Maya Alvarado Chávez / La Cuerda
Los inicios de año siempre nos colocan los ojos en posición bifocal, es decir, un ojo en lo que viene y otro en lo que se fue. Este enero, especialmente, ha estado cargado de expectativas, sobresaltos y valoraciones de todo tipo que ha tocado analizar, defender, criticar o celebrar, alzando la voz y la mirada. Estamos alegres de haber podido sacar la nariz del pantano de desesperanza, corrupción e impunidad que aún nos sofoca, pero del que poco a poco, vamos saliendo a flote y vislumbrando ruta para tomar aire y respirar.
Sabemos que todo no será como queremos, pero nada sucederá de pronto y sin que digamos o hagamos algo de lo que nos corresponde en esta tarea de desmontar para la siembra que tenemos por delante. Eso sí, cada quien, desde su hacer cotidiano, social, organizativo, laboral, estatal, podrá ir abriendo surco en el tramo de camino que le toca en lo personal, colectivo, o institucional.
Ya los pueblos nos han enseñado a valorar cada paso, cada palabra y cada silencio. Los significados de todo ello son amplios y profundos, son lecciones de dignidad que nos fortalecen para seguir camino: quienes han asumido la responsabilidad de administrar el Estado, haciéndolo con claridad y sin dobleces, abiertos a la verdad y de la mano del pueblo que ha confiado en ustedes.
Nosotras, por nuestra parte, continuaremos arropadas con la historia que nos ha tocado vivir y dejando registro de este tiempo atesorado en memorias que continuarán tejiendo vínculos con otras y otros, más allá de lo que suceda de ahora en adelante.
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Y es que, como movimientos sociales, necesitamos tener la claridad de los desafíos que enfrentamos. Aprender de los errores pasados y recientes, como cuando la inercia electoral definió el rumbo de las movilizaciones de 2015. O antes, cuando equivocadamente creímos en una paz institucionalizada y escurridiza, firmada para quitar obstáculos a la acumulación de riquezas, vía el despojo. Una paz cada vez más alejada del sentido de justicia y dignidad que deben antecederle en cualquier contexto y en cualquier parte del mundo.
Al nuevo gobierno le decimos al oído: sabemos que el camino es cuesta arriba, para ustedes, las y los otros y nosotras. Nuestro objetivo es construir la plenitud, la dignidad y la justicia a cada paso. No requerimos llegar a ningún lugar por decreto presidencial o acuerdo legislativo, la construcción del futuro necesita gestos sencillos y contundentes hoy, y en todos los espacios: en el Estado, en lo público, lo personal, comunitario y organizativo
Quienes gobiernan aprenderán de la complejidad de limpiar instituciones, en un Estado construido para la podredumbre, el despojo y el robo de la vida. Nosotras continuaremos aprendiendo a levantar la esperanza cuando todo parece una caída sucesiva.
Seguramente todas y todos nos equivocaremos, pero como en el cubo Rubik, continuaremos moviendo piezas, recomenzando y recomponiendo líneas de acción para alcanzar las metas. Tendremos paciencia, pero ella no es infinita.
Hoy por hoy saludamos las acciones de reconocimiento a los pueblos y su andar de siglos. También aplaudimos los gestos simbólicos presentes en esta transición y que nos dan esperanza (retirar las barreras metálicas de casa presidencial; juramentar al ejército en un espacio civil). Suponemos que no es todo, pero valoramos que no es poco, dado el cúmulo de atropellos que tienen curtida nuestra piel, y quizá por ello, han hecho determinada nuestra conciencia.
Como movimiento feminista con propuesta de sociedad, continuaremos dispuestas al intercambio, fundamentalmente con otras sujetas y sujetos que tengan capacidad de diálogo y escucha desde el análisis crítico de los contextos; con quienes tengamos coincidencia en la necesidad de articularnos para avanzar.
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Un gobierno que administre la institucionalidad del Estado para el bien común, que retome las múltiples iniciativas generadas por las organizaciones indígenas, de mujeres, campesinas, sindicales y de Derechos Humanos, es necesario y está muy bien. No obstante, como movimientos sociales requerimos hacer lo propio para la transformación profunda de las realidades tan dolidas, enraizadas en nuestros cuerpos, nuestros territorios y en el mundo.
En este punto del camino nos toca respirar profundo y continuar andando, agradeciendo las huellas que nos antecedieron persiguiendo sueños. También nos toca dejar andar lo propio a quienes vienen, a la juventud de los diferentes pueblos y territorios; saludar su frescura y ganas de hacer, decir y bailar, porque eso también toca.