Edda Gaviola Artigas / Chilena residente en Guatemala, Feminista y Defensora de Derechos Humanos

El 11 de marzo asumirá un nuevo gobierno en Chile, treinta y un años después del inicio de la llamada “transición democrática”, que no fueron otra cosa más que democracias tuteladas por ejércitos y empresarios en nuestro continente, luego de feroces dictaduras militares.

Asume la presidencia Gabriel Boric, a sus 36 años, a menos de tres años del estallido social de octubre 2019 y a menos de un año de la instalación de la Convención Constitucional elegida democrática, paritariamente y con escaños reservados para los pueblos originarios, que se encuentra redactando la propuesta de una nueva carta fundamental.

Imagen: [https://bit.ly/3hFdv6l]

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Todos estos datos no son menores ni curiosos. Es una nueva generación que ha sido capaz de construir una nueva fuerza política mayoritaria, entre el Frente Amplio y el resiliente Partido Comunista, expresada categóricamente en la segunda vuelta electoral cuando se asomaba en el horizonte la cara del neonazismo y su pretensión de hacer retroceder los procesos a viejos estándares dictatoriales pinochetistas.

Esta generación apoyada por otras generaciones que transmitieron y consolidaron un acumulado de memoria histórica en las alianzas, principalmente desde las mujeres feministas, juventudes y pueblos originarios, se expresaron y asumieron la tarea de seguir trazando la ruta de los cambios estructurales para refundar el Estado, vivir en dignidad.

Aún están en la retina, imágenes poderosas capaces de cambiar de signos y valores la historia. Las estudiantes secundarias saltando el metro de Santiago con el lema “No son treinta pesos, son treinta años”. La estatua humana enarbolando la bandera de los pueblos en la Plaza Dignidad; el performance de Las Tesis “El Violador eres Tú”, la imagen de la Convención Constitucional instalada con su primera presidenta mapuche Elisa Loncon en representación de los pueblos originarios y afrodescendientes, la foto de colores y paritaria del futuro gabinete de gobierno y la simbólica designación de Maya Fernández Allende en el Ministerio de la Defensa.

Pero los cambios no suceden de una vez, mucho habrá que recorrer para lograr su consolidación, sobre todo porque las anquilosadas estructuras familiares, empresariales y políticas se negarán a perder sus privilegios. Ya sabemos en carne propia que los sectores conservadores y la derecha nunca han sido respetuosos de la democracia cuando ésta tiene el sello de la participación en la representación. La crisis política, social y de derechos humanos en Chile no ha terminado con una elección, y quienes se oponen a una solución desde las raíces, siguen vivitos y coleando. Seguro los veremos expresarse con toda virulencia, tal como ocurrió en el proceso electoral.

La desmilitarización del Wallmapu (territorio mapuche), el fin de la represión hacia el pueblo mapuche, son unas de las deudas históricas y tareas imprescindibles para el nuevo gobierno que pasa en lo inmediato, como lo dice su programa, por cumplir los convenios internacionales de derechos humanos y establecer una Comisión de la Verdad y Esclarecimiento Histórico. Los juicios por violaciones a los derechos humanos (desapariciones forzadas; violencia política sexual) de ayer, heridas abiertas en el corazón del país, y las de hoy, habrá que impulsarlos decididamente desde la sociedad consciente, igual que la libertad para todos los presos políticos de la revuelta.

No menos importante será avanzar en una reforma estructural del sistema de seguridad democrática y la reforma estructural de Carabineros de Chile, responsable de graves violaciones a derechos humanos en los últimos años frente a la protesta social. 

Asimismo, el impulso de políticas reales y transversales para erradicar las violencias contra las mujeres, niñeces y disidencias sexuales, y terminar con las aberrantes desigualdades de género existentes en el país.

Importante será en este proceso de cambios, la nueva Constitución Política de Chile que se viene construyendo de manera democrática. Incluido ya en el borrador en discusión, está que “Chile es un Estado Regional, Plurinacional e Intercultural conformado por entidades territoriales autónomas en un marco de equidad y solidaridad entre todas ellas, preservando la unidad e integridad del Estado”. Hecho fundamental para el pleno reconocimiento de los pueblos originarios y su libre determinación.

Las propuestas que llegan a la Convención, se han construido a través de las y los Convencionales y de iniciativas populares de una diversidad de organizaciones que han logrado el requisito de ser avaladas por 15 mil personas, a través de su voto electoral en línea. Entre ellas encontramos por lo menos dos iniciativas feministas: una que promueve el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, y la de la Red contra la Violencia hacia las mujeres, que propone: “El Estado de Chile reconoce el derecho a una vida libre de violencia a las mujeres, niñeces, diversidades y disidencias sexo-genéricas como un derecho humano y garantiza su promoción en todos los ámbitos y en todas sus manifestaciones… Es deber inclaudicable del Estado prevenir, investigar, sancionar y erradicar todas las manifestaciones de violencia de género sin discriminación alguna, provenga su perpetración de particulares, del Estado, de sus integrantes o agentes en pleno ejercicio de sus funciones o retirados de ellas… El Estado será especialmente responsable por su falta de servicio ante el incumplimiento de alguno de sus deberes y obligaciones normativas en la materia”.  Demás está decir, que se juegan reivindicaciones fundamentales en los últimos años, como el derecho universal a la Salud, Educación, y Previsión (privatizadas hasta el día de hoy), y los derechos ambientales y territoriales.

Chile cantó en todas las plazas, parques y calles su “derecho a vivir en paz”, la ruta de los cambios está en una mesa política, donde una nueva generación sostiene el timón.

No será fácil, pero como dijo Allende: “Los procesos sociales no se detienen… más temprano que tarde se abrirán las alamedas”, la esperanza deberá florecer y su estrella seguirá acompañando nuestra vida, desde donde estemos y con las luchas que hagamos nuestras.