Ana Cofiño / La Cuerda

Sabemos que el Estado de Guatemala es racista, patriarcal, colonialista y que, por lo mismo, no pone atención a los problemas que afectan a las mayorías. Sucesivos gobiernos nacionales y locales han dejado de lado sus obligaciones, convirtiéndose en lucrativas empresas a través del robo de los recursos del Estado. Esa es una de las causas por las que no existen sistemas eficientes que solventen las necesidades de las personas. 

La basura, la contaminación (del aire, de las fuentes de agua, de los suelos, la visual, y todo lo que nos enferma física y mentalmente) son problemas que se han ido acumulando gracias a la indiferencia, la ignorancia y la incapacidad de quienes han asumido funciones que nunca han cumplido, así como de quienes tienen poder económico y político para obstaculizar el camino del bien común. El hundimiento de calles y carreteras, por ejemplo, tiene causas: Construcción poco profesional, ausencia de supervisión, falta de mantenimiento, estafa y robo de recursos, entre otras que se resumen en una sola palabra: Corrupción. 

Recientemente en la capital la «Muni» dio órdenes de clasificar la basura: bolsita blanca para restos orgánicos, negra para plásticos, papel y demás. Yo no sé si alguien lo cumplió o lo sigue haciendo, en todo caso, no parece haber mucha insistencia de parte de la Municipalidad en hacer cumplir esta disposición. Esa institución tiene harta responsabilidad en el descuido y el deterioro de los servicios públicos del área urbana, y en lo de la basura, ha permitido y estimulado la proliferación de basureros clandestinos que ponen en riesgo la salud pública. Con todos los años que han ocupado el ayuntamiento, ya hubiesen podido implementar políticas de prevención y manejo adecuado del problema

Lo que me interesa abordar aquí es nuestra responsabilidad como población, como ciudadanía si quieren, de producir, consumir y desechar basura en cualquiera de sus formas, sin dejar de lado la basura ideológica que también reproducimos y que provoca daños al ambiente social. Es necesario que nos preguntemos cómo son nuestras prácticas cotidianas en cuanto a la generación de desechos y su tratamiento: ¿Tiramos todo revuelto, sin clasificar? ¿Desechamos productos o sustancias dañinas para el ambiente? ¿Consumimos productos que provocan efectos secundarios o que dejan huellas ecológicas problemáticas? ¿Pagamos servicio de recolección o la tiramos donde quiera? Son muchas las preguntas que tendríamos que tratar de responder para poner en práctica medidas absolutamente necesarias para evitar más catástrofes como la del basurero de AMSA que al incendiarse, ha provocado niveles de contaminación peligrosos para la salud.

La basura política también es un problema grave que venimos padeciendo desde hace décadas. Me refiero a personas, instituciones y políticas que han provocado daños, sea por omisión o por comisión de delitos como el de engañar a la población, robarle los recursos públicos o poner en riesgo sus vidas como lo hacen quienes ven en la democracia una amenaza a sus negocios y riquezas. La basura política está conformada por personas sin escrúpulos, políticos ridículos, narcodiputados, funcionarios vendidos, y una caterva de gente aprovechada que no se tienta el alma para traicionar o estafar. También se incluye en ese paquete hediondo aquellas políticas que van contra la justicia y la ética, como las que garantizan impunidad a los criminales, violadores, asesinos.

El problema es tan complejo y está tan entreverado con otros, que no es fácil resolverlo. Es una responsabilidad del Estado, de las municipalidades, tomar ese toro por los cuernos e imponer políticas urgentes de manejo de desechos sólidos como son las plantas de tratamiento, de reciclaje y otras buenas prácticas que inclusive prevengan de antemano los daños que conllevan operaciones industriales, construcciones y otras actividades económicas.

Aunque a las instituciones públicas les corresponde un alto porcentaje de responsabilidad, nosotras, las personas que conformamos la sociedad civil, organizada o no, tenemos en nuestras manos parte de la solución. Si como consumidoras procuramos evitar el exceso, si exigimos a las empresas que no produzcan tanto envoltorio innecesario, si reutilizamos y compartimos, puede que vayamos en la dirección correcta. Lo que es fundamental es cobrar conciencia y organizarnos para que las autoridades cumplan a cabalidad con sus obligaciones. 

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Las mujeres de San Pedro la Laguna en Sololá llevan años luchando por la limpieza de las playas a orillas del lago de Atitlán, además de promover la utilización de envoltorios naturales en vez de plásticos para los alimentos y otros productos de consumo básico. Ellas fueron quienes llevaron ante la cámara de industria[Bitty Pal1]  los desechos colectados para devolverles lo que producen. Su performance, así como su discurso, coinciden con sus objetivos que son en última instancia la defensa de la naturaleza y de esa fuente de agua y vida que es la laguna.

Entre feministas hemos planteado que es fundamental defender los derechos de todos los seres vivos, del planeta. Eso significa que consideramos necesario asumir responsabilidades individuales y colectivas de cara a detener la destrucción que el capitalismo está llevando a cabo, poniendo en riesgo la vida misma. Nosotras proponemos formas de convivencia que pongan el cuidado de la Red de la Vida en el centro, entendiendo que vivimos en un entramado de sistemas que debemos atender y proteger en su conjunto, como organismos interdependientes. Por cuidado entendemos la actitud de valorar, restablecer y proteger el tejido en el que estamos inmersas, evitando los daños, la violencia, la destrucción.

Desde lo personal, lo familiar y lo íntimo podemos emprender tareas y asumir disciplinas que rompan con el consumo desenfrenado y sus secuelas. Vivir dignamente es cuestión de voluntad, de tiempo y, sobre todo, de autoestima. Si como comunidades nos proponemos vivir sin basura en las calles y carreteras, si contribuimos a controlar y disponer racionalmente de todo lo que contamina, si desechamos las políticas injustas y la corrupción, seguramente alcanzaremos condiciones de vida más sanas y felices. Esas son unas de nuestras responsabilidades.