidad para desaparecer a tiempo y no convertirse así en nuevas ataduras de esas otras formas de ser y estar en el mundo para las cuales nos fortalecemos como movimiento. Lo que buscamos no es el respeto a los valores creados por el sistema, buscamos crear otras formas de interpretar el mundo y otro orden de valores.4

Este mirar a las ideas, los deseos y sentimientos nos hizo ser más conscientes de la internalización de una cultura patriarcal, colonial y heteronormante que impone un modelo de consumo, no sólo en lo relacionado con el dinero y la mercancía, sino con el tiempo, y a la instalación de los modelos de relaciones, deseos y belleza que pretenden enajenar y constituir a cada persona en un ser aislado y sin sentido de pertenencia ni complementariedad. De allí que tomar como punto de partida la concepción de interdependencia y asumir a la humanidad como uno de los elementos de la naturaleza, llevó a esta ruta de transformación la propuesta de asumir el compromiso de contribuir a la Red del Cuidado de la Vida.

Ser parte de la Red de Cuidado de la Vida

El sentimiento de ser parte de esa Red de Cuidado de la Vida que asume que todo es parte de ese sostenimiento vital, implicó entablar procesos de discusión desde distintos puntos de partida. Para la APSM el punto de partida fue la profundización des- de la propuesta de la Economía Feminista, de allí se derivó a la propuesta alrededor de la politización de los cuidados, entendiendo que es “una acción política emancipadora redistribuir esta organización para colectivizarla y desmontar las relaciones de poder dominante que se encuentran incrustadas en la piel, en el cuerpo y en la historia de las mujeres”.5 Así mismo, reconociendo las cuatro perspectivas históricas que le dan origen: “a) el desarrollo de la historia de la familia, la natalidad y fertilidad; b) la historia de la infancia y de las mujeres; c) concepciones feministas sobre la construcción de la ciudadanía; y d) la historia de los sentimientos”.6

Desde la Asamblea Feminista se asume el concepto de la Red de la Vida comprendiendo la propuesta de la Alianza Política Sector de Mujeres, partiendo inicialmente del propósito de conceptualizar la Economía para la Vida como un marco que contuviera lo relacionado con la reproducción, la producción, el intercambio, el cuestionamiento del mercado omnipresente y el papel del Estado en la expoliación de los bienes de los pueblos. Asumir la concepción de la Red de la Vida significa la comprensión de la interconexión de los procesos de producción y reproducción de la vida, en interacción con los elementos de la naturaleza.

En este marco se decidió hacer la discusión sobre los elementos constitutivos de la vida: el agua, el viento/aire, la tierra y el fuego. Se construyó una línea de pensamiento que permitiera hacer una síntesis acumulativa, lo cual fue difícil de realizar, a pesar de haber estado organizada por pasos.

El primer ordenamiento se alineó alrededor de la orientación que teníamos de las ideas, se propuso organizar el sueño en cada elemento desde la resignificación, la resistencia, la sanación, el inventar y recrear (que implica la construcción de lo nuevo) y el Tojil, entendido como el resarcimiento necesario que como humanidad debemos hacer para tratar de reinstalar un equilibrio en la vida del planeta.

Todas estas propuestas de acción giraron alrededor de distintos niveles: el personal (intrapsíquico o íntimo) el de las redes de cuidado y afecto (los espacios de cuidado más cercanos a la vida personal de cada persona, llamadas hoy familias), el comunitario, el de Iximulew y Abya Yala.

El estudio de distintas corrientes, el retomar las propuestas formuladas por otras colectividades, la escucha de los aportes de diversos movimientos sociales y el acercamiento a elementos de las cosmovisiones de los pueblos originarios, así como atrevernos a soñar en referentes que incluyan el equilibrio, la armonía, la plenitud, la ecodependencia y el bien-estar y bien-sentir de todos los elementos que constituimos la Red de la Vida, han sido fundamentales, no sólo para el desarrollo de sueños emancipatorios, sino para fortalecer en la práctica la identidad de sujetas políticas con capacidad de interactuar con pueblos y otros movimientos sociales e impulsar los cambios civilizatorios que el planeta requiere para su sobrevivencia.

#SueñosFeministas

 

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1. Asamblea Feminista, Sueños feministas para vidas plenas, Guatemala, 2010.

2. Asamblea Feminista, “Cuidado, reciprocidad y respeto”, Sueños feministas, segunda parte, Guatemala, septiembre 2022.

3. op.cit.

1. Alianza Política Sector de Mujeres (APSM). Marco conceptual, El cuidado desde la economía feminista, 19 de junio de 2017.

2. op.cit.