Anamaría Cofiño Kepfer / laCuerda

En los años noventa hubo un florecimiento de los feminismos en Guatemala proveniente de distintas fuentes. La frágil apertura democrática permitió el ejercicio de la libertad de expresión y organización, y entonces surgieron variedad de agrupaciones con el objetivo de llevar adelante proyectos enfocados en el mejoramiento de las vidas de las mujeres. De hace 25 años para ahora, las feministas de distintas tendencias no sólo hemos crecido en cantidad, sino cualitativamente, en diversidad de conocimientos, en capacidades, en fuerza colectiva. 

Es notorio cómo en todos los espacios y territorios existen mujeres conscientes que trabajan para visibilizar los aportes de las demás mujeres, defender sus derechos, animarlas a liberarse. El intercambio, las lecturas y los estudios feministas han permeado distintas esferas sociales, a veces de maneras imperceptibles. A nadie espanta ya que una se llame feminista, espero.

La generación que hoy está entre los veinte y treinta años viene con potencia, tomando las calles, las riendas de sus vidas, las palabras y las imágenes, incorporándose a la práctica política, acumulando conocimientos para enfrentar al patriarcado, ese sistema odioso basado en el miedo y el menosprecio a las mujeres. Verlas en estos momentos es emocionante y nos da esperanzas. Si ellas cambian, cambia la sociedad.

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Los feminismos son acumulativos, vienen del pasado y siguen teniendo continuidad porque las luchas no han concluido.  Actualmente nos toca enfrentar las versiones renovadas de un capitalismo despiadado cuya ideología degrada a las mujeres y al entorno natural, considerados como mercancías para el engranaje comercial. 

En Guatemala ha habido siempre mujeres atrevidas y valientes que en distintos momentos históricos enfrentaron a los invasores, escaparon de los esclavistas, confrontaron a los asesinos y denunciaron a los violadores. Venciendo obstáculos y superando condiciones adversas, supieron abrir caminos para sí y para otras.  Durante la guerra contrainsurgente, cientos se incorporaron a diversas organizaciones con el propósito de construir una sociedad más justa y libre. Mujeres de distintos pueblos y procedencias han dejado huellas luminosas en las luchas contra los múltiples despojos. Honramos su memoria.

Este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, estaremos en las calles como siempre, reclamando justicia, seguridad, y libertad. Es muy grande la deuda que el país tiene con las mujeres, por eso la lucha sigue. Con dolor y rabia recordamos a las valientes niñas que denunciaron los abusos a los que fueron sometidas en el Hogar Virgen de la Asunción, a cargo del Estado, donde fueron asesinadas durante el gobierno de Jimmy Morales. Nos unimos a quienes exigen justicia para ellas.

Hoy, millones de mujeres en el mundo protestamos enérgicamente contra el genocidio que el estado de Israel, con apoyo de las grandes potencias, está llevando a cabo en los territorios palestinos y exigimos un alto al fuego inmediato. No podemos permitir que las masacres y el exterminio de los pueblos se impongan como una acción normal del colonialismo extractivista para sentar sus bases.

Ante la previsible catástrofe que se cierne sobre la humanidad, todavía hay esperanzas de evitarla, deteniendo el armamentismo, los fundamentalismos, las injusticias. Una cultura que promueva una convivencia sana entre las personas y su entorno puede ser la salida hacia vidas dignas. Juntas todas, niñas, jóvenes y viejas, exigimos priorizar la construcción de bienestar colectivo a través del cuidado de la naturaleza y de las personas.