verónica sajbin velásquez[1] / La Cuerda

 Para fortuna de la humanidad, existe más de un calendario para el conteo y la comprensión del tiempo. Las noticias anunciaron que el 10 de febrero dio incio el año nuevo chino, que, en términos mayas, su nahual es el Dragón de Madera, y según lo que logro comprender, es uno de los símbolos más poderosos de esa cultura; representa fuerza, poder, energía. También simboliza el liderazgo, la tenacidad y la nobleza. 

Por estas tierras también tenemos un conteo del tiempo distinto al calendario gregoriano. Este calendario recibe el nombre de Ab’ o Hab’ y hace unos días inició el tránsito hacia otro ciclo, el ciclo o tiempo del Qmam No’j. Comprendo poco sobre esta forma de ver el tiempo o de ver los ciclos y, a riesgo de cometer interpretaciones erróneas, he logrado entender que las dos razones principales que condujeron a nuestras ancestras y ancestros a la creación de este sistema calendárico son: la relación entre la humanidad y la naturaleza y la relación entre la humanidad y la espiritualidad. 

Recientemente, conversando con una anciana de mi pueblo, ella me hacía ver que la espiritualidad es una construcción social también. Y que según sean las influencias que tengamos, así será la definición y transmisión de los valores éticos que serán válidos para nuestra conservación, desarrollo y mantenimiento. Decía que en los tiempos que estamos viviendo ahora es muy importante cultivar el amor, la sorpresa y el asombro, el sentir y la contemplación, la admiración y la ternura, el regocijo y el reposo, el agradecimiento, entre otras más. Que es muy importante recuperar todo ello y que esto sólo puede ser a través de comprender que estamos interrelacionados directamente con la naturaleza, los animales, los minerales y lo que hay en el universo.

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Por eso quise escribir sobre este tema calendárico. El cambio al nuevo cargador sucede después de finalizar los cinco días del tiempo del Wayeb’ y la energía del Qmam No’j nos invita a la sabiduría, al entendimiento, al conocimiento, a la bondad, todo ello que tanta falta hace en estos momentos. Es un ciclo o un tiempo para desarrollar o fortalecer nuestra espiritualidad mediante la reflexión y la meditación y, ojalá, lograr comprender que hemos cambiado la forma en que nos relacionamos con todo lo que nos rodea. Como consecuencia de la forma en que funcionamos en estos tiempos «modernos», vivimos en una época donde buscamos ser «libres» y felices individualmente, movidos solamente por intereses individuales, perdiendo el vínculo con las y los otros, lo que resulta en fuertes frustraciones y depresiones. Hemos mercantilizado nuestra vida y nuestras relaciones con las otras y otros también, ignorando con nuestras actitudes las dimensiones profundas de las demás personas y seres, dándole a todo sólo un valor de uso; si nos deja de servir lo acabamos empujando hacia el olvido.

Que en este tiempo del Qmam No’j podamos ser capaces de apreciar lo diverso, de comprometernos a abrirnos a los demás, de valorar el disfrute juntas y juntos y abrazar las complejidades y las riquezas que surgen de las demás personas y seres. Considerar cultivar todo aquello que me –nos– dijo aquella anciana, puede encaminarnos a una sociedad mejor. ¡Que el Qmam No’j y el Dragón de Madera nos hablen fuerte y que podamos escucharlos con el corazón!

 

[1] La autora escribe su nombre en minúsculas.