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Cuando Gabriela González tenía 13 años jugó por primera vez en la liga mayor del fútbol femenino en Guatemala. Pese a que estaba cumpliendo un sueño, a su corta edad se vio obligada a enfrentarse a las inmensurables desigualdades que el deporte femenil padece frente a los privilegios de los hombres. Hoy, once años después, las condiciones de los equipos que ha defendido dentro de la cancha no han cambiado significativamente. No contar con instalaciones adecuadas para entrenar todos los días, la falta de insumos básicos como agua para la hidratación o papel higiénico para entrar al baño durante una práctica, además de asumir la compra de uniformes, escuchar una serie de insultos machistas como pan de cada día y no recibir ninguna retribución económica, son algunas de las evidencias de esta disparidad.

130 años en resistencia

Las mujeres han estado involucradas en el desarrollo del deporte desde sus inicios, sin embargo, como en otras áreas sociales y científicas, el sistema ha procurado invisibilizarlas. El primer juego oficial de fútbol femenino se reportó en 1892 en Glasgow, Escocia. Dos años más tarde, la activista Nettie Honeyball creó el primer club de fútbol para mujeres en Inglaterra, convencida que quienes participaran podrían emanciparse a través del deporte.  Aunque existían algunos movimientos simultáneos con el mismo enfoque en todo el mundo, no fue hasta la primera guerra mundial que se reconoció la masificación del balompié femenil. Durante todo este trayecto, el fútbol seguía considerándose como “cosa de hombres”, un mundo donde las mujeres no tenían cabida.

En 1971, al ver el amplio interés de millones de mujeres en el deporte, la Unión de Federaciones Europeas de Fútbol (UEFA) exigió a sus países asociados la creación de ramas femeninas y esto motivó a otros países como  Estados Unidos y Japón a promoverlo.

A Guatemala llegó hasta en 1997, cuando se conformó la primera liga de fútbol profesional para mujeres; y fue en la siguiente temporada, que se registró formalmente. Desde entonces ha sufrido muchos cambios, no solamente en el formato de competencia sino, además, en los equipos que participan porque la mayoría no ha contado con los recursos económicos suficientes para mantenerse activos. Actualmente son 24 clubes vigentes en la Liga, no obstante, la mayoría no goza de componentes mínimos que garanticen un desarrollo digno e integral de las mujeres.

“En Guatemala, nosotras las jugadoras no podemos vivir del fútbol como los hombres y le tenemos que dar valor a otras cosas como los estudios, trabajo, etcétera. Si querés profesionalizarte en el fútbol, dejás muchas cosas de lado, pero lo hacés por decisión propia y no por alguna remuneración”, menciona González. También, durante los viajes para completar el calendario de competencia, las mismas jugadoras cubren su pasaje, comida y de ser necesario, un lugar dónde dormir…costos que no todas pueden absorber.

Ellas pagan, a ellos les pagan

Gabriela recuerda que su familia atravesaba muchos sacrificios económicos para que ella pudiese pertenecer a un equipo, porque mes a mes debía cubrir una cuota que le garantizara su permanencia y participación. “Además de pagar por estar en el equipo, todas teníamos que comprar nuestros uniformes. Tenía que hacer rifas para poder costear todo. Yo quería jugar, pero no era justo que nosotras asumiéramos los gastos. Mi familia me apoyaba, pero cuando no podíamos dar el dinero se me recriminaba que no estaba comprometida y directivos del club me hacían comentarios como ‘andá a hacer lo que hacen las mujeres, aprendé a cocinar o barrer”, comenta la entrevistada.

A nivel de selecciones el panorama no dista mucho de lo ya relatado. En 2019, la Selección Nacional masculina y la Sub-20 femenina viajaron a Nicaragua para solventar partidos contra los combinados similares de aquel país. Mientras el equipo de hombres se hospedó en un hotel cinco estrellas y la Federación les garantizó todos sus tiempos de comida, las jugadoras fueron enviadas a un hotel de paso y denunciaron en redes sociales que no les dieron desayuno en su primer día del viaje, además de que no contaban con uniformes adecuados, porque les enviaron las camisolas en desuso de las categorías masculinas. Como si todo esto fuera poco, González afirma que una de las principales violencias que enfrentan las jugadoras es la sexualización de sus cuerpos. “Hay medios que colocan la fotografía de una futbolista calentando para un partido, pero no publican cualquier foto sino que ponen una donde la persona esté de espaldas y entonces vienen los comentarios de ‘que guapa’, ‘te quiero conocer’, ‘que cuerpazo’, cosas que impresionan, no como futbolistas y luego da miedo ir a jugar a cualquier cancha porque no sabés si la afición llega a verte jugar o a otra cosa”, relata.

Dignificar el deporte

Ilustración: Meli Sandoval

Ilustración: Meli Sandoval

Sistemáticamente, en todo el mundo, las selecciones y los equipos de liga femeninos reciben entre poco y ningún apoyo económico. Muchas no cuentan con salario mientras que las categorías masculinas disponen de  miles y millones en contratos anuales. En septiembre de 2021, la selección de Irlanda llegó a un acuerdo con su federación para garantizar igualdad salarial con el combinado masculino. En febrero de 2022 lo logró también el representativo de Estados Unidos, tras una intensa lucha por dignificar el trabajo de las mujeres y personas LGBTIQ+ dentro del campo.

“Yo creo que las cosas están mejorando en Guatemala. Algunos equipos de la liga se abocan a marcas para que los patrocinen y así logran tener insumos básicos en los entrenos y en algunos casos incluso logran dar incentivos económicos. No logran cubrir el 100 por ciento, como con los hombres, pero es un paso importante. La llegada de instituciones reconocidas en el fútbol como Municipal, en su momento Comunicaciones y otros, que dignifican a las mujeres, ha provocado que los directivos de otros equipos abran los ojos”, señala la futbolista sobre los cambios que ha atravesado a Liga en el último año y medio.

Gabriela reconoce además que la participación de Ana Lucía Martínez  y otras futbolistas guatemaltecas en ligas importantes en el extranjero, fue un factor disruptivo para dar mayor visibilidad a la liga local, además de la Selección Nacional que actualmente busca clasificar al mundial de Australia-Nueva Zelanda 2023. “Las futbolistas queremos y necesitamos que se mejoren las condiciones, que se respete el deporte y a nosotras. Las mujeres somos capaces…queremos que la afición viva nuestros juegos con la misma pasión que los partidos de equipos masculinos y que se le dé el mismo valor”, concluye la entrevistada.